sábado, 20 de marzo de 2010
EDUCACIÓN PARA LA REVOLUCIÓN
Reproduzco el editorial de hoy de La Gaceta sobre los libros de Educación de la Ciudadanía publicados por Akal.
Si Akal no distribuyera sus manuales de Educación para la Ciudadanía entre escolares de 2º y 4º de la ESO de ocho comunidades autónomas, LA GACETA no habría publicado ni una línea sobre sus burdas viñetas. Pero la libertad de expresión acaba donde empiezan la libertad de los padres a elegir educación para sus hijos y el derecho a no ser discriminado por razones religiosas. Y ahí está el problema.
La editorial Akal arremete contra los valores occidentales, la Iglesia, el libre mercado y la familia. Pero su propietario, Ramón Acal, que ridiculiza el capitalismo, disfruta de un chalé de 384 metros cuadrados. Y mientras en unas viñetas satiriza al Papa, edita libros sobre el islam o la espiritualidad china. No sabemos si se ha enterado de que está en España, donde el Estado no debe romper la neutralidad ideológica y menos para inculcar consignas a adolescentes.
Además despide un aroma sectario y partidista: presenta a la derecha, como la caverna, (“derecha precivilizada”) y al “socialismo como la única esperanza que tiene la humanidad para frenar el capitalismo”. Efectivamente cabe calificar estos manuales de “material de apoyo”, pero para el partido en el Gobierno. Hábil utilización de las aulas para hacer propaganda electoral, troquelando cabecitas de futuros votantes.
Los autores de los manuales, marxistas declarados, satirizan al enemigo hasta la caricatura. Una táctica que recuerda a las de la izquierda revolucionaria, que trasladaba a la conciencia colectiva que los objetos de su burla no eran personas y ciudadanos, sino elementos perjudiciales para el progreso, esa utopía permanente a la que aspira la izquierda más radical. La estrategia es tan vieja como la revolución, y a veces se diría que son simples plagios de tantos fanzines subversivos que se han editado a lo largo de la historia: curas hipócritas y gordos que mueven a risa, señores con chistera y puro que esclavizan al proletariado, en fin, los mismos estereotipos, las mismas caricaturas editadas a millones en el siglo pasado. Pero además de proselitismo, las viñetas de Akal también consiguen hacer ricos a unos pocos. Y es que, aunque todavía les queda su admirada Cuba, los gurús progres hace tiempo que asumieron con entusiasmo la cara más simpática del capitalismo, la que les permite construir sus mansiones y dar un paseo en yate. Cebrián, Roures, Contreras o, a otro nivel, Ramón Acal, con su chalecito... todos pertenecen a ese soviet supremo de la pasta, especialistas en hacerse ricos con contratos públicos y concesiones administrativas. La izquierda caviar ve muy natural el cómodo disfrute de lujos y prebendas, porque ellos no se equiparan con el pueblo cubano, sino con sus dirigentes, a los que no les falta de nada. Intelectualmente aún viven al otro lado del Muro, y en privado, probablemente, a sus palacetes les llaman dachas.
En los libros de Akal, en los que se ataca a los ricos presentándolos como malvados explotadores, debieran guardar un espacio para explicar las excepciones. Por ejemplo, debieran quedar a salvo de su diatriba los que han hecho fortuna expandiendo el odio hacia los valores cristianos, o los que se forraron con contratos gubernamentales, o los magnates de la corrupción, o los de la ceja, que también tienen paletadas de dinero gracias a películas que no ve nadie pero que pagamos todos... o, en fin, a lo mejor les resulta más lógico dejar en paz sus exclusivas urbanizaciones y atacar a la clase media, que es a la que de verdad aborrecen.
LA GACETA
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