"La mentalidad anticonceptiva provoca una cerrazón ante el don de la vida" y con ello "lo que está en juego es una gran cuestión ética de enorme trascendencia: la acogida y el amor hacia la vida posible"
Vicepresidente del patronato de la Fundación Privada Hospital de Sant Celoni por ser párroco de esa localidad, Ignasi Fuster presentó su dimisión a este cargo el pasado 10 de marzo por razones de conciencia.
No quería participar en la dirección de un centro en el que —como en tantos otros, incluso católicos— se practicaban vasectomías y se dispensaba la píldora del día después.
En la siguiente entrevista concedida a ZENIT, el sacerdote afirma que «la mentalidad anticonceptiva provoca una cerrazón ante el don de la vida» y con ello «lo que está en juego es una gran cuestión ética de enorme trascendencia: la acogida y el amor hacia la vida posible».
¿Cuándo empezó su malestar con el cargo en el hospital?
Cuando llegué a la parroquia hace cuatro años, me llegó, por diversas vías, que en el hospital había prácticas contrarias a la moral católica: se realizaban vasectomías (esterilizaciones masculinas) y se dispensaba la píldora del día después.
¿Cómo actuó?
Intenté cambiar las cosas. Pedí, sobre todo al presidente del patronato, la exención, en nuestro hospital, de estas prácticas, y también de dispensar la RU-486, lo cual está previsto en la nueva ley del aborto, aunque en el hospital no se distribuía esta píldora abortiva.
Estuve cuatro años luchando a base de conversaciones, diálogo, de intentar cambiar las cosas hasta que llegó un momento en que sentí agotadas mis posibilidades y presenté mi dimisión.
Lo hice alegando que yo era vicepresidente del patronato y los orígenes eclesiásticos del hospital. Pero los demás miembros del patronato no vieron bien esta demanda.
¿Cuál es la composición del patronato?
El patronato de la Fundación Privada Hospital de Sant Celoni está compuesto por un presidente, cargo que corresponde al alcalde de Sant Celoni; un vicepresidente, cargo que corresponde al párroco, y el juez de paz de la localidad, además de cuatro miembros designados por el alcalde y otros cuatro designados por el párroco.
¿Entonces usted vio la necesidad de dimitir?
Llegó el momento de defender la propia libertad y la propia conciencia. La única solución que tenía era retirarme del hospital, porque no podía estar al frente de una institución —formando parte del órgano de gobierno— que va contra mis principios de fe y de moral, porque al final está el Dios de la vida. Hice un ejercicio de coherencia.
Me amparé en el derecho que hay en la Constitución a la objeción de conciencia por razones ideológicas y religiosas, ante notario.
Fue una decisión personal del párroco, Ignasi Fuster, que es quien ocupa el cargo.
¿Qué reacciones ha suscitado su renuncia?
En el pueblo hay muchas personas que aunque no están de acuerdo conmigo, sí han reconocido y han sabido valorar que yo era coherente con lo que creía y con mi visión de estos aspectos de la sexualidad y de la vida.
También ha habido gente que se ha alegrado con la decisión. Supongo que sienten la responsabilidad de la Iglesia en los tiempos difíciles que vivimos.
Su cargo en el patronato del hospital ahora está vacante. ¿Han cambiado en algo las prácticas que le llevaron a dimitir?
Se continúan haciendo estas prácticas, como es lógico. Con las reducciones presupuestarias, me parece que las vasectomías no se realizan, pero sería algo circunstancial, por una razón económica en el marco de una reducción de servicios, no por convicción.
¿Qué prácticas que se realizaban en el Hospital de Sant Celoni considera perjudiciales y por qué?
Se hacían esterilizaciones; sólo vasectomías, no se realizaban ligaduras de trompas porque hay servicio de Ginecología, pero no de Obstetricia.
También se dispensa la píldora del día después, aunque no se realizan abortos quirúrgicos ni selección de embriones.
A mí me decían que la píldora del día después no es abortiva, pero yo defiendo que tiene un doble efecto: anticonceptivo, pero también abortivo, si ha habido concepción.
La pastilla intenta inhibir la ovulación y "dispara" si ha habido concepción: evita que se implante en el útero. Para mí como persona de Iglesia son cuestiones graves.
El Documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe Dignitas personae (2008) recuerda que esta píldora es "interceptiva", es decir, intercepta el embrión y lo elimina.
¿Por qué se opone a las vasectomías?
Las vasectomías son esterilizaciones masculinas y, al igual que las ligaduras de trompas, acaban por tanto actuando como un método anticonceptivo.
Pero, ¿cómo entender que un ser humano se esterilice? La posibilidad de engendrar es una capacidad que pertenece al ser humano. La privación de esta potencialidad no respeta esta dignidad.
Pienso que el hombre debe vivir ante el misterio de la nueva vida en una actitud de apertura o de hospitalidad.
En cambio, la mentalidad anticonceptiva provoca una cerrazón ante el don de la vida. Entonces, ¿qué será de nuestra sociedad si se pierde este sentido de la acogida? Pienso que nos jugamos cosas importantes.
Por otra parte, la Iglesia habla de una paternidad y maternidad responsables. Pero esto está muy lejos de lo que significa esterilizarse.
Lo que está en juego es una gran cuestión ética de enorme trascendencia: la acogida y el amor hacia la vida posible.
Pero al ser un hospital de la red de centros públicos, ¿no es obligado para un hospital ofrecer estos servicios?
Deberíamos poder contratar los servicios que nos interesan y los que no, no; porque el hospital no es público, aunque se pague con dinero público; tiene una identidad propia. Estamos en la red pública pero no somos público, deberíamos tener libertad para contratar lo que consideremos.
El hospital recibe dinero público, sin el cual sería inviable, pero es lógico que podamos decidir los servicios que contratamos. Deberíamos poder decir que estos servicios en concreto, una proporción pequeñísima, no los contratamos. Pienso que se debería respetar la identidad en parte eclesiástica de ese hospital.
ZENIT.org
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