Cuesta imaginarse a Joseph Pearce, experto en autores católicos ingleses, como un joven nacionalista radical. Acabó dos veces en la cárcel, pero en su camino se cruzaron Chesterton y, de forma inesperada, el amor de Dios. Hace 25 años, entró en la Iglesia católica
Ahora, publica Mi carrera con el diablo (ed. Palabra). Llevaba tiempo queriendo escribir sobre su conversión, pero ha esperado a que murieran sus padres, y a tener la madurez para contar su historia con sinceridad, justicia y respeto a los implicados.
Varios autores cristianos fueron importantes en su conversión. ¿Puede alguien convertirse sólo leyendo libros?
No. Siempre he aceptado que la gracia fue necesaria; pero, durante años, pensé que mi conversión fue un proceso racional. Me he dado cuenta de que lo fue, pero no sólo racional. Otro ingrediente importante es que mis enemigos me mostraran amor. Viví varios episodios así, y tuvieron mucha fuerza. A la vez que me acercaba racionalmente a la fe, estaba sanando. No podía salir sólo de mi fanatismo. Era un problema psicopatológico e irracional, y tenía que ser curado. Así que intervinieron tanto la razón como una curación por la gracia.