Escribe Antonio Argandoña: Cuando trato de ayudar a una persona a que se comporte de manera moralmente correcta, debo tener en cuenta sus circunstancias, también fisiológicas.
Hace años leí que los estudios sobre el cerebro humano se desarrollaron mucho a propósito de un accidente que, me parece, ocurrió en Estados Unidos. Un hombre cariñoso, amable, buen vecino, cooperativo, siempre dispuesto a ayudar, trabajaba de guardabarreras −o sea, cuidaba de que el cruce de una carretera con el ferrocarril se cortase cuando estaba a punto de llegar un tren.
 Un día sufrió un accidente: un tren le golpeó y la produjo lesiones importantes en el cerebro. No perdió la vida, y pudo seguir haciendo vida casi normal, pero se convirtió en una persona malhumorada, malcarada, peleona, violenta… ¡Gran descubrimiento! Como los médicos sabían qué parte del cerebro había sido afectada por el accidente, acababan de aprender en qué parte del cerebro se sitúan esos componentes del carácter de una persona.