El mapa del mundo sentimental produce choques y enfrentamientos frecuentes. Unos son plácidos, otros producen temor e incertidumbre, otros gratifican con su presencia. No es una materia de corte matemático, sino que tiene profundas raíces psicológicas y presenta una amplia gradación de tonos y colores. Es necesaria una cultura de los sentimientos, el objetivo de la educación sentimental es lograr un buen equilibrio entre corazón y cabeza, entre lo afectivo y lo racional.
Enrique Rojas describe las manifestaciones de esta incultura quiero clasificarlas en los siguientes apartados:
1º. Miedo o pánico al compromiso. Muchos jóvenes de hoy salen, entran, se relacionan, pero cuando se plantea que todo eso aterrice en un compromiso sólido reaccionan con miedo, ansiedad, gran desasosiego… o pánico o temor enorme a que eso no funcione, y salen huyendo.
2º. Esa inmadurez afectiva se puede asociar con un buen nivel profesional. Se trata, por tanto, solo de un bajo nivel de conocimiento y manejo de ese campo. Se trata de buenos profesionales, médicos, ingenieros, arquitectos, abogados o gente con profesiones no universitarias que se desenvuelve bien en esas tareas, pero que paradójicamente sabe muy poco de la afectividad. Les cuesta amar, querer en el sentido de entregarse, y tratan de aplazar cualquier vínculo o unión.
3 º. Va apareciendo de forma gradual una cierta incapacidad para expresar sentimientos. Los sentimientos aparecen mediante el lenguaje verbal (las palabras), el lenguaje no verbal (los gestos), el subliminal (que se cuela entre los dos anteriores), el epistolar (escribir pequeñas notas de amor… esto ya es para nota) y en los lenguajes modernos de las redes sociales. Eso a la larga es una limitación psicológica bastante seria.
4º. Este tipo de hombre se centra casi exclusivamente en el trabajo. Se va produciendo en él una hipertrofia profesional, que a menudo se desliza hacia la adicción al trabajo: no tener tiempo más que para trabajar. Trabajar y ganar dinero, esos son los dos objetivos.
5º. Siguiendo este curso de ideas, esa persona se en camina hacia una mezcla de egoísmo y egolatría. Pensar solo en sí mismo y tener una idolatría de suyo. Solo se centra en progresar profesionalmente, adquirir una adecuada posición económica y disfrutar y pasarlo bien. Todo se queda ahí. Se han evaporado los valores humanos y la palabra amor se diluye en encuentros sexuales puntuales, pasajeros, donde esa persona se busca a sí misma una y otra vez. Es la magia de lo efímero. Todo se torna intrascendente. No hay cabida para un amor auténtico. Es el monumento al individualismo.
serpersona.info
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