Artículo del Dr. Juliá:
“Lo digo francamente: en el Sínodo previo, en relación a varios asuntos experimenté la tentación de rendirme a la mentalidad del mundo secularizado y del occidente individualista. Reconocer las así llamadas “realidades de la vida” como un locus theologicus significa renunciar a la esperanza en el poder transformador de la fe y del Evangelio. El Evangelio que alguna vez transformó culturas está ahora en peligro de ser transformado por ellas.”.
El card. Robert Sarah ha hablado con claridad y valentía en el Sínodo. Y sus palabras me han hecho recordar una consideración de Pablo VI en su explicación del acto de Fe realizado al publicar el Credo del Pueblo de Dios.
Después de señalar que este Credo repite sustancialmente la fórmula de Fe tradicional inmortal de la Santa Iglesia de Dios , añade:
“Bien sabemos, al hacer esto, por qué perturbaciones están hoy agitados, en lo tocante a la fe, algunos grupos de hombres. Los cuales no escaparon al influjo de un mundo que se está transformando enteramente, en el que tantas verdades son o completamente negadas o puestas en discusión. Más aún vemos incluso a algunos católicos como cautivos de cierto deseo de cambiar o de innovar. La Iglesia juzga que es obligación suya no interrumpir los esfuerzos para penetrar más y más en los misterios profundos de Dios, de los que tantos frutos de salvación manan para todos, y, a la vez, proponerlos a los hombres de las épocas sucesivas cada día de un modo más apto”.
La tentación de acomodar la Verdad de Cristo, del Evangelio, al “espíritu del tiempo”, a la “opinión pública reinante” –espíritu y opinión que nadie sabe qué son, y aunque se supiera- sigue viva entre algún que otro padre sinodal, como se refleja en algunas intervenciones que, claman, precisamente por “cambiar –convertir- ese “espíritu” y esa “opinión” con la luz del Evangelio.
El arzobispo norteamericano Chaput, y uno de los círculos ingleses, insiste en que es preciso resaltar, y dar a conocer al mundo, la estupenda realidad de muchas familias cristianas “que, incluso en situaciones difíciles, sirven de contra-testimonio a las tendencias negativas en el mundo por el modo en que, con mucha fe, viven la visión católica del matrimonio y la familia. Estas familias tienen que recibir reconocimiento, ser resaltadas y alentadas en el documento”.
En la relación de los participantes del círculo francés A se subraya “que no es bueno que el Sínodo gire solamente en torno a los problemas y crisis que atraviesan las familias de Occidente”, y que no puede decirse que, en todas partes, disminuyan los matrimonios y bautizos. En cambio, afirman los padres sinodales, “en todo el mundo existen familias que viven felizmente su enraizamiento en Cristo y en la fe”. La familia de hoy, se lee en otra relación en francés, “es un lugar donde no todo va mal, y sigue siendo una ‘escuela de humanidad’”.
Los miembros del círculo inglés A, moderado por el cardenal Pell, indican que en vez de insistir en “la descripción excesivamente sombría de la escena contemporánea”, es necesario resaltar más “la reflexión teológica sobre los matrimonios fieles y enamorados, y sus familias, que, tan a menudo con heroísmo, viven un auténtico testimonio de la gracia de la familia”. “Hemos tratado de hablar menos de la ‘crisis’ y más de ‘luces y sombras’ (…) de la vitalidad de muchas familias que testimonian la belleza de la vida familiar e inspiran a otros en su compromiso con la vida familiar (…) de las luchas y desafíos, que son parte de las sombras. ¡Qué importante es reconocer y dar apoyo a estas familias y el poder de su testimonio vivido!”.
Y dentro de esa línea de resaltar la grandeza humana y sobrenatural de la familia, el arzobispo Peta, de Astana, Kazajstán, señaló que el “humo de Satanás”, pretende entrar en el Sínodo a través de tres propuestas:
-la de admitir a la Sagrada Comunión a los que están divorciados y viven en uniones civiles.
-la de afirmar que la cohabitación es una unión que puede tener en sí misma valores buenos.
-la de defender que la homosexualidad puede ser supuestamente normal.
No se le puede negar a los cardenales Sarah y Pell, y a los arzobispos Chaput y Peta la virtud de la claridad en la Verdad, que es el mejor camino para vivir la Misericordia, y así ayudar a las familias a vivir según el querer de Dios, manifestado en Jesucristo.
Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com
Gracias por abrirnos los ojos y encender la luz de la esperanza.
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