sábado, 12 de mayo de 2018

Proteger a la familia

Escribe Ignacio Camuñas Solís: De manera lamentable seguimos alimentando y promocionando toda clase de disparates en nombre de la libertad personal, sin darnos cuenta de la trampa que encierran estas políticas que lo que acaban produciendo son nuevas esclavitudes para el individuo. 

Despreciar y abandonar una política de protección a la familia dejando a cada persona en riesgo de marcada soledad supone arrojarla necesariamente en brazos del Estado».

He podido conocer últimamente a través de distintas informaciones de prensa dos noticias que me han llamado tristemente la atención y que hacen referencia a cuestiones y problemas de indiscutible actualidad. Vayamos con la primera. Al parecer, el Reino Unido estaría estudiando la posibilidad de crear una Secretaría de Estado para la Soledad. Sí, han entendido bien, una Secretaría de Estado para la Soledad, aunque parezca increíble. 

Se conoce que la muy desarrollada, liberal y puntera sociedad británica ha reparado ahora en el inmenso problema que asola a una parte creciente de su población. Al parecer, cada vez es mayor el número de personas que viven en soledad sin perspectiva ilusionante de vida más que consumir –los más ricos y pudientes– o mal vivir, cuando el salario o la pensión no les permite ninguna alegría. 

El mal que describo no es únicamente patrimonio del Reino Unido. En Suecia, por ejemplo, se calcula que cerca de un 30% de ciudadanos vivirán solos toda su vida y es muy posible que nadie se acuerde de ellos en sus últimos momentos antes de fallecer. Y por fin, la segunda noticia. España seguramente necesitará abrir las puertas y apelar a algo más de cinco millones de inmigrantes para poder sostener el Sistema de Pensiones actualmente en vigor. ¿Qué nos está planteando, querido lector, esta doble noticia, a los hombres y mujeres de nuestro tiempo? 

 A mi entender, algo palmariamente claro y patente que no queremos reconocer y afrontar. Llevamos décadas, manteniendo una política suicida en relación con la tasa de natalidad y la salud y fortalecimiento de la familia en general. Debilitar y menospreciar a la familia supone trabajar a largo plazo por el debilitamiento de la sociedad y en consecuencia afianzar el papel creciente del Estado en relación con los ciudadanos, todo ello para gloria y disfrute de los totalitarios que nos acechan en el mundo entero. 

Existe pues una profunda correlación entre familia, sociedad y estado. Cuanto más robusta sea la institución familiar más vigorosa será la sociedad civil que tratará de reclamar al Estado el papel que en buena medida le corresponde. No cabe pues una política liberal y democrática que no ampare a la familia como célula básica de la sociedad y como barrera y muro de contención para las políticas totalitarias y agresivas que nos circundan. 

 Asistimos, por desgracia, desde hace más de 40 años, a una campaña sostenida por los más altos organismos internacionales para promocionar toda una serie de nuevos derechos que resultan gravemente lesivos para el futuro de la propia sociedad occidental. 

Fruto de esta ofensiva hemos ido reconociendo año tras año el divorcio y la ruptura unilateral del matrimonio y si es exprés, mejor; el aborto libre en cualquier momento del proceso de gestación; la llamada maternidad subrogada que implica en realidad defender los vientres de alquiler; el matrimonio homosexual que desdibuja la propia institución matrimonial y por fin, la ideología de género, con la aberrante posibilidad de que criaturas menores de edad, en una etapa de maduración de su personalidad, puedan escoger alegremente el sexo al que quieren pertenecer, por encima de los datos biológicos patentes perfectamente reconocibles. 

Estamos asistiendo pues a la consagración de un proyecto nefasto promovido por mentes perversas al servicio de intereses inconfesables que encima se permiten amenazar con penas y multas por doquier, a quien ose discrepar de sus muy discutibles postulados. En definitiva: un nuevo y soterrado totalitarismo, disfrazado de curioso progresismo, para uso y consumo de una sociedad aturdida por una propaganda que sirve a intereses de indudable poderío e implantación mundial. En este clima de descomposición social es muy meritorio que en algunos países la familia consiga todavía, a trancas y barrancas, mantenerse como la institución vital que garantiza la salud y fortalecimiento de nuestra sociedad. Así pues, en vez de crear una Secretaría de Estado para la Soledad como al parecer barajan establecer los británicos ¿no sería más juicioso crear una Secretaría de Estado para la Familia? La soledad, producto de la descomposición familiar, tiene para el Estado indirectamente una poderosa ventaja. El hombre solo y desamparado, en medio de una familia desestructurada y rota, buscará necesariamente cobijo y refugio en alguien que le pueda suministrar algo de ayuda y protección que no es otro que el propio Estado. 

 De manera lamentable pues, seguimos alimentando y promocionando toda clase de disparates en nombre de la libertad personal, sin darnos cuenta de la trampa que encierran estas políticas llamadas de liberación que lo que acaban produciendo son nuevas esclavitudes para el individuo. Despreciar y abandonar una política de protección a la familia dejando a cada persona en riesgo de marcada soledad supone arrojarla necesariamente en brazos del Estado. Y por otra parte, en cuanto a la necesidad de acudir a la inmigración para paliar el problema de las pensiones, ¿no sería más sensato que nos planteáramos una política seria de fomento de la natalidad, mediante programas reales de conciliación en el trabajo, ayudas y desgravaciones fiscales, atendiendo al número de hijos por familia, así como otros muchos mecanismos de compensación que ayudarían al mantenimiento de una tasa de crecimiento poblacional que nos es tan necesaria? 

 ¿Por qué tenemos que apelar y abrir las puertas a nuevos inmigrantes que por lo general plantean, a su vez, en tantos casos, múltiples problemas, en vez de tratar de afianzar un crecimiento saludable de nuestra propia población? Recientemente hemos podido conocer, sin que nos de un verdadero escalofrío, las cifras de fallecimientos y nacimientos en nuestro país en este último año, donde son ya más las personas que mueren que las que nacen. El colmo del despropósito se comprueba cuando uno lee en la prensa que en Madrid existe doble número de mascotas que niños menores de cinco años. En fin, querido lector, el mundo al revés. 

En vez de ocuparnos de lo que es verdaderamente grave, urgente y necesario, adoptando medidas sensatas y coherentes, erramos el tiro al aceptar, al amparo de la modernidad y el progreso, toda una serie de políticas equivocadas que se nos imponen desde los centros de poder mundial que están muy lejos de solucionar los males que nos aquejan. 

IGNACIO CAMUÑAS SOLÍS FUE MINISTRO ADJUNTO PARA LAS RELACIONES CON LAS CORTES
abc.es
Juan Ramón Domínguez Palacios / http://enlacumbre2028.blogspot.com.es

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