Ser alumno de Joseph Ratzinger en la universidad “era una experiencia maravillosa”. Sus conferencias “eran tan populares que los estudiantes de otras carreras que no eran teología venían a su conferencia de apertura. Tenían una claridad y una profundidad que es muy poco frecuente”
Así lo cuenta el padre Vincent Twomey, antiguo alumno del actual Papa emérito Benedicto XVI, y miembro de suSchülerkreis (círculo de estudiantes) que, como cada verano, se reunió en Roma el pasado agosto.
En una entrevista concedida al National Catholic Register el 27 de agosto, el profesor irlandés habló del encuentro de este año y recuerda el método pedagógico de su antiguo profesor, la unicidad de sus escritos y su legado.
El 24 de agosto, el Papa emérito celebró Misa con sus antiguos alumnos. ¿Cómo estaba? ¿Tenía buen aspecto?
Tenía muy buen aspecto. Le pone bastante nervioso andar, como a muchas personas mayores... tiene miedo de caerse, y con un ojo no ve muy bien. Pero por lo demás, entró a pie, un poco más despacio de lo normal, con un bastón y alguien a su lado. Celebró Misa con mucha autoridad, su voz era clara, y dio una homilía maravillosa sin leerla. Después, se reunión con cada uno de nosotros durante unos minutos, y habló con cada uno. Y estaba de pie la mayor parte del tiempo. Se sentó un rato, pero luego se levantó y continuó. Todos le ofrecimos que se sentara, pero quería estar de pie. Así que tiene energía. Y alguien, una teóloga, hizo este comentario: «Sonríe como solía sonreír». Creo que eso lo resume todo.
¿Por qué el tema de este año fue ‘La teología de la Cruz’?
Al final de cada encuentro, votamos un número de temas; debatimos los temas que nos gustaría tratar al año siguiente. El año pasado teníamos tres temas, y uno de ellos era la teología de la Cruz. Entonces se los presentamos a Benedicto, y él decidió que sería ése. También tenía una lista de ponentes, y eligió al que prefería.
¿Por qué la teología de la Cruz? Porque está en el centro de la teología y de la vida cristiana: el misterio de la Cruz. Hoy en día, en el mundo moderno, uno diría que queremos salvarnos librándonos del sufrimiento, y la Cruz realmente es el mensaje que dice que somos salvados por el sufrimiento. El sufrimiento de Dios en la Cruz, el misterio del Amor de Dios por nosotros revelado en la Cruz y las implicaciones de esto para nuestras vidas son profundos y enormes. Así que estamos en el centro mismo de la teología cuando hablamos de la Cruz. La Cruz tiene que ver con la debilidad de Dios, que es más poderosa que el mayor poder del hombre.
¿Quién más estaba presente en sus reuniones, y quién dirigía los debates?
Los debates estaban presididos por el padre Stephan Horn, acompañado del cardenal Koch, Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Estaban presentes los antiguos alumnos [de Ratzinger], aunque este año no todos, porque algunos de ellos están envejeciendo y enfermando.
También se nos unió el nuevo Schülerkreis. Son hombres y mujeres jóvenes que han estudiado a Ratzinger para su tesis doctoral o trabajos postdoctorales, o lo están estudiando. Así que estábamos unos 52 para los debates. El relator fue el profesor Karl-Heinz Menke, de la Universidad de Bonn. Leyó dos ensayos muy buenos sobre la Cruz y la revelación del Amor de Dios. Y cada ensayo, que era bastante largo −una hora y diez minutos− estuvo seguido por unas dos horas de debate, por la mañana y por la tarde. Así que, en total, cinco o seis horas. Fue muy intensivo y gratificante.
¿Cuál piensa que es la esencia del legado de Benedicto?
La primacía de Dios; subrayar la primacía de Dios, y también la primacía de la verdad y del amor; y restablecer la primacía de Dios en la teología, en la sociedad y sobre todo en nuestras vidas.
¿Puede describir a Joseph Ratzinger como maestro en la Universidad y en el mundo?
Era un conferenciante extraordinario porque es un pensador original. Sobre cada tema que cogía tenía algo nuevo y original que decir. Esa originalidad tenía su raíz en la primacía de la Escritura. Para mí, como teólogo su teología estaba enraizada en la Escritura, en la Revelación, en otras palabras. Y veía que la tarea de un teólogo es arrojar luz sobre la condición humana tal como es hoy, a la luz de la revelación.
También tiene una capacidad extraordinaria de juzgar lo que sucede en el mundo culturalmente. Así que toda su teología es un diálogo. Un diálogo con el mundo tal como es hoy o con las voces que se alza en el mundo hoy, las voces de filósofos, pensadores, científicos, historiadores, y se implica en un diálogo con ellos todo el tiempo. Intenta articular la fe de manera que de verdad tenga sentido para el mundo moderno. También dialoga con el pasado, con toda la Tradición de la Iglesia, tanto Oriental como Occidental. Tiene un gran dominio de la Tradición.
Por último, por supuesto, su diálogo constante con Dios: su teología nace de una relación con Dios, que es profunda y personal. A propósito, toda su teología se basa también en la noción de diálogo, lo cual es interesante. Para él, Dios no es sólo Logos o Palabra, sino Dia-logos: uno que entra en diálogo con la humanidad.
Así que en sus conferencias, especialmente en las de apertura, independientemente del tema que eligiera −la creación, la Iglesia, la cristología− comenzaba con un horizonte, mirando a la situación del mundo de hoy la situación cultural, filosófica, teológica. Eran tan populares que los estudiantes de otras carreras que no eran teología venían a su conferencia de apertura.
Podía hablar de Kafka o de Solzhenitsyn o sobre Roosevelt, cualquier tipo de pensador que fuera relevante al tema. Eso significaba que sus conferencias eran absolutamente asombrosas, y tenía una capacidad maravillosa de resumir las ideas de otros en unas cuantas frases breves y lapidarias. Así que todas sus conferencias tenían una claridad y una profundidad que es muy poco frecuente.
Otro aspecto eran sus seminarios y sus coloquios, que eran una experiencia estupenda, porque tenía una capacidad extraordinaria de dialogar con sus estudiantes. Permitía a sus estudiantes expresar de verdad sus propias ideas y no los reprimía en sus intentos, como neófitos, de convertirse en teólogos. Tenía una paciencia y una perspicacia maravillosa sobre lo que alguien intentaba decir.
Así que era una experiencia maravillosa la de las aulas de seminario, interactuando con un material realmente serio de una forma en la que todo el mundo tenía alguna visión que dar, donde las ideas de cada uno eran respetadas, donde se pedía la percepción de cada uno. Y esto, por supuesto, creaba un dinamismo tremendo en sus seminarios y coloquios.
Sobre esa base, ¿puede definir la diferencia entre un buen y un mal teólogo en nuestros días?
[Risas] Eso es muy difícil. Diría que un buen teólogo es alguien que intenta hablar desde el punto de vista de Dios, de abordar las preocupaciones reales de la humanidad, que son preocupaciones perennes, pero también ser consciente de lo que ocurre en el mundo de la ciencia y en el mundo de la filosofía, el mundo de la política, y ser capaz de abordar las preocupaciones de la gente. Creo que un mal teólogo es alguien que intenta crear sus propias ideas, que está más preocupado con sus propias ideas que con lo que la verdad es. Creo que un mal teólogo es alguien como los escribas y fariseos, que se enreda en la letra de la ley e ignora el espíritu. En otras palabras, se confunden con las palabras e ignoran la Palabra de Dios que hay tras ellas.
¿Qué hace que los escritos de Ratzginer destaquen?
Lo extraordinario de los escritos de Ratzinger es que puede llamar a una gran y amplia variedad de personas. Su libro más famoso, llamado Introducción al cristianismo, no se escribió en absoluto como un libro. Fue una serie de conferencias dadas en la Universidad de Tubinga en 1967, a partir de algunas notas que escribió, que fueron grabadas por uno de sus asistentes que las transcribió durante sus vacaciones de verano, y entonces Ratzinger añadió los pies de nota e hizo algunos cambios de estilo. Así que no se escribió como libro. Pero en ese libro, que es una lectura clásica, traducida a unos 20 idiomas o más, trata de relacionarse con un público universitario y educado, de todas las disciplinas, interactuando con ellos sobre la naturaleza de la fe y el contenido, el contenido esencial de la fe, resumido en el Credo.
A veces no es fácil, pero las ideas no se oscurecen. Por otro lado, cuando predica, como hizo el domingo [24 al clausurar el encuentro del Schülerkreis], y cuando escribe meditaciones, tienen una claridad y una simplicidad que es extraordinaria. Y no consigues esa claridad y simplicidad sin haber peleado realmente con los temas, investigando y entrando en un diálogo con otros para aclarar tus ideas.
Entrevista de Edward Pentin
alfayomega.es / almudi.org
alfayomega.es / almudi.org
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