Francisco J. Contreras, Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Sevilla, presenta hoy en el digital Religión en Libertad (ReL) un certero y vigoroso análisis sobre la encrucijada cultural a la que el Partido Popular se enfrenta tras el triunfo del 20N. Y es que “el PP debe decidir si aspira a ser algo más que un equipo de eficientes contables” en un entorno que, ciertamente, propicia el reduccionismo economicista.
“El inamovible escoramiento de España al centro-izquierda, explica el profesor Contreras, es la premisa de la doctrina que ha informado la estrategia del PP en las últimas décadas: el arriolismo. La doctrina presupone que, para una derecha ontológicamente minoritaria, la única forma de vencer consiste en conseguir que una parte del electorado socialista se abstenga: ganar la partida por aburrimiento; no despertar a la fiera gauchista.
Ello exige un discurso tecnocrático, descafeinado, centrado únicamente en la eficiencia gestora, que evite los temas ideologizables (pues se presupone que la batalla ideológica la tiene ganada la izquierda in aeternum). La línea de Rajoy ha respondido exactamente a ese modelo: la economía lo es todo“. Por eso “mientras que el PSOE tiene un modelo de sociedad (con posiciones claras –nefastas, desde luego- en bioética, modelo de familia, educación, nacionalismos, etc.), el PP no quiere saber de nada que no sean indicadores económicos”.
Pero el gobierno del PP dispone ahora de la posibilidad de mostrar que tiene una propuesta cultural propia. “Deróguese, concluye el profesor Contreras, la ley del aborto: lo desea la gran mayoría de sus votantes. Deróguese el divorcio exprés, que convierte el matrimonio en un contrato-basura. Reviértase el absurdo matrimonio gay (la relación hombre-mujer merece una protección especial porque sólo de ella salen niños). Restablezca el PP su propia ley educativa de 2002 (LOCE), que incluía medidas sensatas -reválida; itinerarios educativos diversificados- y que fue sectariamente derogada por Zapatero apenas llegó al poder. O, puestos a soñar grande, ¿por qué no implantar el cheque escolar, que podría permitir un ahorro de un 40% en educación? Mejórese sustancialmente el tratamiento fiscal de la familia. Garantícese el derecho de todo niño a ser educado en castellano”.
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