Leemos en el blog de Carlos Goñi:
La delicadeza es la forma adecuada de instalación en el mundo. Sus actitudes propias son el pudor, que hace que yo salvaguarde mi intimidad; la generosidad, que hace que el exterior se enriquezca con mi mundo interior, y la atención, que hace que yo salga de mí para atender a los demás. ¿Demasiada filosofía? La necesaria para comenzar a educar en la delicadeza.
La delicadeza es la forma adecuada de instalación en el mundo. Sus actitudes propias son el pudor, que hace que yo salvaguarde mi intimidad; la generosidad, que hace que el exterior se enriquezca con mi mundo interior, y la atención, que hace que yo salga de mí para atender a los demás. ¿Demasiada filosofía? La necesaria para comenzar a educar en la delicadeza.
Como seres corpóreos, los humanos tienen que adaptarse al medio. Pero lo que constituye al ser humano como tal, no es su cuerpo, sino una interioridad sobreabundante (o especial) que es intimidad. Por eso, el hombre propiamente no se adapta al medio sino que lo adapta a sus necesidades, dando lugar a la construcción de un orden social y cultural, ético y jurídico, artístico y simbólico, que constituyen “su mundo”. No se conforma con sobrevivir; tiene que vivir, vivir humanamente.
Pero el ser humano, a su vez, tiene que adaptarse a ese mundo que él mismo ha creado, tiene que vivir en él. Esa forma de estar en el mundo es lo que Julián Maríasllamaba “instalación”. El hombre, por tanto, se instala en el mundo, en la sociedad, en la cultura. Esa instalación puede adoptar dos formas equivocadas: puede hacerlo a la manera del animal o a la manera de la piedra. Estas dos formas han dado lugar a dos ideales de felicidad: la ataraxia estoica y, lo que podríamos llamar la enajenación del hombre actual.
Entre la ataraxia y la enajenación está la persona delicada. Ella guarda su intimidad, pero no la sella, como hace el estoico. Tiene deseos, pero sabe controlarlos. Tampoco la pierde en lo exterior, no se cosifica porque guarda para sí algo intransferible. No está en el mundo como un castillo fortificado, pero tampoco disuelto como el azúcar en el café. No lleva ni una existencia rácana, desconfiada, estoica, ni una existencia disoluta, extraviada, materialista. Desea sin dejarse dominar por sus deseos.
La delicadeza es la forma adecuada de instalación en el mundo. Sus actitudes propias son el pudor, que hace que yo salvaguarde mi intimidad; la generosidad, que hace que el exterior se enriquezca con mi mundo interior, y la atención, que hace que yo salga de mí para atender a los demás. ¿Demasiada filosofía? La necesaria para comenzar a educar en la delicadeza.serpersona.info
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