Juan XXIII y Juan Pablo II siguen «inspirando» a la Iglesia. El propio Papa Francisco, que hoy presidirá la ceremonia por la que serán elevados a los altares dos de sus predecesores más amados por los fieles, así lo reconoció ayer en sendos mensajes.
Por una parte, en un videomensaje dirigido a Polonia, la tierra natal de Karol Wojtyla, el actual Pontífice se confesó «feliz» por proclamar la santidad de Juan Pablo II, al tiempo que «agradecido» personalmente a él «por su servicio incansable y su guía espiritual».
Después de citar puntos de la homilía pronunciada por Benedicto XVI en la ceremonia de beatificación el uno de mayo de 2001, en su mensaje el Papa da las gracias «al pueblo polaco y a la Iglesia de Polonia por el regalo de Juan Pablo II, que nos ha enriquecido a todos». El Santo Padre afirma que «Juan Pablo II continúa inspirándonos con su palabra, sus escritos, sus gestos, su estilo de servicio y su sufrimiento vivido con esperanza heroica».
El Papa termina valorando el trabajo de la prensa, que permitirá disfrutar la ceremonia a quienes no pueden estar en Roma, «y por eso quiero dar las gracias a todos los periodistas de los diarios, radios y televisiones por su servicio a la canonización del 27 de abril».
A los paisanos de Juan XXIII
En esa línea de aprecio a los medios, el Papa escogió el diario «El Eco de Bérgamo» para enviar un mensaje a los familiares y paisanos del otro santo, Juan XXIII, crecido en esas tierras del norte de Italia. Les dice que prefiere enviar su mensaje a través de ese diario porque «Ángelo Roncalli era un colaborador apreciado en su época de sacerdote joven y, cuando su servicio lo llevo lejos, recibía a través de las páginas del “Eco” la voz y la llamada de su tierra».
El Santo Padre les comenta que la gran herencia de Juan XXIII «puede inspirar hoy una Iglesia llamada a vivir la dulce y consoladora alegría de evangelizar». Francisco les recuerda que el «Concilio Vaticano II abrió un camino de renovación, y es una alegría especial
Juan Pablo II abraza en 2001 al entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio que la canonización de Ángelo Roncalli tenga lugar junto con la de Juan Pablo II, que llevó adelante esa renovación a lo largo de su pontificado».
El Papa ha mostrado siempre su admiración por ambos pontífices, dentro ya de unas horas nuevos santos. En el caso de Juan Pablo II, incluso prestó su testimonio, siendo cardenal, durante el proceso para estudiar iar su posible beatificación.
A los pocos meses del fallecimiento en abril de 2005, el cardenal, Jorge Bergoglio, compareció ante el tribunal de la diócesis de Roma encargado de estudiar su posible beatificación. Su testimonio, publicado parcialmente por el diario «Avvenire», refleja el profundo impacto de Juan Pablo II en su actual sucesor. Cuando había acumulado ya la experiencia de cinco años al frente de los jesuitas de Argentina, Jorge Bergoglio quedó deslumbrado por Juan Pablo II la primera vez que lo vio en diciembre 1979: «Participé en el rezo de un Rosario que él dirigía, y tuve la impresión de que rezaba en serio».
Su segundo encuentro, en abril de 1987, fue en Argentina, cuando el nuncio le invitó a un encuentro de Juan Pablo II con un grupo de cristianos de varias confesiones. «Mantuve un breve diálogo con el Santo Padre y me impresionó especialmente su mirada, que era la de un hombre bueno», contaba.
El testimonio del cardenal Bergoglio añade que su tercer encuentro con tuvo lugar en 1994, cuando era obispo auxiliar de Buenos Aires y «fue elegido por la conferencia episcopal para participar en el Sínodo de Obispos sobre la vida consagrada, celebrado aquí en Roma». En esa ocasión, continúa, «tuve la alegría de almorzar con él junto a un grupo de obispos. Me encantó su afabilidad, su cordialidad y su capacidad de escuchar a cada comensal. En los dos Sínodos siguientes pude apreciar de nuevo esa capacidad de escucha».
Pero lo que le impresionó más fue un rasgo muy típico de Juan Pablo II: «En las conversaciones privadas que he tenido, he podido confirmar su deseo de escuchar a su interlocutor l sin hacer preguntas, excepto si acaso al final. Y, sobre todo, que demostraba claramente no tener ningún prejuicio». En esas conversaciones privadas, Juan Pablo II «hacía sentirse cómodo a su interlocutor, dándole plena confianza. Se tenía la impresión de que incluso cuando no estaba del todo de acuerdo con lo que se le decía, no lo manifestaba en absoluto, precisamente para mantener cómodo a su interlocutor. Si tenía que hacer alguna observación o alguna pregunta para aclarar algo, lo hacía al final». El cardenal Bergoglio se manifiesta impresionado también por «su memoria casi sin límites, pues recordaba lugares, personas y situaciones que había conocido en sus viajes; prueba de que prestaba la máxima atención en todo momento».
Otra manifestación de la santidad de Juan Pablo II es que «tenía el hábito de no perder tiempo, pero lo dedicaba con abundancia, por ejemplo, a los obispos que recibía».
Cuando Jorge Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires, tuvo «encuentros personales privados. Y, siendo yo un poco tímido y reservado, al menos en una ocasión, después de haberle hablado de los temas que eran objeto de la audiencia, hice el gesto de levantarme para no hacerle perder tiempo». Juan pablo II no se lo permitió: «Me cogió por el brazo, me invitó a sentarme de nuevo y me dijo: “¡No! ¡No! ¡No! No se vaya”, para que continuásemos hablando».
Durante una visita «ad limina» con los obispos argentinos en 2002, algunos concelebraron la misa un día con Juan Pablo II en su capilla privada. Según Bergoglio, «lo que más me impresionó fue su preparación a la misa. Estaba de rodillas en su capilla privada en actitud de rezar, y vi que de vez en cuando leía algo de un folio que tenía delante. Apoyaba la frente sobre las manos y estaba claro que rezaba con mucha intensidad. Después volvía a leer alguna otra cosa del folio y adoptaba de nuevo la postura de plegaria. Y así hasta el final».
En el otoño del 2005, el cardenal pedía con todo convencimiento la elevación de Juan Pablo II a los altares. Una vez concluido el proceso, la beatificación fue celebrada por Benedicto XVI en mayo de 2011. Nadie podía imaginar que, tan sólo tres años más tarde, ya como Papa Francisco, Jorge Bergoglio firmaría y presidiría la canonización.
Juan Vicente Boo
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