martes, 21 de marzo de 2017

El fiel sentido de las palabras custodia la libertad

El lenguaje sirve para establecer relaciones, posee la grandeza de hacer posible los pactos, la enseñanza, el aprendizaje, la educación, dar razón de un estado de ánimo, expresar un pensamiento, progresar, descubrir, etc.
Para ejemplo basta un botón: un minibús publicitario ha sido retenido por la policía en Madrid. Otro semejante pero con el slogan opuesto ha circulado libremente. He de decir que no me agrada ninguno de ellos. 
El fondo, es la Ideología de género, que tampoco me agrada. La misma palabra −género− ha sido desvirtuada en orden a desligar sexo de la condición de la persona y crear todo un sistema de pensamiento único y obligatorio con el propósito de cambiar la sociedad en algo bien diverso de lo que estamos acostumbrados. Desde políticos de derecha o centro-derecha hasta la izquierda más extrema, ninguno se atreve a discrepar con elegancia. Tampoco algunos sociólogos y unos pocos médicos.

Acabamos ignorando de qué hablamos cuando utilizamos determinadas palabras, siendo así que el leguaje es un vehículo de comunicación entre las personas. Sirve para establecer relaciones, posee la grandeza de hacer posible los pactos, la enseñanza, el aprendizaje, la educación, dar razón de un estado de ánimo, expresar un pensamiento, progresar, descubrir, etc., etc. Heidegger tendió a ver el hombre como “un ente que habla”. El leguaje, escribió Yepes, sirve para comunicarse y tiene como requisito el conocimiento. Quizá por eso, Choza afirmó que comprender una palabra es saber qué significa, y saber qué significa es saber usarla de tal manera que, siendo la persona un ser constitutivamente dialogante, sin la lengua no existiría la vida social. Así no se entiende que la carnavalada canaria pisotee la libertad y la expresión y así se denomine.
El viejo Aristóteles lo expresó de un modo transformado en proverbial: la razón por la que el hombre es un animal político… es porque es el único animal que tiene la palabra. Pues la voz es signo del placer y del dolor. En esto se asemeja más a los animales. Pero la palabra es para mostrar lo conveniente y lo perjudicial, así  como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del  hombre frente a los demás animales: poseer el solo sentido del bien y del mal, de lo justo y lo injusto, y de los demás valores, y de la participación comunitaria. De estos elementos  constituye la casa y la ciudad. Observamos dos funciones del lenguaje: expresarse y comunicarse. Sin comunicación no hay sociedad, del mismo modo que sin diálogo no hay relación interpersonal.
Al comienzo aludía a la Ideología de género como un pensamiento único y obligatorio, pero se sabe más o menos cómo  razona, aunque de ninguna manera hasta sus últimas consecuencias: se ignora cómo acaba un niño al que se le dice desde muy pronto que puede elegir el género que desee. Pasa algo semejante con el aborto: no hay estadísticas oficiales de lo que ocurre con una mujer que aborta sabiendo que hay muchas que convierten su vida en un infierno. Pero hay más palabras equívocas. Bien notamos que, para alguno de nuestros gobernantes el individuo y las sociedades menores son subsidiarias de las entidades oficiales. Esta forma de estatismo castra la creatividad y el emprendimiento.
El relativismo ha venido en su auxilio: la afirmación de que, aunque existiera la verdad, no puede ser alcanzada y por tanto de igual modo, la belleza y la bondad, vendrían a hacer un mundo sin aliciente, sin atractivo, hosco, poco natural. Pero es que tampoco gusta la palabra naturaleza referida al ser humano, porque solicitaría atenerse a sus reglas y postularía un cosmos reclamando un Dios. No robo a nadie su libertad de pensamiento, más bien la postulo, pero de modo que nos entendamos: se puede  pensar con raciocinio o sin él, o con un modo de hacerlo descabellado al entender de algunos. Se pueden tener sentimientos bellos o macabros, y que cada uno elija el que pretenda. Pero con un lenguaje en el que nos entendamos. Si vaciamos las palabras de significado, acabaremos en una Babel sin capacidad de discernimiento y diálogo.
De los diversos aspectos que podemos considerar de la libertad −tan rica es− uno muy interesante es el del albedrío interior. Muchos hombres modernos han considerado el ejercicio de la libertad como el principio más sublime de los nuevos tiempos (Hegel), el don mayor que recibimos. Pues la libertad interior, que nadie puede arrancar, es la del dueño de sí mismo. Ningún cautiverio o castigo puede suprimir este nivel profundo de la libertad. Está exigiendo los derechos de la libertad de opinión, el de la libertad religiosa y el de vivir según las propias convicciones.  Pero ahora interesa la libertad social.
Puesto que la libertad hay que realizarla, requiere que en la sociedad, cada uno pueda hacer su propio proyecto vital. Esta libertad social demanda que los ideales puedan vivirse, lo que pide su permisión y que sean posibles. La libertad social postula la liberación de la miseria, es decir de la falta de bienes económicos, jurídicos, culturales, políticos, morales y religiosos (Choza). Esta miseria es la forma de ausencia de albedrío. Por eso, una sociedad cerrada es menos libre. ¿La estaremos fabricando así? Porque el vivir bien exige unas buenas relaciones interpersonales, facilitadas por el buen entendimiento.
Pablo Cabellos Llorente, en lasprovincias.es.

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