miércoles, 6 de noviembre de 2013

Todos a una

   
   Las almas grandes se forjan dándose a los demás, descentrándonos de nosotros mismos −así dice el Papa− para centrarnos en Dios y en las personas que nos rodean.

 Una de las obras más celebradas de Lope de Vega es aquella en la que un pueblo entero se subleva y mata a un Comendador inicuo, que quiso abusar de una mujer y ser desleal a los Reyes. Interroga el juez a diversos vecinos con esta pregunta: “¿Quién mató al Comendador?”, y todos van dando respuestas equivalentes a esta: “Fuenteovejuna, señor”. El juez vuelve a interpelar: “¿Y quién es Fuenteovejuna?” La respuesta es: “¡Todos a una, señor!”. 

   Si siempre es necesaria la unidad humana, ahora acucia de modo más perentorio. Quizá por eso he evocado la tragicomedia de Lope, aunque en estos instantes no se trate de tomarnos la justicia por nuestra mano, sino de hacer justicia siendo solidarios. Ciertamente, hoy día y en nuestro país, podemos ser solidarios a la vuelta de la esquina, pero hay zonas del mundo en las que lo nuestro queda pálido ante las penurias que padecen. Hace no muchos días el presidente Manos Unidas de Valencia, me contaba de un viaje realizado a Camboya como medio de formación, y hielan los dramas que narra. Pero en estas líneas yo querría escribir sobre África, un continente en el que los padecimientos son enormes en temas elementales de salud, educación, vivienda, alimentación, es decir asuntos primarios vitales. 


Hay muchas buenas iniciativas para ayudar a ese continente. Por razones que diré, hay una que yo tengo muy dentro del corazón, pero antes recordaré unas palabras escritas por Benedicto XVI en su obra Jesús de Nazaret. Al considerar la parábola del Buen Samaritano, después de una serie de reflexiones, escribe que «los pueblos explotados y saqueados de África nos conciernen»... «En lugar de darles a Dios, el Dios cercano a nosotros en Cristo, y aceptar de sus propias tradiciones lo que tiene valor y grandeza, y perfeccionarlo, les hemos llevado el cinismo de un mundo sin Dios, en el que sólo importa el poder y las ganancias». 

Doble explotación, por tanto, de esos pueblos: han sido saqueados y les damos a cambio la estafa de un mundo cínico, sin Dios. Fuertes fueron también las palabras del Papa Francisco sobre los sucesos continuos de los emigrantes que llegan a Lampedusa. Ahora voy a Harambee que en lengua swahili significa precisamente "todos a una". Esta iniciativa corresponde al Venerable Álvaro del Portillo que pronto será beatificado. La puso en marcha su sucesor como prelado del Opus Dei con ocasión de la canonización de San Josemaría. Poco a poco sus recursos han ido creciendo por todo el mundo y va pudiendo ayudar a tareas realizadas en África por el Opus Dei y por otras instituciones. Los días 5 y 6 de noviembre visitará Valencia la doctora congoleña Celine Teudobi del Hospital Monkole de Kinsasha, que ha recibido en el año actual el Premio Harambeee a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana. 

Con su experiencia profesional, que busca hacer de África un continente mejor, se dedicará en esos dos días a sensibilizar algunos centros educativos sobre los problemas africanos, mostrándoles cuánta gente buena trabaja para que las condiciones de vida en estos países puedan mejorar de modo que no tengan necesidad de desarraigarse habiendo de marchar a otros lugares en tantas ocasiones con riesgo de la propia vida. Posteriormente, el 23 de noviembre, en la sala Maestro Rodrigo del Palau de la Música, tendrá lugar el tradicional concierto benéfico de Harambee-Valencia. Correrá a cargo del barítono Carlos López Galarza y la pianista Husan Park. Son ya muchos los valencianos en esta tarea de ir todos a una por África. Hay que resaltar que son también numerosos los mismos africanos que luchan por la mejora del continente aun cuando pudieran tener una vida más regalada en países europeos en los que han estudiado o en donde han ejercido un tiempo su profesión. 

Este es el caso de la premiada este año que, ya en su época de estudiante, dedicaba su tiempo libre a enseñar a leer y a escribir a mujeres de «una zona muy pobre, donde las mujeres no saben nada −son sus propias palabras− y así no pueden prosperar; les enseñábamos primeros auxilios, a detectar las enfermedades infantiles, a tener higiene en la casa y con los niños». Verdaderamente, las almas grandes se forjan dándose a los demás, descentrándonos de nosotros mismos −así dice el Papa− para centrarnos en Dios y en las personas que nos rodean o incluso en las lejanas, como hacen quienes auxilian estas iniciativas con su dinero, su trabajo, su tiempo, su ilusión. 

Pero lo más importante, es hacerlo con el cariño revelador del buen deseo de salir a las periferias donde habita el dolor no curado, la miseria no redimida, la incultura no sanada, el hambre no saciada, la dolencia no mitigada. Y aún más allá, mostrar ese Dios desconocido para muchos, cercano a nosotros en Cristo, tal vez cambiado por el cinismo destructor de los valores morales, que ha convertido la corrupción y la falta de escrúpulos en el poder en algo natural. Ojalá que lo natural sea este "todos a una" que no mata a nadie, sino que da vida. 

Pablo Cabellos Llorente

Las Provincias

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