Voluntariamente recluidos y pegados a las pantallas, deciden alienarse voluntariamente y se caracterizan por querer escaparse de la realidad: optan por retirarse de la vida social por completo
Llama la atención el creciente aumento del fenómeno social hikikomori −originario de Japón− mediante el cual se anula casi por completo la sociabilidad y, en consecuencia, el vivir en relación con los demás. Los hikikomori, que son en su gran mayoría adolescentes varones, deciden alienarse voluntariamente y se caracterizan por querer escaparse de la realidad: optan por retirarse de la vida social por completo. Sherry Turkle había ya advertido del peligro del paradójico aislamiento que producen las redes sociales, pero esto es cualitativamente diverso, es patológico.

Los hikikomori se recluyen en una habitación en la que crean su propio espacio y las pantallas de los dispositivos digitales son su única relación con el mundo exterior o bien con sus otros iguales. Llegan a olvidarse de ellos mismos y de su propio aspecto físico, invierten el ritmo circadiano y evitan el aire libre, así como al resto de los miembros de su familia. Su encierro puede durar desde los seis meses hasta llegar a abarcar varios años. Su única preocupación es realizarse a través de la red. Es muy llamativo que en sus habitaciones llegan a acumular grandes cantidades de objetos y residuos de alimentos.
Los primeros indicios y señales de alarma debidos a las consecuencias de este fenómeno social se dieron en los años 90 aunque los estudiosos, con Tamaki Saito a la cabeza, datan el fenómeno en los años 80. Su situación es fruto de una decisión individual pero que se explica, y también es condicionada, por el medio social en el que viven. En el caso japonés, incide el contexto socioeconómico y familiar: Según los últimos datos de la oficina oficial de estadística de Japón, la tasa de desempleo es del 3,4%, pero existe una alta tasa de envejecimiento y una muy baja tasa de natalidad. En el país se da también un contexto familiar particular y una gran presión social hacia el éxito personal.
Se calcula que este problema afecta, sólo en Japón, a un millón de personas. Y esta forma extrema de aislamiento, que es una verdadera enfermedad, se extiende a otros países, como Estados Unidos, España e Italia, si bien en estos casos la manifestación del fenómeno tiene distintos matices debidos, pues las configuraciones sociales y familiares son diversas del país nipón.
El fenómeno de los hikikomori da que pensar sobre las consecuencias del aislamiento, cuando éste afecta gravemente al desarrollo. El contacto social “físico” es fundamental para la persona y su maduración. Cabe imaginar, por ejemplo, los cambios en la mentalidad que pueden darse, la pérdida de habilidades sociales y de referentes morales. Estos últimos, para los hikikomori, son sustituidos por Internet, la televisión o los videojuegos, que llegan a convertirse en su exclusivo marco de referencia y única forma de comunicarse con sus otros iguales. Este fenómeno social −auténtica patología social−, todavía marginal en los países europeos, tiene que ponernos en alerta sobre las devastadoras consecuencias que puede tener sobre las familias y, por extensión, sobre el conjunto de la sociedad: la acentuación de la indiferencia y del individualismo.
¿Son los medios digitales un caldo de cultivo para que se dé este fenómeno? Recordando aAristóteles, en el término medio está la virtud. Bien usadas, las pantallas son una buena herramienta, pero un uso excesivo o exclusivo como medio de comunicación es, sin duda, un factor de riesgo que genera fenómenos anómalos como el de los hikikomori.
Carmen María Martínez Conde, en familyandmedia.eu.