jueves, 25 de septiembre de 2014

El comunicador Álvaro del Portillo

       
   Este sábado será beatificado en Madrid Álvaro del Portillo, primer sucesor de Escrivá de Balaguer al frente del Opus Dei. El acto tendrá una gran cobertura mediática.
            Para quienes conocimos a Álvaro del Portillo, tal vez este hecho le lleve a ruborizarse desde el cielo, pues es como un contraste  con  su vida sencilla y lejos de los “focos”, pero a la vez se alegrará por lo que supone de acontecimiento para la Iglesia.
            Álvaro del Portillo “comunicaba” muy bien. No tenía las cualidades oratorias del fundador del Opus Dei, ni su viveza, pero comunicaba con su sencillez y bondad, con su transparencia y humildad, que sin lugar a dudas es la mejor cualidad de una buena comunicación, sin disimulos ni “cosmética”. Por eso me explico perfectamente que un periodista italiano comentara, tras entrevistarle, que lo que le habían venido eran ganas de confesarse con él.

            Sus escritos comunican especialmente bien. Con un estilo profundo, claro y ordenado, llegaba muy bien al fondo de las personas, que es lo que deseaba, no un lucimiento formal o retórico.  Es muy interesante leer o releer algunos de sus libros o numerosas cartas que escribió.
            Del Portillo tenía un gran aprecio hacia el trabajo periodístico. Con frecuencia alentó a diversos colegas a desempeñar su trabajo sin miedo a la verdad, con responsabilidad por la repercusión que tiene la información en la vida social para ejercer los derechos y deberes de modo habitual, y vivir la justicia  y la profesionalidad para que las noticias lo sean por sí mismas, no sujetas a caprichos, sectarismos o impresiones.
           Me viene a la memoria un encuentro en Roma, en 1992, con varios periodistas de todo el mundo a raíz de la beatificación del fundador del Opus Dei, del que todos nos quedamos impresionados. Recuerdo a María del Carmen, periodista de “El Periódico”, que había escrito algunas críticas hacia el Opus y me expresaba su temor a que del Portillo se lo mencionara: lo único que recibió fue aliento a trabajar bien, por la importancia de su tarea informativa. También Antonio Bruned, director entonces de “Heraldo de Aragón”,  expresaba luego su admiración hacia Álvaro del Portillo por su transparencia, sencillez y cordialidad.
            Álvaro del Portillo atendía con disponibilidad y sencillez a los periodistas, sin temores. Era consciente de que era parte de su tarea al frente del Opus Dei desde 1975 hasta 1994, año en que falleció. No le molestaban las preguntas. También así servía.
            Asistí a varios encuentros del nuevo beato con periodistas aragoneses, en Barbastro o Torreciudad. Prestaba igual atención a periodistas de medios de gran difusión que a medios de información locales o regionales, pero varias veces comprobé que, tratándose de medios de comunicación aragoneses o locales – como “El Cruzado Aragonés”, de Barbastro-, prestaba una atención si cabe más esmerada, por tratarse de la tierra donde nació Escrivá de Balaguer, donde nació y se ordenó sacerdote.  Se supeditaba a los deseos informativos de cada medio, con comprensión y respeto profesional.
            Pero Álvaro del Portillo  también sufrió  al ver algunas informaciones sobre el Opus Dei o sobre Escrivá de Balaguer. En más de una ocasión aludió a que se debía a la ignorancia, y por eso él estaba disponible a facilitar todos los datos para informar bien.
            Y fue valiente y realista ante algún periodista que le “amenazó” con publicar ciertos aspectos sobre el Opus Dei. Pasa en todas las profesiones, y no nos libramos en la periodística. Le recuerdo aludiendo a un periodista que iba publicando o divulgando informaciones falsas, y comentó: “Lo que quiere es que le dé dinero por no seguir publicando falsedades, y eso es inadmisible”. Con gran sencillez y valentía –no son incompatibles-,   aguantó esa nefasta práctica periodística.
            No me cabe ninguna duda de que, también entre sus virtudes, figura en Álvaro del Portillo el amor a la verdad, el cumplimiento de su deber institucional de facilitar la información de una institución universal como el Opus Dei. Él, personalmente, no buscaba protagonismo, y probablemente esta cualidad hacía más amable la tarea de informar sobre lo que decía o publicaba.
Javier Arnal
elconfidencialdigital.com

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