“Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”. (Mt 8, 27)
Diez citas de detractores de la fe, que al estudiar con franqueza la figura histórica de Jesús de Nazaret reconocen que “no hay otro como Él”
¿Qué hombre es este? ¿Qué clase de persona? ¿Qué otro nacido de mujer se ha parado sobre un barco ante una tormenta que hacía temblar a los pescadores más habituados a ellas y, simplemente con su voz, la ha calmado? ¿Qué otro hombre ha resucitado un cuerpo que hedía, ha andado sobre el mar, ha transformado agua en vino, ha abierto los ojos a ciegos de nacimiento, ha muerto con tanto amor y ha resucitado después de tres días? En fin, podríamos seguir preguntándonos "¿Qué hombre es este?", junto a los discípulos, y siempre llegar a la misma conclusión: no hay otro como Jesucristo; y, es mucho más que un hombre; es Dios hecho hombre.
Debo confesarlo... ¡Quiero hacerlo! Siento la necesidad de decir que estoy enamorado de Jesús. No hay otro igual: tan cercano y tierno, y poderoso y santo a la vez; tan perfecto y alto, y que ama a seres humanos tan imperfectos y débiles como nosotros. Después de más de dos décadas de amistad con él, todavía me sigo preguntando: ¿Por qué me ama? ¿Por qué está empeñado en amarme y estar a mi lado? Sin duda, es gracia inexplicable; es gracia escandalosa.
He recopilado diez citas, del libro fantástico, Evidencia que exige un veredicto, de Josh McDowell, para hacer una alabanza al Cristo Incomparable. Todas las citas tienen algo en común: son las conclusiones de hombres, detractores de la fe en muchos casos, que al estudiar con franqueza la figura histórica de Jesús de Nazaret han tenido que reconocer que “no hay otro como Él”. ¡Atrévete a escuchar lo que estos ilustres dijeron del Hijo de Dios, que nació de María!
1- Rousseau (antagonista del cristianismo): “Cuando Platón describió a su imaginario hombre justo, cargado con toda la penalidad por la culpa, y mereciendo, sin embargo, las más altas recompensas de la virtud, él describió exactamente el carácter de Jesucristo”. “¿Puede la persona cuya historia relatan los evangelios ser un hombre? ¡Qué dulzura, qué pureza en sus maneras! ¡Qué bondad tan estimulante hay en sus instrucciones! ¡Qué sublimidad en sus máximas! ¡Qué profunda sabiduría en sus discursos! ¡Qué lucidez mental, qué ingenuidad de justicia en sus réplicas! Sí, si la vida y muerte de Sócrates son las de un filósofo, la vida y muerte de Jesucristo son las de un Dios”. Jean-Jacques Rousseau (Ginebra, 28 de junio de 1712- Ermenonville, 2 de julio de 1778) fue un polímata suizo francófono. Fue a la vez escritor, pedagogo, filósofo, músico, botánico y naturalista. Ginebrino escéptico.
2- David Strauss, escéptico, cuyas obras hicieron más para destruir la fe en Cristo que cualquier otro hombre en los tiempos modernos. Aún Strauss que negaba todo lo que es milagroso con brillante y maligna crítica, se vio obligado a confesar, al final de su vida que en Jesús hay perfección moral: “Este Cristo… es histórico, no mítico; es un individuo y no un mero símbolo… y se presenta como el más alto modelo de religión dentro del alcance de nuestro pensamiento; y la piedad perfecta es imposible sin su presencia en el corazón”. David Friedrich Strauss (Ludwigsburg, 27 de enero de 1808 - 8 de febrero de 1874). Teólogo y filósofo alemán. En su obra más importante, Das Leben Jesu, kritisch bearbeitet (La vida de Jesús, críticamente elaborada, 1835-1836), plantea la idea de que los evangelios son relatos míticos, al contener elementos que no pueden explicarse racionalmente.
3- W. S. Peake, otro escéptico: “¿Cómo pudo suceder que un carpintero, sin adiestramiento especial, ignorante de la cultura y ciencia de los griegos, nacido en un pueblo cuyos maestros más grandes eran unos legalistas estrechos, rudos, intolerantes y pedantes, fuese el supremo Maestro religioso que haya conocido el mundo, cuya supremacía en este respecto lo constituye en la figura más importante en la historia del mundo?”.
4- Sholem Asch, novelista judío: “Jesucristo es la personalidad más sobresaliente de todos los tiempos… Ningún otro maestro, judío, cristiano, budista o mahometano, es todavía un maestro cuya enseñanza sea una guía semejante para el mundo en el cual vivimos. Otros maestros pueden tener algo básico para un oriental, para un árabe o para un occidental; pero cada acto y palabra de Jesús tiene valor para todos nosotros. Él llegó a ser La Luz del Mundo. ¿Por qué no debería yo, un judío, estar orgulloso de eso?”. Sholem Asch (1 de noviembre de 1880, Kutno, Polonia – 10 de julio de 1957, Londres, Inglaterra) fue un novelista y dramaturgo estadounidense de origen polaco. Gran parte de sus escritos tienen que ver con la experiencia de los judíos en los poblados de la Europa Oriental o como inmigrantes en los Estados Unidos.
5- Napoleón Bonaparte: “Conozco a los hombres y puedo decirles que Jesucristo no es meramente un hombre. Entre él y cualquier otra persona en el mundo no hay término posible de comparación. Alejandro, César, Carlomagno y yo, hemos fundado imperios. ¿Pero sobre qué descansan las creaciones de nuestro genio? Sobre la fuerza. Jesucristo fundó su imperio sobre el amor; y en esta hora millones de personas morirían por él”. “Si se lo rechaza, el mundo es un enigma inexplicable; si se lo cree, la historia de nuestra raza es explicada satisfactoriamente”.
6- Thomas Wright: “El Sermón del Monte es la biografía de Cristo. Cada sílaba ya la había escrito él con sus hechos. El sermón era simplemente una traducción de su vida a las palabras”. Thomas Wright (22 de septiembre de 1711 - 22 de febrero de 1786) fue un astrónomo inglés, matemático, constructor de instrumental de medición, arquitecto y diseñador de jardines.
7- Griffith Thomas: “Él es la más grande influencia en el mundo hoy. Hay, como bien se ha dicho, un quinto evangelio que ha sido escrito: la obra de Jesucristo en los corazones y vidas de los hombres y naciones”. William Henry Griffith Thomas era un clérigo y erudito anglicano de Inglaterra.
8- Bernard Ramm: “Estadísticamente hablando, los evangelios son la más grande literatura que se haya escrito. Son leídos por más gente, citados por más autores, traducidos a una mayor cantidad de idiomas, con mayor cantidad de representaciones en el arte, con más música compuesta que cualquier otro libro escrito por algún hombre en cualquier siglo y en cualquier nación. Pero las palabras de Cristo no son grandes por el hecho de que tienen una ventaja tan grande sobre las palabras de cualquier otro. Son más leídas, más citadas, más amadas, más creídas, y más traducidas porque son las palabras más grandes que se hayan dicho. ¿Y en qué consiste su grandeza? Su grandeza yace en la espiritualidad pura y lúcida en que trata con claridad, definitiva y autorizadamente con el mayor problema que se agita en el pecho humano; es decir, ¿Quién es Dios? ¿Me ama? ¿Se preocupa de mí? ¿Qué debería yo hacer para agradarle? ¿Cómo mira él mi pescado? ¿Cómo puedo ser yo perdonado? ¿Adónde iré cuando muera? ¿Cómo debo tratar a otros? Las palabras de ningún otro hombre tienen la apelación de las palabras de Jesús, porque ningún otro hombre puede contestar estas preguntas fundamentales humanas como Jesús las contestó. Son la clase de palabras y de respuestas que esperaríamos que vinieran de Dios, y los que creemos en la deidad de Jesús no tenemos problema en cuanto al por qué estas palabras salieron de su boca”. Bernard Ramm, teólogo y apologista cristiano del siglo XX. Falleció el 11 de agosto de 1992, en Irvine (California).
9- Josefo, el historiador: “Ahora bien, hubo en esta época un Jesús, un hombre sabio -si puede permitirse llamársele hombre-, puesto que es hacedor de obras maravillosas, un maestro para enseñar a aquellos que están dispuestos a recibir la verdad con alegría. Atrajo tanto a judíos como a gentiles. Era el Cristo. Y cuando Pilato, por sugerencia de los hombres principales entre nosotros, le condenó a la cruz, los que antes le habían amado no le olvidaron. Porque se les apareció al tercer día, tal como los profetas divinos habían dicho (habían dicho esto y una multitud de cosas maravillosas acerca de Él). Y la tribu de cristianos, nombrados así como Él, todavía está aumentando su número hoy día”. En el volumen XVIII (18), capítulo tercero, de sus Antigüedades de los judíos. Josefo, el famoso historiador judío, vivió del 37 al 95 d.C. Logra describir la muerte y resurrección de Jesús como un hecho.
10- Quiero terminar las citas, pues serían infinitas, con esta experiencia de Robert Browning y Charles Lamb:
Robert Browning era ateo y no sabía cómo consolar a una señora que pronto moriría por una enfermedad terminal. En una carta le contó el siguiente incidente a la moribunda. Relató cómo estaban hablando ambos literatos, y Lamb le contó a Browning que una vez estaba reunido con amigos y se imaginaron lo que sucedería si en ese momento se aparecieran en carne y hueso los más grandes de todos los muertos. “¿Y si Cristo entrara?”, inquirieron sus amigos. En ese momento Lamb se emocionó y con un cierto tartamudeo respondió: “Si Shakespeare hubiese de entrar en esta habitación, todos nos levantaríamos para saludarle, pero si Jesús es el que entra, todos nos postraríamos y trataríamos de besar el borde de su vestidura”. Así el poeta inglés le dijo a su amiga que quizás pronto ella podría llevar a cabo este deseo en persona.
Robert Browning (Camberwell, Surrey, 7 de mayo de 1812-Venecia, 12 de diciembre de 1889) fue un poeta y dramaturgo inglés. Ateo. Charles Lamb (Londres, 10 de febrero de 1775 – Edmonton, 27 de diciembre de 1834) fue un ensayista inglés de ascendencia galesa, principalmente reconocido por su obra Essays of Elia y por el libro de cuentos Tales from Shakespeare.
Diez citas que son para sacarnos unas lágrimas o unas carcajadas de alegría, depende del momento y la persona.
Espero que tú también te llenes de regocijo al meditar en la grandeza de nuestro amado. Y si todavía, por alguna suerte de desgracia, estás leyendo este soliloquio y no amas a Jesucristo, que sepas que Él te conoce y te ama rotundamente (prueba de ello es que dio su vida para salvarte) y quiere sembrar fe en tu corazón.
Juan Carlos Parra, en evangelicodigital.com/
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