lunes, 27 de agosto de 2018

Dar las gracias, pedir perdón y abrirse a la vida: tres matrimonios cristianos “con Dios en medio”

El matrimonio cristiano y el ser cristiano "no es nada mágico". Estas tres parejas cuentan su experiencia, su vocación y los frutos que han recibido desde que se dieron el "sí", y se lo dieron a Dios.

El matrimonio es una palabra que a determinadas edades puede generar vértigo. Amarse un hombre y una mujer para toda la vida “con Dios en medio”, como dice María José, que lleva más de 20 años en la travesía con su marido Miguel Ángel. Testimonios como el suyo prueban que es posible conseguirlo. Sin embargo, como dice Mónica, los matrimonios cristianos sufren como los demás y pasan por momentos difíciles en la vida de pareja.
 Como ella recuerda: “No tenemos nada mágico”. Voces como las suyas son las que se han escuchado en el Encuentro Mundial de las Familias que se ha celebrado en Dublín (Irlanda) entre el 21 y el 26 de agosto. Bajo el lema “Las familias, ¡Alegría para el mundo!”, ponen voz a la labor de pastoral familiar que desarrollan en la diócesis de Toledo. 

En ese sentido, María Ángeles, de 53 años, insiste en que el mejor ejemplo que podemos dar los cristianos es ese: normalidad. "En los cursillos que damos, hemos ido dando cara de que los matrimonios cristianos no somos perfectos. Creo que a la gente le llegas mostrando tu debilidad y las bendiciones que Dios te ha ido regalando a lo largo de estos años”. 

 Estos tres matrimonios nos han contado cuál es su experiencia de lo que puede ser un matrimonio cristiano, y de la importancia de dos palabras que desgranaba el Papa Francisco: perdón y gracias. 

 María José y Miguel Ángel: “Crecemos juntos para llegar al cielo”
María José, de 53 años, está casada con Miguel Ángel, desde hace 23 años. Desde esa veteranía, María José y su marido tienen claro que desde el día de la boda hasta hoy siguen mirando hacia el mismo sitio. “El matrimonio es un proyecto en el que te comprometes a vivir para siempre. 

La promesa del día de la boda es lo que te empuja a ir dando lo mejor de ti mismo cada día. Crecemos juntos para llegar a la meta que tenemos, que es llegar al cielo”. Son padres de dos hijas. Para ellas quieren ser ejemplo y testimonio de fe. María José y Miguel Ángel esperan enseñarles una cosa, que comparte María José: “Cada día renuevo ese sentirme amada por Dios, ese decir: 'Soy importante para Dios, Él cuenta conmigo'. Queremos enseñar eso a nuestras hijas: a no quejarse, a dar lo mejor de sí mismas y saber Dios tiene un sueño y un proyecto para ellas”.


Mónica y Edu, encomendados a “cuando Dios quiera”
Con 29 y 30 años respectivamente, Mónica y Edu acaban de empezar el camino. Suman cuatro años de matrimonio con las ideas muy claras. Aspiran a lo mismo que María José y Miguel Ángel y saben que ello pasa por su vida juntos. “Entregándonos al otro día a día y olvidándonos de nosotros mismos para pensar en el otro, es como podemos caminar juntos y ser santos”, afirma Eduardo.

Para ello, están esperando que su unión cuente con nuevos miembros, sus futuros hijos, desde la apertura a la vida. Son pacientes y se lo confían a Dios: “Cuando Dios quiera”, que dice Eduardo. Mónica añade que los matrimonios cristianos y jóvenes no son diferentes a los demás. Solo resalta la presencia de Jesús para afrontar los problemas y las alegrías. Eso, y poder compartir su experiencia con otros como ellos, que acaben de empezar. "Pasamos por lo mismo que todos los matrimonios, pero tenemos la suerte, no solo de tener fe y ser consciente de lo que es el matrimonio, si no que compartimos con otros matrimonios y en comunidad todo esto".

María Ángeles y Lorenzo: “¿La alegría del matrimonio? Crecer en el amor”
Esas son las dos reflexiones que acercan Lorenzo, de 52 años, y María Ángeles, de 44, después de 17 años juntos. Su matrimonio ha sido bendecido con cinco hijos. ¿Cinco? Ni ellos se lo esperaban. Así lo cuenta la propia María Ángeles, que se define como una madre “gallinita”, exigente y cariñosa. Junto a Lorenzo, comparten la alegría de ser padres y la vocación que eso supone. “Intento que mis hijos sean la mejor versión de lo que Dios les ha llamado a ser. Disfruto mucho de mis hijos. Para mí son una bendición. Nos han ayudado a Lorenzo y a mí a ser mejores personas. Nos hemos dado cuenta de que las charlas no sirven tanto como ser un ejemplo para ellos”, explica.

Esa alegría con los hijos la encuentran también en su relación. Ellos, como dice Lorenzo, tienen a Dios en el punto de mira. “El matrimonio es cada vez mejor en teoría y en experiencia: nos conocemos más como somos, nos perdonamos más y Él nos guía para querernos cada día”.

cope.es
Juan Ramón Domínguez Palacios
enlacumbre2028.blogspot.com.es

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