Malas decisiones personales, como pedir una hipoteca mayor de la que uno se puede permitir, están condicionadas por un modelo social y económico basado en la búsqueda constante del crecimiento.
Desde el Foro Creyente de Pensamiento Ético Económico nos planteamos la necesidad de abordar la reflexión económica desde posiciones éticas, lo que incluye de forma inexorable una dimensión individual de la reflexión, es decir, cómo afecta el pensamiento ético a la economía cuando se aplica a la vida concreta de las personas.
Pero, por otro lado, hemos de llevar a cabo una reflexión de tipo estructural sobre el modelo económico y social en su conjunto, pues una de las causas de los problemas económicos actuales está en que la economía se ha reducido a la aplicación de criterios matemáticos o estadísticos sin tener presente que la economía es una ciencia social, que puede hacer uso de la estadística y las matemáticas, pero que responde a necesidades humanas. Si resituamos la economía como una ciencia social, entonces nos será más sencillo hacer aquello que nos propone la doctrina social de la Iglesia: poner a las personas en el centro de las preocupaciones económicas. Es la dignidad de la persona lo que debe primar a la hora de aplicar criterios económicos en la vida social. Aquí es donde hemos fallado en los últimos treinta años especialmente.
Creemos que el problema no es únicamente a nivel personal: malas decisiones que las personas adoptan en el uso de su libertad económica. Las personas pueden pedir una hipoteca mayor de la que se pueden permitir, vivir a crédito gran parte del año o anhelar bienes que no le son necesarios. Sin embargo, estas decisiones personales están determinadas por otras decisiones que le son impuestas en cierta medida. No debemos olvidar que la concesión de hipotecas de mala calidad fue una decisión que adoptaron los bancos en función de la relajación de las normas en un momento dado; se indujo desde la instancia política a esta situación. La gente pidió préstamos que luego no pudo pagar, pero el problema es que se los dieron, es más, que se incentivó la concesión de aquellos préstamos. Si la autoridad competente no lo hubiera permitido no nos habríamos visto en esta crisis de deuda actual. Es una decisión política que responde a un modelo social y económico muy concreto basado en la búsqueda constante del crecimiento para generar lucro, esto llevó a relajar las normas de concesión de préstamos que llevaron a la gente a endeudarse más allá de lo conveniente.
Creemos que el problema no es únicamente a nivel personal: malas decisiones que las personas adoptan en el uso de su libertad económica. Las personas pueden pedir una hipoteca mayor de la que se pueden permitir, vivir a crédito gran parte del año o anhelar bienes que no le son necesarios. Sin embargo, estas decisiones personales están determinadas por otras decisiones que le son impuestas en cierta medida. No debemos olvidar que la concesión de hipotecas de mala calidad fue una decisión que adoptaron los bancos en función de la relajación de las normas en un momento dado; se indujo desde la instancia política a esta situación. La gente pidió préstamos que luego no pudo pagar, pero el problema es que se los dieron, es más, que se incentivó la concesión de aquellos préstamos. Si la autoridad competente no lo hubiera permitido no nos habríamos visto en esta crisis de deuda actual. Es una decisión política que responde a un modelo social y económico muy concreto basado en la búsqueda constante del crecimiento para generar lucro, esto llevó a relajar las normas de concesión de préstamos que llevaron a la gente a endeudarse más allá de lo conveniente.
El reciclaje del vidrio
Pongo un ejemplo donde se ve con claridad que es el modelo el que pervierte las relaciones económicas y sociales. Hasta 1997 todos los envases de vidrio eran por ley retornables. Creo que somos muchos los que recordamos que debíamos ir con la botella vacía para comprar otra llena. Aquello era una gestión adecuada de residuos, pues los envases de vidrio se reutilizaban, no se reciclaban, con el consiguiente ahorro económico y energético. Esa normativa nos hacía ecologistas sin proponérnoslo. Sin embargo, en 1996, fruto de la acción de lobby de algunas conocidas empresas de refrescos, la normativa se cambió y el vidrio pasó a ser no retornable, con lo que empezó a existir un problema de residuos que hasta entonces no existía. Esa normativa se trasladó a la legislación española mediante el Real Decreto 782/1998 de 30 de abril que desarrolla la Ley 11/1997 de 24 de abril. En su artículo 7 dice claramente que la ley «posibilitará que aquellos [los agentes económicos] pongan en el mercado dichos productos, eximiéndose, como consecuencia de ello, de tener que hacerlo a través de depósito, devolución y retorno». La norma exime de la reutilización de los envases. Hasta entonces eran las empresas las encargadas de gestionar el depósito, devolución y retorno de los envases; desde esa norma, es la Administración, por medio de los sistemas de recogida de basuras, quien lo asume.
Como podemos ver con facilidad, se trata de la aplicación de un modelo económico y social que prima el crecimiento económico a costa de lo que sea y la obtención del lucro por encima del bien común representado en el necesario cuidado y protección del medio ambiente. Además, induce en las personas unos hábitos de consumo del todo irresponsables que dañan tanto el medio natural como la realidad moral de los ciudadanos.
Estamos ante un caso evidente de daño al bien común por parte del modelo social y económico mismo. La consecuencia de aquello es que ahora hay que dedicar muchos esfuerzos para convencer a las personas de que deben depositar los envases en el contenedor adecuado, cuando con el anterior sistema estaba asegurado el respeto del medio natural y la calidad moral de las personas. Por eso, desde el Foro creemos que además de la transformación de las personas es imprescindible un cambio de modelo social y económico, basado en la dignidad de la persona y en el bien común, principios rectores de la doctrina social de la Iglesia.
Bernardo Pérez Andreo
Profesor extraordinario (titular) de Teología. Secretario general del Instituto Teológico de Murcia OFM. Miembro del Foro Creyente de Pensamiento Ético Económico
Profesor extraordinario (titular) de Teología. Secretario general del Instituto Teológico de Murcia OFM. Miembro del Foro Creyente de Pensamiento Ético Económico
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