Conviene distinguir entre la exasperación nacionalista, tan torpe y ciega a veces, y la realidad evidente del sustrato solidario sobre el que se asienta y del que logra extraer poderosas energías.
La potencia del sentimiento nacional es un mentís a la pretensión racionalista de que el hombre es un ser que puede constituirse como guste, a partir de una plena autonomía individual.
El sentimiento nacional nos habla de que el hombre tiene raíces. Cuando se ha destruido en el hombre la idea de una identidad que se deriva de compartir una misma naturaleza, la realidad de la unidad de los hombres se refugia en aquellos hechos que escapan al voluntarismo de la razón. Bajo la exasperación nacionalista aflora la realidad de la patria.
Se han dado dos grandes escuelas para explicar el nacionalismo. La escuela alemana de Herder señala la existencia de una patria para cada hombre. El hombre no es un ser desarraigado, producto de una autocreación “ex nihilo”. El amor a la patria es un sentimiento espontáneo con el que el hombre se encuentra y al que no tiene por qué renunciar.
Bien entendido no tiene que coincidir necesariamente con el amor al Estado nacional. La otra escuela, la francesa, entiende el nacionalismo como una consecuencia de una actividad voluntaria, por lo que la estrecha vinculación a la patria no tiene porqué ser un condicionamiento absoluto.
Gonzalo Redondo
serpersona.info
Juan Ramón Domínguez Palacios
http://enlacumbre2028.blogspot.com.es
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