miércoles, 6 de abril de 2011

Un Instituto europeo apoya a los políticos católicos que luchan “en las trincheras” en defensa de su fe

    Ya que la cristianofobia continúa expandiéndose y la enseñanza de la Iglesia se está convirtiendo en tabú en la política de Occidente ¿cómo pueden los políticos cristianos atreverse a hablar en defensa de la fe? La respuesta puede estar en el Instituto Dignitatis Humanae. Fundado hace exactamente dos años por un pequeño grupo de parlamentarios y políticos europeos católicos, este organismo se compone de varios grupos de trabajo de varios parlamentos, que se dedican a difundir su punto de vista por todo el mundo.
    Su objetivo, según Benjamin Harnwell, presidente y fundador del Instituto, es convertirse en una plataforma a través de la cual los políticos cristianos puedan presentar de mejor manera respuestas coherentes, moderadas y centradas al creciente número de laicos radicales y extremistas de la vida pública.

    “La asociación entre estos grupos de trabajo no es una federación o una confederación, sino más bien un convoy o flotilla”, dijo Harnwell. “La manera en la que los militantes laicos trabajan es reclutando a las personas clave a través de una mezcla de difamación, intimidación y acoso, por lo que nosotros estamos reuniendo a personas que se sienten conscientemente parte de este convoy para que no se sientan aisladas y expuestas a este tipo de ataques de francotiradores”.

    Actualmente el Instituto está estableciendo una oficina internacional en Roma, además de su sede en el Parlamento Europeo, que ayudará a coordinar estos grupos de trabajos. Los principios básicos de este Instituto están establecidos en su “Declaración Universal de la Dignidad Humana”, ideada originalmente por Harnwell, un miembro del Parlamento Irlandés, Gay Mitchell y un miembro del Parlamento Británico, Nirj Deva.

    La Declaración consta de tres principios fundamentales: que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios; que esta imagen y semejanza es inherente a cada ser humano sin excepción, desde su concepción hasta su muerte natural; y que la forma más efectiva de salvaguardar este reconocimiento es a través de la participación de la fe cristiana en público.


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