Gran parte de la educación consiste en enseñar a los hijos a ser capaces de aprender a dar y recibir una gran cantidad de amor.
Cuánto me impresionó el relato de un amigo sobre el mayor de sus hijos, tardoadolescente, problemático y con una conducta que se acercaba a la delincuencia, al que envió a un país asiático. La idea era sencilla: como él no sabía el idioma local, debería hablar necesariamente inglés; además, como no se encontraría con ningún otro español, éxito asegurado. Pero la realidad era que lo remitía a una pequeña institución que atendía a niños huérfanos, hasta conseguir que fueran acogidos por alguna familia.