Escribe Antonio Argandoña: Me parece que no exagero si afirmo que, en nuestras sociedades abiertas, modernas, dinámicas y (añada el lector sus adjetivos), es muy difícil entenderse con otros. Me parece que hay al menos tres factores que influyen en esa dificultad, pero no son nuevos, sino que vienen de sociedades muy antiguas, quizás porque los seres humanos no hemos cambiado tanto, a pesar de que lo ha hecho nuestro entorno.
1. El miedo. Si el otro puede ser un enemigo, lo que tengo que hacer es agredirle, si soy más fuerte, o alejarme de él, si me parece que no ganaré. Hoy hay muchos miedos, causados unos por el entorno físico, pero la mayoría tienen causas humanas. En todo caso, “al enemigo, ni agua”: no hay diálogo. Una variante de esto es que el otro es “diferente”: de otro credo político, de otra raza, inmigrante, pobre (o rico)…
2. La venganza. El otro me ha hecho daño y, por tanto, yo he de castigarle, de exigirle el “ojo por ojo y diente por diente”, o quizás más, el “me las pagarás” hasta el límite. El daño del otro puede ser real o imaginario, próximo o lejano, quizás muy lejano. Pero mientras no haya saldado la deuda y haya compensado la brecha, no estaré tranquilo.
3. La justicia. Esto es más peliagudo: el otro ha cometido una injusticia, real o imaginada, y tiene que repararla. Exigirlo es un deber. No hay solución: el que la hace, la paga. El otro puede ser una persona pacífica, que reconoce su culpa y está dispuesto a enmendarla, o no. En todo caso, mientras la deuda esté pendiente, no hay diálogo posible.
¿Qué podemos hacer? Se nos ocurren soluciones, como mejorar el conocimiento del otro y de lo que hizo; tratar de entender sus actitudes e intenciones, buscar personas que hagan de intermediarios y nos ayuden a cerrar la brecha… Al final, sobre todo en el segundo caso, perdonar. Y en el tercero, cumplir lo que sea de justicia y perdonar.
serpersona.info
No hay comentarios:
Publicar un comentario