Andrés Ollero Tassara, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Rey Juan Carlos, y magistrado del Tribunal Constitucional de España, publica en la revista Acta Universitatis Lucian Blaga, de Sibiu (Rumanía), un artículo titulado "Justicia y misericordia. Mínimos éticos: jurídico y moral".
En la primera parte del ensayo, Ollero sintetiza sus tesis sobre el derecho como mínimo ético, expuestas en diversas publicaciones (1). Reitera la necesidad de superar malentendidos, como, por ejemplo, que «el no matar, no robar o no mentir son exigencias jurídicas elementales, que no dejaron de ser ante todo tales por el hecho de verse incluidas en el decálogo. La revelación del Sinaí aspiraba precisamente a protegernos ante una posible degeneración del mínimo ético en ética mínima».
En la segunda parte, tras haber descrito el indispensable papel cumplido por el derecho como mínimo ético, comienza refiriéndose al «peligro de un posible traslado de la mentalidad jurídica al ámbito –obligadamente maximalista– del logro de los objetivos perseguidos por la moral; sobre todo en un ámbito tan peculiar como el del derecho matrimonial canónico. Podría surgir así la figura del riguroso y autosatisfecho cumplidor de la ley y el orden, convertido en agudo juez de toda conducta ajena».
Custodios, no dueños. En cambio, «la exégesis del Papa Francisco sobre la parábola del hijo pródigo (…) apunta el foco hacia el hermano cumplidor, totalmente incapacitado para entender la actitud de su padre. Resalta con ello un elemento nada jurídico: la apuesta divina por la misericordia en el trato con los hombres; escandalosa en un tiempo marcado por el individualismo que dificulta todo intento de comportarse como custodios y nunca como dueños.
»Se nos anima así a descubrir que, igual que la justicia es un mínimo ético indispensable, también en el cristiano toda maximalista búsqueda de la perfección moral ha de partir –como mínimo ético– de la convicción de que “la misericordia es un elemento indispensable en las relaciones entre los hombres”. (…) La misericordia aparece como “el primer atributo de Dios. Es el nombre de Dios”», en expresión gráfica del Papa Francisco, que aclaraba en su momento: «Esto no significa tener la manga ancha, en el sentido de abrir las puertas de las cárceles a quien se ha manchado con delitos graves. Significa que debemos ayudar a que los que han caído no se queden en el suelo» (El nombre de Dios es Misericordia. Una conversación con Andrea Tornielli, pp. 88, 96 y 90).
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Juan Ramón Dominguez Palacios
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