jueves, 29 de mayo de 2014

La necesaria renovación de la educación católica


   La función de los centros educativos de inspiración católica se inspira en la visión cristiana del hombre y de la sociedad. El derecho de libertad religiosa asiste a las familias para que puedan elegir esta educación (también en otras escuelas). 

En las circunstancias actuales la escuela católica requiere una profunda renovación. De todo ello se ocupa el Documento de Aparecida (2007) con propuestas que mantienen plena actualidad (cf. los nn. 331-340).


Promoción humana y anuncio de la fe

      1. La tarea de la educación católica forma parte de la misión de la Iglesia, como expresa el Documento de Aparecida (V Conferencia del CELAM, 2007): “La misión primaria de la Iglesia es anunciar el Evangelio de manera tal que garantice la relación entre fe y vida tanto en la persona individual como en el contexto socio-culturalen que las personas viven, actúan y se relacionan entre sí. De esta manera la Iglesia procura ‘transformar mediante la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y el designio de salvación’ (Evangelii nuntiandi, n. 19)”... 

      2. Más concretamente, la educación cristiana –continúa diciendo Aparecida– se inscribe en “un proyecto de ser humano en el que habite Jesucristo con el poder transformador de su vida nueva”. Cristo, como fundamento y como término es el principio de orden explícito e implícito, que debe reinar en la constelación de los aspectos y valores de la educación, para que ésta pueda denominarse cristiana. Y así la educación católica contribuye, desde su propio lugar, a recapitular todo en Cristo. 

      3. Se produce de este modo una compenetración entre los dos aspectos de la educación: la promoción humana y el anuncio de la fe. “Lo cual significa –con palabras de Juan Pablo II– que no se concibe que se pueda anunciar el Evangelio sin que éste ilumine, infunda aliento y esperanza, e inspire soluciones adecuadas a los problemas de la existencia; ni tampoco que pueda pensarse en una promoción verdadera y plena del ser humano sin abrirlo a Dios y anunciarle a Jesucristo”.


Sentido cristiano de la vida humana

      Se trata de una educación centrada en la persona humana que la capacita para vivir en comunidad y contribuir al bien común. Ese horizonte comporta impulsar “una educación de calidad para todos, formal y no-formal, especialmente para los más pobres”; una “educación que ofrezca a los niños, a los jóvenes y a los adultos el encuentro con los valores culturales del propio país, descubriendo o integrando en ellos la dimensión religiosa y trascendente”, con libertad frente al Estado y en un proyecto educativo de calidad. 

      4. Volviendo sobre Cristo, Él es el fundamento de todos los valores humanos y a la vez revelador y transformador de la existencia humana para vivir de manera divina: “es decir, para pensar, querer y actuar según el Evangelio, haciendo de las bienaventuranzas la norma de su vida”. Esta referencia explícita a Cristo, compartida por todos los miembros de la comunidad escolar –con el respeto a la libertad religiosa y a la conciencia de los no cristianos presentes en ella–, hace que “los principios evangélicos se convierten para ella en normas educativas, motivaciones interiores y al mismo tiempo en metas finales”. En otros términos: “Jesucristo, pues, eleva y ennoblece a la persona humana, da valor a su existencia y constituye el perfecto ejemplo de vida”. Es la mejor noticia y la meta que la escuela de inspiración católica ofrece a cada uno de los niños y jóvenes: la referencia a Cristo para la configuración de la personalidad, de la mentalidad y de la vida entera. 

      “Tal referencia, al hacerse progresivamente explícita e interiorizada, le ayudará a ver la historia como Cristo la ve, a juzgar la vida como Él lo hace, a elegir y amar como Él, a cultivar la esperanza como Él nos enseña, y a vivir en Él la comunión con el Padre y el Espíritu Santo”. 

      Con esa referencia la persona va construyendo su unidad, asumiendo sus responsabilidades, buscando el significado último de su vida. Con ella aprende a vivir con libertad, intensidad y alegría su fe, y eso le lleva al mismo tiempo a la búsqueda de la verdad, al respeto de las personas, a la entrega de sí misma en el servicio y en la transformación de la sociedad.


La renovación de la educación católica

      5. Ahora bien, en la actualidad la escuela de inspiración católica necesita una profunda renovación. ¿En qué direcciones? Aparecida propone un acompañamiento educativo sobre la base de la fundamentación en Cristo, que permea todo el proyecto escolar cristiano y que incluye la identidad eclesial (aunque no se trate de una escuela oficialmente católica) junto con la excelencia académica, y la solidaridad y caridad con los más pobres. Todo ello debe ser respaldado por la participación de las familias en el proyecto educativo de sus hijos y la formación de los profesores en el mismo horizonte. 

     En síntesis: “El acompañamiento de los procesos educativos, la participación en ellos de los padres de familia, y la formación de docentes, son tareas prioritarias de la pastoral educativa”. 

     6. Algunos detalles más completan esta propuesta. Primero, “que la educación en la fe en las instituciones católicas sea integral y transversal en todo el currículum”. Segundo, que toda la comunidad educativa (directivos, maestros, personal administrativo, alumnos, padres de familia, etc.) sea sujeto activo y real de la educación. Tercero, que la escuela como tal se preocupe, al mismo tiempo, de la catequesis y de la promoción humana de los jóvenes, de las familias y de los más pobres. Cuarto, “estos objetivos –señala literalmente el documento– son esenciales en los procesos deadmisión de alumnos, sus familias y la contratación de los docentes”.


Libertad de educación

     7. En cuanto al Estado, debe garantizar que la libertad de educación sea real, es decir, que las familias puedan “elegir la educación de sus hijos que consideren más conforme a los valores que ellos más estiman y que consideran indispensables”. 

     Y la educación no sería real sin la justa subvención económica: “Por esta razón, el poder público, al que compete la protección y la defensa de las libertades de los ciudadanos, atendiendo a la justicia distributiva, debe distribuir las ayudas públicas –que provienen de los impuestos de todos los ciudadanos– de tal manera, que la totalidad de los padres, al margen de su condición social, pueda escoger, según su conciencia, en medio de una pluralidad de proyectos educativos, las escuelas adecuadas para sus hijos”. 

      Atención al último criterio, que dimana asimismo del derecho primario de las familias a elegir el tipo de educación: “Por lo tanto, a ningún sector educacional, ni siquiera al propio Estado, se le puede otorgar la facultad de concederse el privilegio y la exclusividad de la educación de los más pobres”. 

      La renovación de la educación en la fe desde las escuelas y colegios y en colaboración con las familias (que son los primeros educadores), las parroquias y otras instituciones educativas, hará bien en tomar nota de estos acentos, para lograr situarse en un nivel de calidad adecuado a los requerimientos actuales.

 Ramiro Pellitero
Iglesia y nueva evangelización

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