martes, 31 de mayo de 2011

Escuela concertada: discriminada pero popular

   La escuela concertada en España tiene una extraña economía. Cuenta con unos clientes satisfechos, pero, en teoría, no puede cobrarles, por estar subvencionada. Tampoco puede obligar al Estado a que aumente una financiación notoriamente insuficiente, que no garantiza la gratuidad. Al final, la escuela concertada es un buen negocio... para el Estado.

   En los últimos meses, varias denuncias han vuelto a colocar a la escuela concertada en el ojo del huracán. La manzana de la discordia son las cuotas que algunos de estos colegios cobran para compensar la insuficiente aportación pública. Precisamente para tratar este tema se ha constituido una Comisión que abordará la cuantía de los conciertos, aunque muchos piensan que se trata de una operación meramente cosmética.

   En la mesa de negociaciones están presentes, además del Ministerio convocante, sindicatos, patronales y representantes de algunas comunidades autónomas. Las principales reivindicaciones que se están planteando persiguen un objetivo común: la equiparación efectiva de la escuela concertada con la pública en cuanto a la financiación. Si debe ser tan gratuita como la pública, sin poder cobrar cuotas obligatorias a los padres, que se igualen también los salarios y la carga lectiva de los profesores.

   Además, los sindicatos de la concertada piden que se revisen las partidas de “Gastos variables” y “Otros gastos”, verdadero agujero negro para las economías de estos colegios. Prueba de ello son los datos aportados por la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE), tomados a su vez del MEC: en total, la plaza pública le cuesta al erario público casi un 60% más cara que la concertada.

Un debate recurrente
El debate sobre la escuela concertada se reproduce en España con sospechosa frecuencia, como si estas escuelas tuvieran que justificar una y otra vez su existencia. Hay quien discute su misma legitimidad, por mucho que la amparen la Constitución y un Real Decreto (2377/ 1985) que calificaba el concierto educativo como “el instrumento jurídico preciso para aquellos centros privados que desean impartir la educación obligatoria en régimen de gratuidad”. Las ulteriores leyes de educación –la última, la LOE– han corroborado el mismo criterio.

Sin embargo, el mismo Real Decreto abría la puerta, de manera indirecta, a una posibilidad peligrosa que ha terminado por convertirse en el principal problema de la escuela concertada: por un lado comprometía a la Administración a “asignar fondos públicos para el sostenimiento de los centros concertados”, pero a la vez autorizaba a que los colegios pudieran recibir de los padres –aunque siempre con carácter voluntario– unas cuotas destinadas a sufragar lo que el texto denomina “actividades complementarias”. Aunque la ley no explicita cuáles son esas actividades, en realidad se trata del servicio de comedor, el transporte y las clases de refuerzo.

En principio, el contrato está claro: la Administración subvenciona lo estrictamente necesario –el mantenimiento material del centro y los salarios de los profesores y personal administrativo– y los demás gastos del colegio, considerados automáticamente como lujos, corren a cuenta de los padres, aunque no se les puede obligar a costearlos.

Fondos que no cubren el coste
El problema aparece cuando, en virtud de que los concertados pueden recibir ayuda económica de los padres, la Administración interpreta que de hecho la reciben, y que por tanto necesitan menos dinero público. Solo un razonamiento así puede explicar la inmensa diferencia entre lo que perciben las escuelas públicas y las concertadas: la plaza en un centro público cuesta al fisco una media de 6.567 euros anuales, por los 2.771 de la plaza concertada.

Además, a lo que los colegios públicos reciben de las comunidades autónomas hay que añadir los gastos que sufragan los ayuntamientos, o las consejerías de Educación en el caso de los institutos: agua, luz, conserjería o construcción de nuevas instalaciones como polideportivos. En cambio, la escuela concertada debe financiarse estos mismos conceptos con una ayuda pública que está en torno a los 6.000 y 8.000 euros por aula, muy lejos de la que le corresponde a los centros públicos.

A no ser que en los colegios públicos se derroche el dinero o se paguen sueldos desorbitados, esta diferencia significa que el supuesto “sostenimiento económico” al que se comprometía la Administración, en la práctica, no se cumple, lo que condena a los centros concertados a la inestabilidad económica.

También les obliga a convertirse en expertos en marketing: o consiguen convencer a los padres de que aporten lo que les niega la Administración o están condenados a la quiebra. Claro que, para que los alumnos estudiaran en igualdad de medios con los de la pública, tendrían que conseguir que los padres abonaran más de 3.700 euros anuales, que es la diferencia entre lo que aporta el Estado dependiendo de si la plaza es pública o pertenece a uno de los centros concertados.

La concertada, más castigada por la crisis
Pero la capacidad de pago de las familias no llega a tanto. Según datos del INE de 2009, las familias con hijos en la concertada gastaban de media 1.433 euros al año por plaza, incluyendo material escolar, uniformes, comedor… La media del gasto de las familias en la pública es de 658 euros. Sumando lo que aportan la Administración y las familias, la diferencia en cuanto a recursos económicos sigue siendo enorme a favor de la escuela pública.

Aun así, la concertada está sufriendo una campaña que ha aprovechado las prácticas de algunos colegios –según las acusaciones, habrían vulnerado el principio de no obligatoriedad de las cuotas– para extender la sospecha hacia todo el sector. Esta es la preocupación de Emilio Díaz, portavoz de la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza (FERE), mayoritaria en el sector de la escuela concertada: “Espero que el control que van a establecer [sobre la voluntariedad de las cuotas] no sea una llamada a que los padres no colaboren con nuestros colegios, porque si no lo hacen, directamente tendremos que cerrar” (El País, 10-11-2010). Y es que el cobro y las cuantías de las cuotas se han convertido en el principal caballo de batalla para los críticos del concierto económico. Con la batalla ideológica antiprivatización latente, la económica puede terminar por ahogar a este sector de la educación.

De hecho, la crisis ha perjudicado, como era de esperar, a los ingresos de los colegios privados y concertados. Por ejemplo, en el último curso, que ha supuesto un aumento de matriculaciones en términos absolutos, la concertada se ha quedado estancada.

¿Selección encubierta?
Otra de las acusaciones más frecuentes es la de que las escuelas concertadas provocan una especie de selección del mejor alumnado a través de las cuotas, que impiden a las familias más desfavorecidas acceder a sus plazas. Tal crítica supone, de manera simplista, que los mejores alumnos son los que provienen de familias con más dinero. Además, olvida el hecho de que las cuotas son voluntarias.
La acusación de elitismo sirve en muchos casos para encubrir los problemas específicos que aquejan a la escuela pública. Uno de ellos es la concentración de extranjeros en sus aulas. Nadie niega que la acumulación de estos alumnos –cerca de un 80% estudia en centros públicos– genera frecuentemente problemas de integración. Pero esto es también una consecuencia de que las plazas en los centros públicos y concertados se adjudican, en buena parte, según el domicilio del alumno.

La realidad es que las normas de admisión de cualquier centro concertado han de ajustarse a una regulación específica, prácticamente igual a la de la enseñanza pública. Si existe algún tipo de favoritismo o exclusión es tan denunciable como si ocurriera en un colegio público.

Ahorro para el Estado
En muchas ocasiones el debate acerca de la escuela concertada se contamina de otros, como el de si es legítimo que las arcas públicas de un estado laico subvencionen centros confesionales.
Los centros concertados suponen actualmente un ahorro de más de 2.000 millones de euros a las comunidades autónomas

En ambos casos, el argumento suele ser el mismo: el que quiera una escuela diferente –diferente de la pública, se entiende–, que se la pague él, no con el dinero de todos. Lo que ocurre es que en ese “todos” están incluidos también los padres que llevan a sus hijos a centro privados o concertados, confesionales o no, y que por tanto no se benefician directamente de los impuestos con los que contribuyen al sostenimiento de los centros públicos, que constituyen el 70% del total.

Una proporción que no está acorde con el gasto presupuestario. En todas las comunidades autónomas españolas el porcentaje del presupuesto de educación destinado a las escuelas concertadas es inferior al que les correspondería por el número de alumnos que estudian en este tipo de colegios. En total, según datos de la CECE, los centros concertados suponen actualmente un ahorro de más de 2.000 millones de euros a las comunidades autónomas.

Sin las cuotas destinadas a cubrir las denominadas "actividades complementarias" los colegios concertados no podrían mantenerse
El error de fondo es confundir dinero público con dinero del Estado. En realidad, el dinero público es de la sociedad, y la elevada demanda de plazas en los centros concertados indica que la sociedad está a favor de este tipo de escuelas. El derecho a la educación reside en los padres, y la elección del centro es una parte importante de ese derecho.

Los retos del sistema público
En principio, la escuela pública tiene muchas bazas que juegan a su favor y debería atraer a los mejores profesores. Las oposiciones de acceso aseguran en teoría la competencia profesional de los docentes. Además, la ratio de alumnos por profesor en la pública es inferior a la de la escuela concertada, que acoge a un 28% del alumnado frente al 24% de los docentes. Si a esto añadimos que los sueldos de los profesores en la pública son netamente superiores –un 25% según CC.OO. y más de un 40% según la FERE– y que su jornada lectiva semanal es en torno a un 25% menor, lo lógico sería esperar un profesorado altamente motivado y capacitado para realizar su trabajo.

A pesar de todo, el rendimiento académico no es mejor en los centros públicos: durante la etapa obligatoria el abandono escolar en los centros públicos es del 33%, mientras que en la concertada se queda en el 13,9%. Los que repiten curso durante esta etapa son el doble en la pública, según datos del Sistema Estatal de Indicadores de la Educación para el curso 2007-2008. Ya en Bachillerato, el 86,65% de los alumnos de escuelas concertadas consigue titularse, frente al 70,7% de los alumnos de escuelas públicas.

Un dato que tener en cuenta es el envejecimiento del profesorado en los centros públicos: solo un 37,6% tiene menos de 40 años, frente al 49% en la concertada.

FERNANDO RODRÍGUEZ BORLADO
ACEPRENSA

FE CRISTIANA Y UNIVERSIDAD

La fe es luz e impulso para la ciencia y la cultura, y vivifica la tarea universitaria al servicio de las personas y de la transformación de la sociedad
 
Con motivo del 90º aniversario de su fundación, el 21 de mayo Benedicto XVI dirigió unas palabras a los miembros de la Universidad Católica del Sacro Cuore (Roma). En ellas manifestó el servicio que la fe cristiana presta a la ciencia y a la cultura. 

Crisis del humanismo y de la universidad
      En una mirada a las transformaciones de nuestro tiempo, que se reflejan en la universidad, señalaba: «La cultura humanista parece afectada por un progresivo deterioro, mientras que se pone el acento en las disciplinas llamadas ‘productivas’, de ámbito tecnológico y económico; hay una tendencia a reducir el horizonte humano al nivel de lo que es mensurable, a eliminar el saber sistemático y crítico, la cuestión fundamental del sentido. La cultura contemporánea, entonces, tiende a confinar a la religión fuera de los espacios de la racionalidad»

      Ante esto, la perspectiva cristiana como marco del trabajo intelectual en una Universidad de inspiración católica, sirve a la ciencia y a la cultura, al ampliar el horizonte y el camino hacia la verdad plena; pues «sin orientación a la verdad, sin una actitud de búsqueda humilde y ardua, toda cultura se deteriora, cae en el relativismo y se pierde en lo efímero». En cambio, «liberada de la presión de un reduccionismo que la mortifica y la limita, puede abrirse a una interpretación verdaderamente iluminada por la realidad, desarrollando así un auténtico servicio a la vida».

      Por tanto la fe y la cultura están íntimamente unidas. Y por eso «es necesario que en la Universidad haya una auténtica pasión por la cuestión de lo absoluto, la verdad misma, y por tanto también por el saber teológico». Y explicaba el Papa: «Uniendo en sí la audacia de la búsqueda y la paciencia de la maduración, el horizonte teológico puede y debe valorar todos los recursos de la razón. La cuestión de la Verdad y de lo Absoluto —la cuestión de Dios— no es una investigación abstracta, divorciada de la realidad cotidiana, sino la pregunta crucial, de la que depende radicalmente el descubrimiento del sentido del mundo y de la vida»

La tarea universitaria y el servicio de la fe a la persona y a la sociedad
      Si el presupuesto del trabajo universitario es “la pasión auténtica por el hombre”, según el Concilio Vaticano II, la fe es capaz de donar luz a la existencia: «La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas» (Gaudium et spes, 11). 

      Ahora bien, no hay que perder de vista que la fe es inseparable de la caridad, pues «el núcleo profundo de la verdad de Dios, de hecho, es el amor con el que Él se ha inclinado hacia el hombre y, en Cristo, le ha ofrecido dones infinitos de gracia» (cf. 1 Jn 4, 7 y 8). Por eso San Agustín pudo decir: «No se entra en la verdad sino por la caridad» (Contra Faustum, 32).

      Según Juan Pablo II, el hombre necesita la verdad y el amor, para no perder el frágil tesoro de la libertad y exponerse a la violencia de las pasiones y condicionamientos abiertos y ocultos (cf. Enc. Centesimus annus, 46). Y a propósito del amor Benedicto XVI observa: «La fe cristiana no hace de la caridad un sentimiento vago y piadoso, sino una fuerza capaz de iluminar los senderos de la vida en todas sus expresiones». No se trata sólo de una ayuda ocasional, sino de «transformar la vida de la persona y las mismas estructuras de la sociedad». Pues bien: «Este es un compromiso específico que la misión en la Universidad os llama a realizar como protagonistas apasionados, convencidos de que la fuerza del Evangelio es capaz de renovar las relaciones humanas y penetrar el corazón de la realidad»

      En definitiva, la tarea universitaria iluminada por el Evangelio debe «mostrar cómo la fe cristiana es un fermento de cultura y luz para la inteligencia, estímulo para desarrollar todas las potencialidades positivas, por el bien auténtico del hombre». De esa manera, «lo que la razón percibe, la fe lo ilumina y manifiesta. La contemplación de la obra de Dios abre al saber la exigencia de la investigación racional, sistemática y crítica; la búsqueda de Dios refuerza el amor por las letras y ciencias profanas». Así lo señala Hugo de San Víctor: «La fe es ayudada por la razón y la razón es perfeccionada por la fe» (De sacramentis, I, III, 30: PL 176, 232). 

La capilla universitaria
      De ahí también que la capilla universitaria debe ser como el corazón de la Universidad y sus tareas. En palabras del Beato Juan Pablo II, se trata de «un lugar del espíritu, en el que los creyentes en Cristo, que participan de diferentes modos en el estudio académico, pueden detenerse para rezar y encontrar alimento y orientación. Es un gimnasio de virtudes cristianas, en el que la vida recibida en el bautismo crece y se desarrolla sistemáticamente. Es una casa acogedora y abierta para todos los que, escuchando la voz del Maestro en su interior, se convierten en buscadores de la verdad y sirven a los hombres mediante su dedicación diaria a un saber que no se limita a objetivos estrechos y pragmáticos. En el marco de una modernidad en decadencia, la capilla universitaria está llamada a ser un centro vital para promover la renovación cristiana de la cultura mediante un diálogo respetuoso y franco, unas razones claras y bien fundadas (cf. 1 Pe 3, 15), y un testimonio que cuestione y convenza» (Discurso a los Capellanes europeos, 1 de mayo de 1998). 

      En efecto. En la medida en que la vida universitaria esté abierta realmente a la verdad y al amor, los que allí trabajan y estudian pueden encontrar en la fe cristiana la luz y el impulso para servir efectivamente a los demás.
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarraiglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com

lunes, 30 de mayo de 2011

¿CONFIARÍA SU MUERTE A LA MINISTRA PAJÍN?

Leire Pajín
    Están hartos de su ineptitud, frivolidad, sectarismo e imposturas. Bajo tal grado de deterioro de su crédito, les ha entrado una prisa enorme por tramitar leyes ideológicas con las que, por ejemplo, privar de acceso a los recurso públicos a los padres y colegios que, “supuesta” la libertad de enseñanza, optan por el modelo de enseñanza diferenciada entre chicos y chicas o, en otro campo de gran importancia, colar una ley reguladora de la “muerte digna” con muy sutiles y sospechosas ambigüedades. Visto lo ocurrido con la ley del aborto patrocinada por un personaje como la Aido ¿qué confianza se puede tener en las intenciones reales de una ley sobre la muerte patrocinada por un personaje como la Pajín? En vez de “ingenieras sociales” mejor nos habría ido si fueran ingenieras industriales.

    Las escopetas las cargaba el diablo. Lo digo en pasado porque hoy en día lo que carga son las ruedas de prensa. Quizás sea porque, con el tiempo, Orugario, de la mano de su tío y maestro Escrutopo, ha descubierto que la prensa te explota en la cara mejor que una escopeta. Le pasó a Carmen Chacón en El Epílogo de Tomelloso. “Estamos en el prólogo –dijo- de cosas maravillosas”. Orugario ha conseguido que el prólogo del 22M fuera el epílogo de sus aspiraciones políticas. Una maravilla, of course. Otra le ocurrió ni más ni menos que al Cardenal de Madrid. Estando en el Foro Nueva Sociedad para presentar la próxima venida del Papa, en agosto próximo, para presidir las jornadas mundiales de la juventud, algún periodista le preguntó sobre la Ley Pajín y el bueno de monseñor Rouco, sin recordar que la prensa la carga el taimado Escrutopo, dijo aquello de “ Yo no he leído el texto, lo han hecho mis colaboradores y no se trata de una ley de eutanasia”. El centro de la rueda de prensa, la visita del Papa y la JMJ, pasó a segundo plano. Lo que la prensa enfatizó fue el “positivo” comentario del Cardenal sobre la polémica ley Pajín de la “muerte digna”. La prensa de izquierda aplaudió. Los sectores provida más activos quedaron atónitos. 

   El Cardenal debe ser consciente –decían- que su juicio es muy cualificado, de manera que si no ha leído personalmente el texto puede haber sido imprudente trasladar la opinión de sus colaboradores sin caer en cuenta que le sería atribuida a su autoridad. Menos mal que, según añadió el propio Cardenal, la Iglesia “trabaja en un análisis interno del texto”. Parece razonable sugerir que, en tal supuesto, haya menos improvisación y mas presencia de aquellos profesionales expertos y movimientos civicos provida, no sea que en cuestiones de razon y derecho natural la ausencia de unos y el exceso de protagonismo jerárquico pueda dar la impresión que la postura contra la eutanasia, como en su día contra el aborto, se sustenta sólo en argumentos de fe religiosa sólo validos para creyentes.

    El anteproyecto de “ley reguladora de los derechos de la persona ante el proceso final de su vida” plantea una primera cuestión de oportunidad política. La muerte es un hecho biográfico muy importante del que ningún ciudadano quedará exento. Afecta al paciente, a su entorno familiar, al personal facultativo, a los centros médicos públicos y privados, y a la administración sanitaria, en especial de las Comunidades Autónomas. La regulación de los procesos terminales requiere un gran consenso social y político, con un protagonismo experto de los cuerpos facultativos más experimentados y una correspondiente dotación de equipos especializados en paliativos. De manera que la primera duda razonable es si el Gobierno Zapatero y su ministra Pajín, en la objetiva circunstancia de descrédito y desconfianza que padecen hoy día ante la ciudadanía y dadas su conocidas afinidades con los sectores proeutanasia, son los más idóneos gestores de una ley de tamaña importancia para todos los ciudadanos. Las prisas en tramitarla aumentan esta inconveniencia y las sospechas.

    El texto del anteproyecto define, en su art. 1, los dos objetivos principales. Primero, la protección de la dignidad de las personas en los procesos terminales de la vida. Segundo, el garantizar el pleno respeto a la voluntad del paciente en la toma de decisiones sanitarias. Nada que objetar al primer principio. Pero el segundo va a ser fuente de muchos problemas, si se mantiene con una radicalidad de raíz ideológica y, además, se refuerza en la praxis prevista en el art. 11, 2 c, en relación con los arts. 15, 3 y el 17, 2. ¿Por qué? Porque la voluntad del paciente, por muy suya y libre que sea, no garantiza que lo que quiere sea lo mejor para él y para la lex artis, es decir, honorable y correcto para la buena praxis médica. Una cosa es la dignidad del paciente y otra que su voluntad sea digna. Los pacientes en procesos terminales –cuyo pronóstico se reduce a semanas o meses- y sus entornos familiares sufren situaciones físicas y psicológicas muy duras, intensas y cambiantes. Convertir la voluntad del paciente –o de su representante y familiares, si aquel estuviere incapacitado- en derecho a decidir las intervenciones y tratamientos médicos, y no sólo los necesarios para paliar el dolor y sufrimiento, sino incluso los que tienen como efecto el acortar la vida o ponerla en peligro inminente (arts. 4 y 6, 1) puede ser una vía que encubre una práctica positivamente eutanásica, sobre todo si se tiene en cuenta que el texto de ley asegura la falta de responsabilidad para el personal sanitario que haya actuado así cumpliendo los deseos del paciente, su representante o sus familiares. La experiencia enseña que no siempre que el entorno familiar o sanitario acorta la vida de un terminal lo es en su favor, aunque esa sea la excusa.

    En estos detalles, el anteproyecto de ley favorece que pueda desdibujarse la diferencia entre la sedación terminal y la eutanasia, de manera que la intención sedativa terminal de paliar los sufrimientos sea sustituída, usando el proceso sedativo, por la de provocar la muerte. No hay un argumento sólido para negar al personal médico y sanitario ya no sólo la objeción de conciencia, sino la de ciencia. No siempre los cuadros médicos estarán de acuerdo en la naturaleza terminal y sus pronósticos, de manera que es muy razonable permitir la garantía de la objeción de ciencia y conciencia. Su negativa tan radical no deja de ser sospechosa de un trágala ideológico. En suma, ¿por qué en cuestión de tanta trascendencia no se camina con menos prisas y más mesura? Conociéndoles como les conocemos, es decir, por sus obras, ¿usted confiaría su muerte a un entorno familiar y médico afecto a la ideología de ZP y la Pajín?

PEDRO JUAN VILADRICH
Catedrático de Universidad
LA GACETA

UN PROYECTO DE INGENIERÍA SOCIAL

   Quizá no exista un síntoma más rotundo de que un gobierno se desliza por la pendiente que conduce al totalitarismo que su pretensión de erigirse en autoridad espiritual: La naturaleza del proyecto socialista consiste en la transformación moral radical de la sociedad.

       El anuncio de Rodríguez Zapatero de que no se presentará a la reelección como candidato de su partido a la presidencia del Gobierno y su desastre electoral no despejan las dudas sobre la continuidad de su proyecto político, al menos hasta la convocatoria de elecciones generales. Ahora de lo que se trata es de si el PSOE persiste o no en él.

      Varias han sido y son las interpretaciones sobre la empresa política y la índole intelectual y moral, valga la exageración, de Zapatero. Entre ellas, el "buenismo", el "pensamiento Alicia", la improvisación permanente, la ausencia de proyecto, la ingenuidad utópica. Algunas aciertan, pero solo en parte. En realidad, sea obra suya o no, y más bien cabe conjeturar lo segundo, existe un proyecto político muy bien definido y, en gran parte, consumado. Sus consecuencias quizá solo en parte serán reversibles.

       La naturaleza del proyecto consiste en la transformación moral radical de la sociedad. No se trata de un ingenuo u oportunista improvisador. Está orientado por el relativismo ético, pero acaso se trate de algo aún peor. El relativismo es quizá el medio, pero no el fin. Este fin es más la inversión de la jerarquía natural de los valores que su mera disolución. Al cabo, se trata, en muchos casos, de que lo inferior ocupe el lugar de lo superior, y lo malo el de lo bueno. Si estoy en lo cierto, se trata de un proyecto de ingeniería social, es decir, de conformación de la sociedad a la medida de los valores (o contravalores) del Gobierno. Ignoro si todo su partido lo respalda, aunque lo dudo, pero lo cierto es que los discrepantes son o escasos o silentes.

      Los ejemplos son notorios. La crisis económica, solo en este sentido providencial, no ha hecho sino aminorar la intensidad del desmán. La nómina es conocida, aunque demasiadas veces se mire hacia otro lado, como si no se quisiera ver la realidad. La nueva legislación del aborto ha transformado un delito en un derecho de la mujer, solo limitado por un plazo arbitrario. La nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía, que muy probablemente contraviene el derecho de los padres a elegir la educación religiosa y moral de sus hijos, entraña una usurpación del Gobierno, cuya misión es garantizar el ejercicio del derecho a la educación, pero no determinar su contenido antropológico y moral. La regulación de la experimentación con embriones y la reproducción asistida asesta un golpe decisivo a la dignidad de la vida. Algo más renuente se encuentra, aparentemente, el Ejecutivo sobre la legalización de la eutanasia. 

       Ha elegido, de momento, una vía vergonzante: la regulación de los cuidados paliativos y la "concesión" de un nuevo derecho: el derecho a la muerte digna. Como si hasta ahora el encarnizamiento terapéutico fuera una exigencia legal y la práctica médica no se preocupara de la administración de los cuidados paliativos; como si la legislación actual nos condenara al deber de una muerte indigna. La consideración como matrimonio de las uniones legales entre personas del mismo sexo ha destruido la concepción tradicional del matrimonio y la familia. La legislación sobre la "memoria histórica" entraña una ruptura de la concordia nacional y un agravio al derecho a la libertad de investigación y de expresión. Y ya está preparado el proyecto de ley de no discriminación e igualdad de trato, de naturaleza totalitaria.

      Estos son los elementos principales de este proyecto de ingeniería social, que persigue la modelación de la sociedad y sus costumbres a los dictados del poder político. Un poder que, por cierto, nunca ha obtenido la mayoría absoluta, que sí lograron González y Aznar. Sus raíces ideológicas quizá se encuentren, si es que se encuentran en algún lugar, en el nihilismo derivado del posestructuralismo francés. Y su objetivo es el combate contra el cristianismo y el liberalismo (y no cabe olvidar a este último). Todo proyecto de ingeniería social es enemigo de la libertad. Este lo es también del cristianismo, y, más concretamente del catolicismo. Se trata de derruir los fundamentos católicos de la sociedad española, por más que se invoque solo la aconfesionalidad del Estado y la libertad religiosa.

      Y, de manera solo aparentemente paradójica, se ataca a la libertad mientras se reconocen "nuevos derechos". Por lo demás, los derechos no son creaciones ni concesiones del Gobierno, como si se tratara de un nuevo señor feudal democrático que dispensa derechos a sus vasallos agradecidos. Los derechos solo se reconocen y garantizan, pero no se crean. Además, esta apoteosis de los derechos los convierte en enemigos de la libertad. Y no es extraño. Kant afirmó que tener un derecho es tener la capacidad de obligar a los demás. Todo derecho entraña deberes y obligaciones para uno mismo y para los demás. Desde el aborto al aire limpio. Si abortar, contra todo derecho y razón, se convierte en un derecho, generará obligaciones para el personal de la Sanidad y, en general, para toda la sociedad. Si uno tiene derecho a no aspirar humo de tabaco ajeno, se limitará necesariamente el derecho a fumar en espacios públicos. Y así podríamos continuar con otras limitaciones a la libertad, unas justificadas y muchas no, en el nombre de los derechos Los deberes se cobran así su venganza, y el dispensador de derechos se convierte en generador de cargas y obligaciones.

      Quizá no exista un síntoma más rotundo de que un gobierno se desliza por la pendiente que conduce al totalitarismo que su pretensión de erigirse en autoridad espiritual. Y esto se manifiesta en su designio de que las leyes por él aprobadas, no por cierto las aprobadas por la oposición cuando estaba en el poder, constituyen la única y verdadera moral exigible a todos. Todo gobernante autoritario pretende que su Derecho se convierta en moral. No quiere rivales. El poder temporal pretende suplantar hoy al poder espiritual. Y esto solo es posible cuando el poder espiritual está vacante.

      Ortega y Gasset afirmó en La rebelión de las masas que Europa se había quedado sin moral. Parece que seguimos así, pues, si la hubiera, no podría fabricarla a su antojo el Gobierno. Al final del segundo volumen de La democracia en América, afirmó Tocqueville que las naciones democráticas de sus (nuestros) días no podían evitar la igualdad de condiciones en su seno, pero que de ellas dependía que la igualdad condujera a la libertad, la civilización y la prosperidad, o al despotismo, la barbarie y la miseria. De nosotros, me refiero a los españoles, depende, pero mucho me temo que hayamos emprendido el camino equivocado. Pero el futuro no está determinado, y podemos cambiar el rumbo. Mas conviene advertir que no se trata solo de un cambio de Gobierno, con ser este necesario y urgente, sino de algo mucho más profundo y difícil: la restauración de la moral. Por eso, el único modo de combatir el proyecto de ingeniería social consiste en emprender otro proyecto alternativo de regeneración intelectual y moral. La política, imprescindible, vendrá después y de suyo. Están en juego la libertad, la civilización y la prosperidad.

Ignacio Sánchez Cámara es Catedrático de Filosofía del Derecho
ABC / ALMUDÍ

domingo, 29 de mayo de 2011

El “cielo” de Hawking

   Hawking tiene realmente “razón”. Su “cielo” no existe.  Ese “cielo” que, en sus palabras, “es un cuento de hadas para los que tienen miedo a la muerte, para los que temen la oscuridad”.

   Efectivamente, ese “cielo”, el “cielo” de Hawking no existe. Y a Dios gracias. ¿Para que tenía que existir un “cielo” tan inútil?

   A los hombres jamás se les hubiera ocurrido inventarse un “cielo” para calmar sus temores a la muerte; sencillamente, porque si el Cielo no existiera, jamás el hombre hubiera tenido el mínimo temor a la muerte. Como no tiene “miedo a la muerte” ni la hormiga, ni el gato, ni el orangután, ni el jilguero, ni la mariposa, ni el pez más escuálido ni la ballena más voluminosa.

   ¿Por qué Hawking tiene esa preocupación de un “cielo” que no “existe”? Me viene a la cabeza un par de escolios de Gómez Dávila: “El ateo nunca le perdona a Dios su inexistencia”; “Es más fácil creer en los dioses del Olimpo o de los Indigitamenta que en la inexistencia de Dios”.

   Hawking es muy libre de seguir haciendo afirmaciones sobre “dios”, sobre “el cielo”. ¿Añora quizá el Cielo que sí existe, el Dios que sí existe? Quizá eso podría explicar que vuelva de vez en cuando sobre estos temas. ¿Busca acaso que alguien le convenza de que la existencia de Dios está fuera del alcance de sus fórmulas físico-matemáticas? Y que, por consiguiente más allá de la razón existe la Fe, una Fe tan llena de inteligencia como la razón misma.

   Reconozco que rezo para que Hawking abra su inteligencia, su prodigiosa inteligencia a la Fe. La Fe cristiana no se opone, en absoluto, al saber científico. Al contrario, la Fe amplía el horizonte de nuestro conocimiento y empuja el corazón del hombre a  conquistar cada más profundamente  el conocimiento del universo.

   “Dejadme ir a la casa del Padre”. Juan Pablo II, y con él muchos otros hombres y mujeres, no han tenido ningún miedo a la muerte. No se inventaron nada, ni tuvieron la más mínima necesidad de “cuentos de hadas”. ¿Qué sentido tiene inventarse algo que ya existe? Sencillamente descubrieron en el fondo de su corazón “lo que el Señor tiene reservado para quienes le aman”: el Cielo, el Amor de Dios.

   Quizá algún día Hawking amplíe el horizonte de su visión del mundo, de su visión de la Creación –que no cabe, ciertamente, en ninguna fórmula matemática. Y entonces se dará cuenta de que  el hombre es lo suficientemente inteligente para ser consciente de que su vida no acaba aquí.

   Y no necesitará ni temblar ante la muerte, ni buscarse un refugio en un “cuento de hadas”. Sencillamente dirá, con serenidad y paz: “Dejadme ir a la casa del Padre”.

 Ernesto Juliá Díaz
RELIGIÓN CONFIDENCIAL

sábado, 28 de mayo de 2011

Abramos los ojos... ¿son las sedaciones eutanasias?

Abramos los ojos... ¿son las sedaciones eutanasias?

En la sedación el parámetro de respuesta es la del alivio del síntoma con un indeseable efecto de acortamiento de la vida, siendo en la eutanasia la muerte rápida del paciente
Morirse no es lo que era y los entierros tampoco. Las misas, las oraciones y hasta el llanto por la pérdida han sido sustituidos por interpretaciones de Vivaldi en vivo y directo, y por parlamentos, más o menos logrados, de algún familiar o de un amigo con vocación de orador, capaz de convertir los vicios del difunto en virtudes. También ha cambiado la forma de afrontar la muerte, si ésta tarda en llegar, pues lo importante es que el moribundo no sea consciente del trance que se avecina y que el sufrimiento sea el objetivo a eliminar, aunque así eliminemos al que sufre. 
      Pronto tendremos una nueva ley, anunciada para el mes de mayo, que regulará nuevas formas de morir. En este proyecto de ley se habla de la sedación como un derecho del paciente, pero ¿puede el enfermo o la familia exigir una sedación? La nueva ley de regulación del aborto dejó sin protección a los no nacidos para inventar un supuesto derecho de la madre a abortar, por lo que cabe pensar que hablar de nuevos derechos para que las sedaciones se realicen a petición del enfermo y no por un criterio del profesional, puede ser la puerta de entrada a la eutanasia, un coladero de homicidios intencionados por razones de sufrimiento o enfermedad crónica o terminal. ¿Qué son acaso las llamadas sedaciones de confort para acabar con el sufrimiento, pero que acaban con el que sufre?.
      La sedación debe tener siempre una indicación médica y por tanto está bajo un criterio profesional. El paciente tiene derecho a ser atendido, a que se controle los síntomas de dolor, a no ser abandonado, pero nunca a un tratamiento que no esté indicado, o que le provoquen la muerte. Por encima de las leyes están las conciencias personales, que formadas en el respeto al moribundo, darán la buscada excelencia profesional, también en el proceso de morir. Formar a las personas es más adecuado que una ley para promover actitudes pues una línea invisible separa la sedación de la eutanasia que el profesional bien formado debe conocer. 
      La sedación puede estar médicamente indicada y no presentar dilema moral alguno o también puede ser una forma encubierta de eutanasia cuando no está indicada y es utilizada para acabar con un enfermo. La sedación se diferencia de la eutanasia, en la intencionalidad ya que la sedación buscaría aliviar unos síntomas determinados y la eutanasia buscaría provocar la muerte para liberar al paciente de sus padecimientos. 
      Se diferencia también en el propio proceso de administración de los fármacos que en la sedación buscará la dosis y respuesta adaptada a cada paciente y en la eutanasia buscará la garantía de una muerte rápida. Por último, en la sedación el parámetro de respuesta es la del alivio del síntoma con un indeseable efecto de acortamiento de la vida, siendo en la eutanasia la muerte rápida del paciente. 
      ¿Quién puede distinguir los matices éticos entre sedación, médicamente indicada, y eutanasia? Evidentemente el que hace la acción, el que la realiza, por este motivo las leyes enredan y distorsionan con sus indicaciones pues lo necesario, lo urgente para no vulnerar el derecho fundamental a la vida, es una formación ética profunda para que el profesional siempre respete al enfermo, viviendo o muriendo.

Isabel ViladomiuIsabelViladomiu.blogspot.com / Almudí

El borrador de ‘Ley de Muerte Digna’ introduce prácticas eutanásicas y lesiona derechos: LEER AQUÍ


viernes, 27 de mayo de 2011

Segundo volumen de un libro sobre las enseñanzas del fundador del Opus Dei

Segundo volumen de un libro sobre las enseñanzas del fundador del Opus Dei
   «En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria...»

      “Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de san Josemaría” es el título del libro de E. Burkhart y J. López en la que exponen teológicamente, de modo sistemático, el conjunto del mensaje de san Josemaría acerca de la santificación del trabajo profesional y de la vida cotidiana.

       De esta obra acaba de aparecer el segundo volumen que trata de la filiación divina, la libertad y las virtudes cristianas en la enseñanza del fundador del Opus Dei.

      El primer volumen fue publicado hace seis meses y ha visto ya dos ediciones. Se abre con una Parte preliminar que ambienta al lector en los precedentes históricos y en el contexto cultural y teológico del mensaje de san Josemaría: un mensaje cuya novedad es la de ofrecer una espiritualidad laical y secular que hunde sus raíces en la tradición de la Iglesia. 

    Después de estos preliminares, los autores pasan a la Primera parte de la exposición sistemática, centrada en el tema de la finalidad última de la vida cristiana. San Josemaría la expresaba con las siguientes palabras: «Hemos de dar gloria a Dios (…); y por eso queremos que Cristo reine (…); y exigencia de su gloria y de su reinado es que todos, con Pedro, vayan a Jesús por María»

     Dar gloria a Dios procurando ser contemplativos en medio del mundo; buscar que Cristo reine, poniéndole en la entraña del trabajo profesional y de todas las actividades humanas; y cooperar con el Espíritu Santo en la edificación de la Iglesia por la santificación y el apostolado, haciendo de la Eucaristía el centro y la raíz de la propia vida, son los temas de los tres capítulos de esta Primera Parte que desgranan esa orientación última que el cristiano ha de buscar en todo momento, en cualquier cosa que realice.

      En el segundo volumen, que acaba de ver la luz, los autores se preguntan qué sucede en el cristiano cuando, bajo la acción de la gracia divina, trata de orientar su vida de esa manera. Encuentran la respuesta en una sugestiva afirmación de san Josemaría: El cristiano es (y ha de ser cada vez más) un «alter Christus, ipse Christus»: «otro Cristo, el mismo Cristo»

     Para estudiar en qué consiste la identificación con Jesucristo, desarrollan tres temas centrales en las enseñanzas de san Josemaría. En primer lugar, la filiación divina adoptiva que el cristiano ha recibido en el Bautismo y que le ha de llevar a comportarse en todo como hijo de Dios. Para san Josemaría, el “sentido de la filiación divina” es el fundamento que ha de poner un cristiano para edificar su vida espiritual. 

      El segundo tema resulta insólito en un libro de este género, pero los autores advierten que es imprescindible para comprender las enseñanzas de san Josemaría: es el tema de la libertad cristiana, don propio y característico de la dignidad de un hijo de Dios, realidad cargada de consecuencias que san Josemaría despliega ampliamente, hasta el punto de haber sido definido como “maestro de libertad cristiana”

      
     Tercer y último tema de este volumen es la caridad y las demás virtudes cristianas que manifiestan la identificación con Cristo y la desarrollan. El amor es la esencia de la vida de un hijo de Dios, pero necesita de las virtudes humanas, a las que san Josemaría concede gran importancia para vivir la vida de Cristo, “perfecto Dios y perfecto hombre”

      Al final del volumen II se encuentra un interesante apéndice titulado “Amor filial y amor esponsal” en el que los autores explican por qué san Josemaría emplea principalmente el lenguaje propio de la filiación divina y la relación que tiene con la tradicional metáfora esponsal. 

      La publicación del tercer volumen está prevista para octubre de 2011, con los temas sobre la santificación del trabajo profesional y de la vida familiar y social, la lucha por la santidad y los medios de santificación y apostolado de que dispone el cristiano. Concluye con un epílogo sobre la “unidad de vida”, noción que sirve a los autores para compendiar el conjunto de la enseñanza de san Josemaría, y con una reflexión acerca del valor de estas enseñanzas para la Teología, tomando ocasión de unas palabras del cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, sobre su figura y su mensaje.

      Los autores han realizado este estudio a partir de la canonización de san Josemaría en 2002, acudiendo a todos sus escritos y textos procedentes de la predicación, tanto publicados como pendientes de publicación. Actualmente se trabaja en la edición crítica de sus obras completas, por parte del Instituto Histórico Josemaría Escrivá.

Almudí

jueves, 26 de mayo de 2011

El sentido cristiano de la sexualidad

El sentido cristiano de la sexualidad

«Espléndida síntesis de la teología del cuerpo y del amor, que enlaza la reflexión de Juan Pablo II con la perspectiva de Benedicto XVI, ya expresada en su primera encíclica, ‘Deus caritas est’»

        El mismo día que Juan Pablo II sufrió el atentado en la plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981, tenía previsto anunciar la creación del Instituto Pontificio Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia.
  
      En el XXX aniversario de este instituto, el Papa actual les ha sugerido una nueva tarea: «Conjugar la teología del cuerpo con la del amor para encontrar la unidad del camino del hombre: este es el tema que quisiera indicaros para vuestro trabajo». Y les ofreció algunas orientaciones. 

El lenguaje del cuerpo
Durante el tiempo de la vida —les explicaba— el cuerpo ha de ir estableciendo una alianza con el espíritu. «De hecho, lejos de oponerse al espíritu, el cuerpo es el lugar donde el espíritu habita». Y con esta luz «es posible entender que nuestros cuerpos no son materia inerte, pesada, sino que hablan, si sabemos escuchar, con el lenguaje del amor verdadero». Y así el Papa desemboca en el conocido tema del “lenguaje del cuerpo” desde una perspectiva cristiana. 

      ¿De qué nos habla el cuerpo? A la luz de la revelación bíblica, el cuerpo humano nos recuerda la creación del hombre, y, por tanto, de Dios: «Me plasmaste en el seno de mi madre» (Sal 139,13). En consecuencia, «sólo cuando reconoce el amor original que le ha dado la vida, el hombre puede aceptarse a sí mismo, puede reconciliarse con la naturaleza y con el mundo»

El sentido bíblico de la sexualidad: recibirse para darse
Desde el lenguaje del cuerpo se pasa al sentido de la sexualidad. Según el Génesis, el hombre y la mujer se encuentran, al principio, «un lenguaje que no han creado, un eros radicado en su naturaleza, que les invita a recibirse mutuamente del Creador, para poder, de esta manera, donarse». Se trata de una “nueva creación”, la vida de los dos en una sola carne. 

      «La verdadera fascinación de la sexualidad nace de la grandeza de este horizonte que se abre: la belleza integral, el universo de la otra persona y del ‘nosotros’ que nace de la unión, la promesa de comunión que allí se esconde, la fecundidad nueva, el camino que el amor abre hacia Dios, fuente de amor». Un camino en el que «el cuerpo nos enseña el valor del tiempo, de la lenta maduración en el amor»

      Así se llega a comprender el sentido positivo de la castidad matrimonial: «Desde esta perspectiva, la virtud de la castidad recibe un nuevo sentido. No es un ‘no’ a los placeres y a la alegría de la vida, sino el gran ‘sí’ al amor como comunicación profunda entre las personas, que exige tiempo y respeto, como camino hacia la plenitud y como amor que se convierte en capaz de generar la vida y de acoger generosamente la vida nueva que nace»

      Tal es el “diseño original” de Dios sobre la sexualidad. Pero el pecado alteró ese lenguaje positivo del cuerpo y ese horizonte, fascinante y bello, de la sexualidad. Y por eso ahora el cuerpo contiene también un lenguaje negativo (“nos habla de la opresión del otro, del deseo de poseer y disfrutar”), como resultado de la caída. 

      Y así queda estropeado el lenguaje del amor mutuo, su horizonte y su fruto: «Cuando se lo separa de su sentido filial, de su conexión con el Creador, el cuerpo se rebela contra el hombre, pierde su capacidad de hacer brillar la comunión y se convierte en terreno del que se apropia el otro». Y observa Benedicto XVI: «¿No es quizás, éste el drama de la sexualidad, que hoy permanece encerrada en el círculo estrecho del propio cuerpo y en la emotividad, pero que en realidad puede realizarse sólo en la llamada a algo más grande?»
 
La familia: donde la teología del cuerpo y la teología del amor se unen
¿Y la solución? Está en lo que Juan Pablo II llamaba “humildad del cuerpo” o “la redención del cuerpo”. Es decir, en reconocer que solos no podemos arreglar el lenguaje del cuerpo, recuperar la fuerza de su bella promesa, y necesitamos de Dios. Pues bien, el proyecto divino de la sexualidad se manifiesta y realiza en la familia. En la familia se unen y se restauran el lenguaje del cuerpo y el sentido del amor. Vale la pena transcribir íntegro el argumento de Benedicto XVI: «La familia, es decir el lugar donde la teología del cuerpo y la teología del amor se une. Aquí se aprende la bondad del cuerpo, el testimonio bueno de su origen, en la experiencia del amor que recibimos de los padres. Aquí se vive el don de sí en una sola carne, en la caridad conyugal que une a los esposos. Aquí se experimenta la fecundidad del amor, y la vida se entrelaza a la de las otras generaciones. Es en la familia donde el hombre descubre su relación, no como individuo autónomo que se autorrealiza, sino como hijo o hija, esposo o esposa, padre o madre, cuya identidad se funda en el ser llamado al amor, a recibirse de otros y a darse a los otros»

      Ese proyecto divino sobre el cuerpo y la vocación al amor puede recuperarse y realizarse con creces porque lo asumió el Hijo de Dios: «Como Hijo, recibió el cuerpo filial en la gratitud y en la escucha del Padre y ha dado este cuerpo por nosotros, para generar así el cuerpo nuevo de la Iglesia». Por eso en la Iglesia, familia de Dios, la vocación al amor «es una llamada a la comunión de las personas en la doble forma de vida, de la virginidad y del matrimonio». Y encuentra como raíz y anticipo la figura de María: «En su cuerpo de mujer ha tomado cuerpo aquel Amor que genera la Iglesia»

      Estamos ante una síntesis espléndida de la teología del cuerpo y del amor, que enlaza la reflexión de Juan Pablo II con la perspectiva de Benedicto XVI, ya expresada en su primera encíclica, Deus caritas est. Una certera pauta para la pastoral matrimonial y prematrimonial, y para la educación sexual de los jóvenes y adolescentes.

Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra

iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com / Almudí

miércoles, 25 de mayo de 2011

Si una revista se desnaturaliza es algo serio, y, si se llama "Nature", aún más

      Uno espera, al leer una revista científica, encontrar ciencia en ella, pero no es así en el caso que nos ocupa
     Therese Deisher es una científica americana que está sufriendo las consecuencias de la desnaturalización de Nature. En un artículo publicado en el número 156, volumen 470, del 10 de febrero pasado, escrito por Meredith Wadman, esta corresponsal de la revista en Washington hace méritos para ser contratada de inmediato por cualquier publicación de la llamada “prensa amarilla”.
      Uno espera, al leer una revista científica, encontrar ciencia en ella, pero no es así en el caso que nos ocupa, al menos en el artículo al que hacemos referencia, en el cual la Dra. Deisher es vilipendiada de un modo rastrero, simplemente por hacer uso de su libertad en el ejercicio de su profesión científica: la doctora está a favor de la investigación con células madre adultas y no le parece bien la investigación con células madre embrionarias, sencillamente porque, como otros muchos científicos, sabe que el embrión es un ser humano en su primera fase de desarrollo.
      Y, actuando en consecuencia, junto con otro colega, ha denunciado al gobierno americano en un intento de detener el gasto de millones de dólares que se piensa dedicar a la investigación con células madre embrionarias, con la consecuente disminución de las subvenciones para la investigación con células madre adultas. De acuerdo con la información que suministra el propio artículo, la denuncia está basada en que la guía para la concesión de subvenciones para la investigación editada por el Instituto Nacional de la Salud (NHI) contraviene una ley vigente, la enmienda Dickey-Wicker, que prohíbe subvencionar una investigación en la cual se destruyan embriones humanos.
      Esta denuncia no ha gustado nada a muchos, entre ellos a Meredith Wadman y por eso ataca a Deisher sin aportar ni un solo argumento científico. Parece ser, a juicio de Wadman, que el hecho de que la científica renegase de su fe católica y posteriormente haya vuelto a ella, la ha convertido en un ser peculiar: se levanta temprano, reza el rosario mientras pedalea en su bicicleta estática; vive en un mar de contradicciones: mientras ella es pro-vida sus amigos son liberales... Y uno se pregunta: pero ¿qué tiene todo esto que ver con las células madre adultas o embrionarias? ¿qué tiene de malo que una persona durante un tiempo piense que un embrión es un puñado de células y más adelante, porque lo ha estudiado científicamente, lo vea como un ser humano?
      Si Wadman se hubiera molestado en contestar el testimonio que Deisher presentó ante el Tribunal para fundamentar su postura, entonces sí que le habría resultado un artículo científico, pero no ha sido así. De ahí que le haya salido un artículo de “prensa amarilla”.
      El testimonio de la doctora Deisher se dedica en gran parte a criticar la declaración del Dr. Collins, director del National Institutes for Health en su defensa de la obtención de fondos para la investigación de células madre embrionarias. No es este el lugar para estudiar a fondo la declaración de Collins y el testimonio de Deisher, pero creo que son muy ilustrativos dos de los párrafos del testimonio que no me resisto a citar:
    «La Declaración de Collins afirma que “se han llevado a cabo notorios progresos al caer en la cuenta de los posibles beneficios de la investigación con células madre embrionarias”. Por demás, esta afirmación no está contrastada por ninguna evidencia fáctica (por ejemplo, citas publicadas o ejemplos textuales), e ignora los significativos fallos y los problemas asociados a la investigación con células madre embrionarias que están identificados en el documento administrativo, incluyendo que la investigación con células madre adultas no conducirá a unos resultados terapéuticos seguros porque estas células no son células normales; no se diferencian en las deseadas células adultas fenotípicas sino en células fenotípicas fetales inmaduras; no se requieren para la investigación si se utilizan otras células pluripotenciales; pueden producir tumores cuando son inyectadas en el cuerpo del paciente; biológicamente son recambios inadecuados para las células madre adultas que se han perdido. En consecuencia, las células madre embrionarias no han demostrado éxito alguno en aplicaciones terapéuticas».[1]
    «Por contraste, el documento administrativo y otra literatura publicada recientemente dejan claro que las células madre adultas ya han producido beneficios terapéuticos positivos publicados para pacientes heridos en la médula espinal incluyendo pacientes con dolencias crónicas (durante quince años)»[2].
      El juicio va para largo y probablemente terminará en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Mientras tanto la Corte de Apelaciones del circuito del Distrito de Columbia, un escalón por debajo del Tribunal Supremo, ha de dar un veredicto. Wadman señala que si el Tribunal da la razón a Deisher «se cerrarán una vez más cientos de experimentos con células madre embrionarias humanas que posiblemente habrían sido para bien». Desgraciadamente para Nature los argumentos científicos esta vez no cuentan. Confiemos que sea una fiebre pasajera.
Artículo original, en Nature
Vicente Font BoixTemesD´Avui.org / Almudí
__________________
[1] The Collins Declaration asserts that “remarkable progress has already been made in realizing the possible benefits of hESC research.” (Collins Decl. 6.) Yet this assertion is not supported by any factual evidence (e.g., published citations or textual examples), and ignores the significant failures and problems associated with hESC research that are identified in the administrative record, including that hESC research will not lead to safe therapeutics because hESC are not normal cells; they do not differentiate into desired adult phenotype cells, but to fetal, immature phenotype cells; they are not required for research using other pluripotent cells; they may form tumors when injected into a patient´s body; they may be rejected by a patient´s immune system; and they are biologically inadequate replacements for lost adult stem cells. As a result, embryonic stem cells have shown no success in therapeutic applications.
Puede verse el testimonio completo de Therese Deisher aquí
[2] By direct contrast, the administrative record and recent published literature make clear that adult stem cells have already produced published positive therapeutic benefits for spinal cord injury patients, including patients who had chronic injury (up to 15 years).

martes, 24 de mayo de 2011

TEOLOGÍA EN LA PUERTA DEL SOL

    No me sorprende el movimiento originado por los indignados de la puerta del Sol. Respeto a todo el mundo. Lo que me sorprende en los ambientes en los que me muevo, sobre todo entre jóvenes, es cierta sublimación de este movimiento. Este artículo de un especialista es clarificador.

    La utopía acampó en la puerta del sol cuando las gaviotas del PP han emprendido el vuelo. No es Tomás Moro, es Tommaso Campanella con su imaginaria ciudad del sol quien ha inspirado a la comunidad humana de la expresión del deseo. Las fachadas de los edificios circundantes rememoran los clásicos murales de derramadas lágrimas confusas de ideologías que pertenecen a la historia, mezcladas con narraciones de vida, de drama, de sufrimiento. Lo real es lo humano. Mucho se ha escrito sobre la Iglesia, el cristiano y lo cristiano en la puerta del sol, kilómetro cero de confusión. 

    Teólogos de última hora, de teología asamblearia, se han apresurado a felicitar a los jóvenes allí reunidos por su espíritu evangélico; comunidades cristianas del mundo red alientan la presencia de sus miembros en esa urbe incógnita de manos negras y blancas. Todo muy humano, todo muy primigenio, primitivo y primario. Todo muy político y nada político. No estaría de más que quienes se han apresurado a bendecir el deseo insatisfecho del corazón del hombre, las legítimas reivindicaciones mezcladas de restos de ideologías que ya han enseñado sus fauces en la historia, leyeran el último libro de Klaus Berger sobre los primeros cristianos para saber quiénes eran los primeros y porqué eran cristianos. ¿Cómo evangelizar a quienes viven en la puerta del sol?

    El tiempo todo lo cura y la explosión de ingenuidad histórica pasará, o quizá se agudice con los nuevos vientos de la política española. La sociedad transita por una vía y la puerta del sol se convierte en territorio extraterrestre. De momento, L´Osservatore romano no ha escrito nada. Esta semana el cardenal Rouco comparece socialmente, bueno, esto lo hace cada vez que visita una parroquia, celebra la Santa Misa, y seguro que le preguntarán por el territorio humano, social, geográfico, exento siempre, de la puerta del sol. Han pasado los días de los efluvios electorales y el sentido de la concentración se pierde en el romanticismo. El cardenal Rouco va a hablar de la JMJ, Madrid capital mundial de la Juventud, qué Juventud, distinta Juventud, en el próximo mes de agosto. La puerta del sol es un previo de claroscuros para preparar la visita del Papa. Ahora le toca mover ficha al gobierno. Distancia sideral entre la puerta del sol y cuatro vientos.

    Hannah Arendt se preguntó qué es la política. ¿Es política lo que se hace, lo que se dice, lo que se vive en la puerta del sol? La política, respondió, “no es un mal necesario para la supervivencia  de la humanidad”. La puerta del sol no es un mal necesario para la supervivencia del progresismo, también del eclesial, tampoco del eclesial. La política de la puerta del sol sirve para consentir la libre expresión de la espontaneidad naturalista. Existe la política sin el enemigo, por más que lo diga Schmitt, Strauss o Freund.   
    Pero el enemigo está dentro de nosotros, de lo humano, y sólo la gracia del encuentro con Cristo es capaz de invitar al enemigo de oropeles ideológicos a levantar el campamento del deseo insatisfecho, travestido de intereses inconfensables auspiciados por el dinero del ministerio de asuntos sociales, que ha financiado, desde hace ya unos cuántos años, la perversión utópica de la juventud española. Lo digan las encuestas o lo digan los encuestadores. La finalidad de la polis es la vida virtuosa. También en la puerta del sol. También para Tommaso Campanella.

  
                    José Francisco Serrano Oceja

lunes, 23 de mayo de 2011

El disputado voto de los indignados

  Buenas reflexiones del Dr. Viladrich sobre los indignados de Sol 

Indignados, defraudados, engañados y hastiados somos muchos millones. Y lo somos desde hace años. En mi caso –por fortuna no he sido el único- he venido denunciando por escrito, desde bastante antes de esta nefasta legislatura, los pasos del proceso de degradación, corrupción y colapso de nuestro Estado de Derecho y democracia. Era tan grave nuestra crisis económica y financiera, la de las instituciones que debían garantizar la separación de poderes y el control de la arbitrariedad, de la identidad nacional y organización territorial, de la errática y estúpida política exterior, del déficit público y el endeudamiento insoportable, del brutal desempleo general y juvenil, del fracaso del sistema educativo, del objetivo empobrecimiento de la mayoría y de la descomposición de los valores personales y sociales…, que resultaba incomprensible la falta de reacción ciudadana, salvo que, como se dijo tantas veces, la sociedad española estuviera ahogada en diversos cloroformos. 

   Nunca creí que el pueblo español se administrase opiáceos y botellones ante la desesperada mirada de sus dirigentes políticos y financieros, empeñados éstos en salvarle de semejante suicidio. Más bien, al contrario, a cierta clase dirigente de la alta política y los grandes negocios le ha venido de perlas la anestesia, las mentiras y la mordaza. Partitocracia y plutocracia. Y las causas profundas de esas dos enfermedades de una democracia real son dos perversiones. Una en la gobernanza política, que consiste en corromper la finalidad del poder, que es servir al bien común del pueblo, para pasar ese poder a servirse a sí mismo. La otra, en el gobierno financiero y empresarial, que sustituye la creación de riqueza y empleo, el amor productivo y competitivo al valor añadido al producto, y la providencia hacia la vida de la empresa, por la codicia de lucro ilimitado para unos pocos dirigentes-tiburones, aunque sea especulativo y a costa de la empresa, del producto y sus empleados. Ambas perversiones requieren, por naturaleza, de la mentira, la ocultación de la verdad y la desinformación sistemática. Así estamos como estamos, es decir, cayendo al precipicio. ¿Cómo no va a haber un estado volcánico de justificada indignación?

    La acampada de la Puerta del Sol –y otras significadas plazas- ha sabido aprovechar la infección y airear públicamente el pus. Y súbito, al margen de importantes matices que luego veremos, se han producidos dos puntos sin retorno. El primero, que ya no será posible regresar a la anestesia y a las mordazas anteriores. El segundo, que los males que la ciudadanía indignada padece son más profundos y extensos que las capacidades para curarlos de sus improvisados caudillos de última hora. La iniciativa de la agenda política, lo que mueve a los ciudadanos, ya no está en manos de las cúpulas de diseño electoral de los actuales partidos políticos, sino de movimientos, grupos activistas y redes sociales cuya identidad, programas, intenciones, liderazgo y control, además de heterogéneos, están en fase de gestación y consolidación. Pero la enfermedad del sistema político, económico y social español supera los recursos de un grupo de curanderos, que eso son los grupúsculos ideológicos de activistas. La enfermedad española va a necesitar equipos médicos muy cualificados y en múltiples áreas de la medicina. La indignación era imprescindible, pero es insuficiente. 

   Las acampadas, lo mismo. Pero a estas alturas, pedir más Estado, nacionalización de los bancos, seguir encorsetados con lo de izquierdas y derechas - indios y rostros pálidos, buenos y malos-, o no haber caído en cuenta que, en una sociedad avanzada, la enseñanza como la sanidad no se distingue tanto entre pública y privada, cuanto entre la buena y la mala –y otros tópicos rancios- es constatar que nos sobran curanderos y nos faltan médicos.

    De manera que se impone armarse de bisturí para diferenciar a los indignados, que somos millones, respecto de los pastores de última hora que pretenden pastorear el rebaño ciudadano. ¿Por dónde y con quién andaban durante todos estos años de degradación democrática? Sugiero identificar pronto a esos pastores que, tras adular a los indignados, no traen más que palo y perro para la sociedad. Soy demasiado veterano para no recordar las históricas veces que los grupos anarquistas y comunistas, en nombre de una democracia real, en realidad me están preparando un régimen estatal donde las libertades de la persona y de la sociedad son secuestradas. Paso de acampadas en cuyo útero algunos me gestan una reedición cubana, venezolana, u otro intento a la hispana de socialismo real. Quiero más verdad, honestidad, libertad, representatividad y eficiencia en la gestión pública. Lo que no quiero es, en nombre del derribo de la partitocracia y la plutocracia, el régimen de pensamiento y partido únicos. Una cosa es estar enfermo, y otra muerto.

    A río revuelto, ganancia de pescadores. Aunque patético, hay que tomar nota, a la hora de votar, de la cultura de la malicia de algunos partidos políticos intentando subirse al tren de la indignación popular. Los malos –decía Fedro- con tal de no perecer, pierden a los demás. La cosa ha sido más ostensible con el Partido Socialista e Izquierda Unida. En el caso de Zapatero, como en el del escorpión, miente por naturaleza. El que negó la crisis y prometió pleno empleo, el que ha gestionado la mayor pérdida de empleo, endeudamiento, déficit y empobrecimiento de nuestra historia y en menos tiempo, se nos apunta a las campadas. El gran drama de este hombre y del sector de izquierda que le apoya es no asumir jamás sus responsabilidades y el transferir las culpas a otros. La cosa rayaría lo cómico, si no viniese acompañada de circunstancias muy sospechosas. Conociéndole a él y a su ministro del Interior, es razonable no creer que ha sido casual y espontáneo lo de la Puerta del Sol y resto de acampadas. Si temían perder, les va romper la baraja, es decir, ahogar a todos, dinamitar el sistema. Porque el sistema ha sido la diana de los manifiestos de las acampadas. Y si es el sistema el que está muerto, entonces el resultado de las elecciones de hoy domingo nace muerto. Dicho de otro modo, si ganase el Partido Popular, su victoria quedaría deslegitimada. Hay más. Si se permite desde el Gobierno, como se ha hecho, incumplir las resoluciones de la Junta Electoral, del Supremo y del Constitucional, que exigen el cese de las acampadas por perturbar la jornada de reflexión y el mismo día de la votación, entonces se ha sentado un precedente de consecuencias tan peligrosas como impredecibles. El precedente es que, tras este exitoso e impune ensayo, se puede obstaculizar o algo más el libre proceso electoral de las próximas elecciones generales. No nos engañemos: en nombre de la democracia no se puede perturbar la democracia.

    En fin, si diferenciamos a los que estamos indignados de quienes vienen a pastorearnos, entonces este domingo, en nombre de nuestra indignación y a luz de conciencia singular, es hora de pedir cuentas a los mayores responsables del desastre, que son los que han gobernado mintiendo, despilfarrando y corrompiendo el Estado de Derecho. Quien ha roto los platos, debe pagarlos. El resto son cortinas de humo.

Catedrático de Universidad y Vicepresidente de Intereconomía
LA GACETA