El pasado martes, 30 de diciembre, fue publicado el Mensaje del Papa Francisco para la XXIII Jornada Mundial del Enfermo, que será celebrado el 11 de febrero de 2015
El mensaje inspirándose en el pasaje bíblico del libro de Job: “Era yo los ojos del ciego, y del cojo los pies”, explicada desde la perspectiva de la sapientia cordis, es decir, la sabiduría del corazón que “no es un conocimiento teórico, abstracto o fruto de razonamientos”, como precisa el Santo Padre, sino una “actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios”.
Recordamos que la Jornada Mundial del Enfermo, fue instituida por san Juan Pablo II en 1992, y se celebra el 11 de febrero de cada año, en la festividad de la Virgen de Lourdes.
Texto íntegro del Mensaje del Papa
Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por san Juan Pablo II, me dirijo a los que lleváis el peso de la enfermedad y, de diferentes modos, estáis unidos a la carne de Cristo que sufre; y también a los profesionales y voluntarios del ámbito sanitario.
El tema de este año nos invita a meditar en una expresión del Libro de Job: Era yo los ojos del ciego y los pies del cojo (29,15). Quisiera hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del corazón.
1. Esa sabiduría no es conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Como la describe Santiago en su Carta, es pura, pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía (3,17). Por tanto, es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. Hagamos nuestra la invocación del Salmo: ¡Enséñanos a contar nuestros días para que entre la sabiduría en nuestro corazón! (Sal 90,12). En esta sapientia cordis, don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.
2. Sabiduría del corazón es servir al hermano. El discurso de Job, que contiene las palabras Era yo los ojos del ciego y los pies del cojo, señala la dimensión de servicio a los necesitados por parte de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, y al ocuparse del huérfano y la viuda (vv.12-13).
Cuántos cristianos dan testimonio hoy, no con palabras, sino con su vida enraizada en una fe genuina, y son ojos del ciego y pies del cojo. Personas que están junto al enfermo que necesita asistencia continuada: para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Ese servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir unos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o años, incluso cuando esa persona ya no es capaz ni de dar las gracias. Sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo especial con la cercanía del Señor, y también es un apoyo especial para la misión de la Iglesia.
3. Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo, alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, que no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos (Mt 20,28). Jesús mismo lo dijo: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve (Lc 22,27).
Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos lleve a dedicar tiempo a los hermanos y hermanas que, gracias a nuestra cercanía y cariño, se sienten más amados y consolados. En cambio, qué gran mentira se esconde detrás de ciertas expresiones que insisten mucho en la calidad de vida, para hacernos creer que las vidas gravemente afligidas por enfermedades no son dignas de ser vividas.
4. Sabiduría del corazón es salir hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo pasado junto a la cama del enfermo, porque tenemos mucha prisa, porque hay mucho que hacer y producir, pero nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, de ocuparnos y hacernos cargo del otro. En el fondo, detrás de esa actitud suele haber una fe tibia, que olvida las palabras del Señor: A mí me lo hicisteis (Mt 25,40).
Por eso, quisiera recordar una vez más la absoluta prioridad de "salir de uno mismo hacia el otro" como uno de los mandamientos principales que fundamentan toda norma moral y signo más claro para discernir el camino del crecimiento espiritual como respuesta a la entrega absolutamente gratuita de Dios»(Evangelii gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve (ibíd.).
5. Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano, sin juzgarlo. La caridad necesita tiempo: tiempo para curar a los enfermos y visitarles; tiempo para estar con ellos, como los amigos de Job: se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande (Jb 2,13). Pero los amigos de Job escondían un juicio negativo: pensaban que su desventura era castigo de Dios por su culpa. En cambio, la caridad verdadera es participación que no juzga; libre de esa falsa humildad que, en el fondo, busca la aprobación y se complace del bien hecho.
La experiencia de Job encuentra respuesta auténtica sólo en la Cruz de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente gratuito y misericordioso. Y esa respuesta de amor al drama del dolor humano, especialmente del inocente, permanece para siempre en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas gloriosas, escándalo para la fe pero también verificación de la fe (cfr. Homilía en la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, 27-IV-2014).
También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad dominan sobre nuestra vida de entrega, la experiencia del dolor puede ser lugar privilegiado para transmitir la gracia y fuente para lograr y reforzar lasapientia cordis. Se comprende cómo Job, al final de su experiencia, puede afirmar dirigiéndose a Dios: Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos (42,5). De igual modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento y del dolor, acogido en la fe, pueden ser auténticos testigos de una fe que permite vivir el mismo sufrimiento, aunque, con su inteligencia, el hombre no sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.
6. Confío esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de María, que recibió en su seno y engendró la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor.
María, Asiento de la Sabiduría, intercede como Madre nuestra por todos los enfermos y por los que se ocupan de ellos. Haz que, en el servicio al prójimo que sufre, y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.
Acompaño esta súplica por todos vosotros con la Bendición Apostólica.
Vaticano, 30 de diciembre de 2014
Francisco
almudi.org
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