domingo, 21 de marzo de 2010
Cardenal Herranz: “El celibato sacerdotal es un tesoro” (II)
Reproduzco la segunda parte de una entrevista realizada por la revista de cuestiones pastorales de actualidad TemesD´Avui.org en la que el cardenal afronta algunas situaciones relativas al sacerdocio. La primera parte está en una de las entradas del jueves pasado en este mismo blog.
"El celibato sacerdotal es un tesoro para toda la Iglesia", explica el cardenal Julián Herranz, quien trabaja en la Curia romana desde 1960, donde ha estado al servicio de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
En los últimos años como Presidente del Consejo Pontificio para los Textos legislativos y Miembro de las Congregaciones para la Doctrina de la Fe, Obispos y Evangelización. Es Doctor en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Santo Tomás de Roma y Doctor en Medicina.
En su libro "En las afueras de Jericó", que ha tenido cinco ediciones, evoca con riqueza de datos y experiencias personales los años del Concilio y del sucesivo y actual periodo de aplicación.
--En Europa, y en otros países o regiones, parece que estamos pasando lo que algunos llaman un invierno de vocaciones sacerdotales. ¿Cómo ve la recuperación?
--Julián Herranz: Para precisar la situación puede ser útil una gráfica expresión italiana: "a macchia di leopardo". Las manchas en la piel del leopardo sirven para describir fenómenos diferenciados en la geografía de un país o de una región. Eso es lo que sucede en este tema. En Europa, algunos países han sufrido un auténtico invierno de persecución religiosa y de deshumanización de la sociedad bajo el marxismo, y ahora gozan con una espléndida primavera de jóvenes que sienten la llamada de Cristo al sacerdocio. En otras naciones -como Polonia-, incluso bajo esa persecución surgían abundantes vocaciones sacerdotales.
Como mencionaba antes a propósito de la fragilidad del hombre ante el placer, la sociedad del bienestar en otros países europeos o americanos, con más comodidades, hace más difícil también la decisión de seguir a Jesús, como le pasó al joven rico que rechazó la invitación a darse del todo. Aún así Cristo atrae y el Espíritu Santo suscita deseos de entrega total a Dios, de paternidad espiritual, de evangelización para llevar la luz del Resucitado al mundo, de vivir no para ser servidos, sino para servir a todos. En países o diócesis antes con mucho clero -como en España- después de un descenso notable, se observa ahora una mejora en calidad y en cantidad de vocaciones.
Así ha sucedido, por ejemplo, en mi diócesis de origen, Córdoba. Durante el vendaval de la llamada crisis post-conciliar, se sufrió el abandono de muchos sacerdotes y la falta de vocaciones. El seminario permaneció cerrado durante doce años. Ahora, gracias a Dios, todo ha cambiado: hay tres seminarios -mayor, menor y misionero- con 54 seminaristas mayores y 40 menores; en los últimos seis años han sido ordenados 41 sacerdotes y 120 de los 284 sacerdotes de la diócesis tienen menos de cuarenta años. Casos semejantes he conocido personalmente en Italia y Francia, y los está empezando a haber en otras naciones europeas.
ZENIT
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