lunes, 17 de octubre de 2016

Jugando con la vida

Hace unos días nos sorprendió la noticia de un bebé, con cinco meses de vida, nacido de tres progenitores. Se queda uno perplejo ante esas técnicas que tan por delante van de lo que es natural. Por supuesto, el cuerpo de la noticia resultaba de los más positivo. 
Aparentemente un matrimonio de musulmanes creyentes, que no estaban dispuestos a participar en el experimento si había destrucción de embriones fecundados. Esto quiere decir -cosa que no se descubre a la primera- que son los investigadores quienes proponen la posibilidad a una pareja que ha tenido ya dos niños muertos a los cinco años por una enfermedad hereditaria.
Es decir, ni siquiera existe la iniciativa de unos padres desesperados por tener un hijo. Más bien existe la decisión de unos bioquímicos que quieren hacer el experimento. Están experimentando con un niño. No saben lo que va a suceder. No les proponen este invento a unos señores ricos de EEUU, que los hay, seguro, con el mismo síndrome. Y solo nos cuentan cómo ha salido el experimento cuando el bebé tiene cinco meses; no antes. Porque si resulta que nace un niño con malformaciones, con una dificultad respiratoria, de alimentación, o de lo que sea, no nos hubieran contado su atrevimiento.

¿Cuántos experimentos fallidos hay en este tipo de manipulaciones genéticas? Nunca lo sabremos. Solo el hecho de que se hagan experimentos con niños manifiesta que no hay ningún tipo de escrúpulo. Solo el hecho de que lo hayan hecho significa que juegan con vidas humanas, sin permiso del paciente. Se han hecho experimentos con personas, pero siempre con el permiso de cada persona, que tiene derecho a saber cuáles son las posibilidades de éxito o cuáles pueden ser las complicaciones. Pero al no nacido no le pueden pedir permiso.
Por la información que se daba sobre este nacimiento, no quedaba nada claro que no hubiera embriones fecundados desechados. Más bien parece que sí. Y si lo han tenido que hacer, me parece que no van a tener demasiados remordimientos para decir algo distinto a los padres, sobre todo a priori, antes de empezar el proceso. Si son capaces de destruir embriones -otras veces lo han hecho, declaradamente- que mientan a los padres es, verdaderamente, cosa de muy poca monta.
No se suele hablar,de modo habitual, de los problemas que tiene la fecundación in vitro, pero muchos pediatras se han encontrado con problemas. Hay niños nacidos por este sistema con dificultades de salud de diverso tipo. Hay, muy frecuentemente, parejas de niños, como consecuencia de la fecundación de varios embriones, con dificultades posteriores para su educación. Pero esto no trascenderá, aunque haya algún médico que manifieste sus dudas, por la experiencia en los tratamientos con estos niños. Parece que a nadie le preocupa -salvo a la Iglesia Católica- que se experimente con niños.
Y volviendo al bebé de los tres progenitores, ¿han pensado en qué ocurrirá cuando el chaval se entere de quienes son sus padres? Porque la ley, en los países occidentales, recoge el derecho de los niños a saber quiénes son sus padres. ¿Y si la madre colaboradora se presenta a recibir una herencia en el caso de muerte de los otros dos padres? Seguramente estos disparatados experimentadores no han pensado en nada de estas cosas, pues lo único que buscan es su éxito. La salud posterior del niño o los problemas familiares que pudieran darse, no les interesan demasiado.
Y aunque todo estuviera perfectamente medido y con éxito asegurado, lo sabemos bien quienes vemos la mano de Dios en todo, lo importante es que cada vida es un don de Dios, y que nadie tiene derecho a tener hijos.

Angel Cabrero
religionconfidencial.com
AldousHuxley, Un mundo feliz, Debolsillo 2003
Mary Shelley, Frankenstein, Alianza 2007

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