Es dar sin calcular si amo más, si amo menos. Es perdonar. Es comprender. Es aceptarse a sí mismo para luego hacer con el otro tal cual. Es estar juntos en las buenas y en las malas, es esperar, tolerar, escuchar, callar, hablar…
Podríamos resumir el amor en una pequeña frase: ‘cuenta conmigo’, o ‘a mi me agradaría estar contigo’. El amor nos hace vivir un cierto éxtasis que no significa vivir en la fantasía, porque los dos somos personas diferentes con distintos gustos, defectos y virtudes. Es allí donde el amor nos hace aceptar, cambiar, perdonar y, ¿porqué no? hacer feliz al que está a nuestro lado.
Nos resulta difícil encontrar una definición del AMOR. No obstante, lo consideramos que no tiene límites, ni tiempo, ni espacio; es mucho más que un querer. Es un bien que se da y se recibe. Quizá sea algo sublime, inexpresable con términos humanos. Tienen razón al no lograr aprisionar el concepto de amor en una definición porque el AMOR es un misterio. El Evangelista Juan, queriendo definir lo que es Dios, no halló otro vocablo mejor que decir que DIOS ES AMOR.
De este Amor Divino participan a su manera el varón y la mujer porque fueron creados a imagen y semejanza de Dios. San Juan Pablo II, en su primera carta encíclica – Redemptor hominis- escribió que “el ser humano no puede vivir sin amar; sería un ser incomprensible, su vida estaría privada de razón de ser si no encuentra el amor, si no participa de él vivamente, si no lo experimenta” (n. 10).
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