sábado, 6 de marzo de 2010
SI DIOS NO EXISTE, NO HAY VERDAD
Os presento una entrevista al filósofo Robert Spaemann publicada por Alfa y Omega
«Sólo la unicidad de Dios asegura al hombre la verdad, más allá de todo dogmatismo relativista», dice el filósofo Robert Spaemann. Mientras hoy día el predominio del cientificismo (¡no de la ciencia!) relega al olvido la pregunta sobre el Creador, el filósofo alemán refresca una sana apologética para afirmar que es racional creer en Dios. Docente emérito en la Universidad de Munich, Spaemann afronta, en esta entrevista publicada con el diario Avvenire, la cuestión de la relación entre fe y razón.
En el volumen La habladuría inmortal (Cantagalli), usted denuncia la actual atmósfera ateística. ¿En qué sentido?
Ludwing Wittgenstein escribió: «Una rueda, cuya rotación no pone en movimiento a ninguna otra, no pertenece a la máquina». Del mismo modo, para la mayoría de la gente, la fe en Dios se convierte en algo exento de consecuencias. La ciencia natural no permite la pregunta sobre Dios. Esto no significa que los científicos no sean creyentes en cuanto personas. No creyente es la visión del mundo que llamamos cientificismo, que reduce la realidad al estatuto de un objeto posible para la ciencia. Por ejemplo, la belleza de un cuadro, o la verdad de una afirmación matemática, son reducidas a estados cerebrales. La interioridad de la realidad no es nunca objeto de la ciencia.
¿Entonces, dónde está el error?
Es errónea la opinión según la cual se conocería la interioridad de un ser si se conoce el material correlativo de esta interioridad. Wittgenstein escribe que ésta es la gran ilusión moderna: creer que las ciencias nos explicarán el mundo. De hecho, las mismas leyes naturales necesitan ser explicadas; provocan siempre un estupor, como le ocurrió a Einstein. El éxito inaudito de las ciencias modernas y de la técnica ha llevado a la Humanidad a un estado como de embriaguez. Los progresos de las ciencias no permiten prestar la atención suficiente al Dador de todos los dones. Esta atención se entiende como si fuera un lujo que no podemos permitirnos.
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