El Domingo de Ramos de 2013, el Papa Fracisco habló a los jóvenes de alegría y cruz. Un año después nos preguntaba a cada uno quién somos y cómo nos situamos ante la pasión del Señor.
Muchas representaciones artísticas –por ejemplo el cuadro de Giotto– nos muestran cómo debió de ser el “primer” Domingo de Ramos.
Con serenidad va Jesús al encuentro de su pasión y acepta la alegría de los niños y de la gente sencilla que le aclaman.
“Jesús –observa el Papa– ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma” (Homilía en el Domingo de Ramos, 24-III-2013).
Continúa, dirigiéndose ahora a nosotros: “Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro”
El Domingo de Ramos introduce la liturgia la Semana Santa, en que los cristianos podemos acompañar a Jesús en su pasión que lleva sobre sí todos los pecados y todos los sufrimientos del mundo, especialmente los de los inocentes.
“Jesús –explica Francisco– toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. (…) Este es el bien que Jesús nos hace a todos en el trono de la cruz. La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito eso que ha hecho él aquel día de su muerte” (Ibid.).
La fuerza de los jóvenes
Apunta Romano Guardini que Dios tuvo el valor de crear al hombre libre. Y Cristo, la valentía de ir a la Cruz. Por eso Él será siempre la mayor fuerza de los jóvenes, a quienes les decía san Juan: “Os escribo, a vosotros, jóvenes porque habéis vencido al maligno” (1 Jn 2, 13).
A los jóvenes les dice Francisco: “Vosotros no os avergonzáis de su cruz. Más aún, la abrazáis porque habéis comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo, en el don de sí, en salir de uno mismo” (Homilía 24-III-2013).
Y así los jóvenes –y todos los que tienen un corazón joven– pueden, con la fuerza de la cruz contribuir a derribar “el muro de la enemistad, que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído la reconciliación y la paz” (Ibid.).
¿A quién nos parecemos?
El Domingo de Ramos de 2014 nos ha preguntado Francisco a quién nos parecemos, entre las figuras que se muestran en la pasión del Señor, en la Semana Santa: ¿a los discípulos que se duermen, a Judas el traidor, a los dirigentes del pueblo que buscan falsos testigos? ¿A Pilatos, que se lava las manos mientras condena a un Inocente? ¿Al gentío que se deja llevar, a los soldados que le ultrajan para divertirse? ¿Al Cireneo que ayuda? ¿A la Virgen o a las santas mujeres que sufren en silencio? ¿A José de Arimatea que trabaja para darle sepultura con amor?
“¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de esas personas me parezco?”? Que esta pregunta –aconseja el Papa– nos acompañe durante toda la semana. Durante esta semana en que la Cruz aparece como la mayor prueba de amor.
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