Hay que ser personas con un cierto sentido de trascendencia, con una visión de eternidad, para distanciarse de cosas en sí mismo buenas, como puede ser el dinero o la salud, pero no fundamentales
En las paradas del bus en Madrid, estos días, nos hemos encontrado con un anuncio que lo llena todo, con un eslogan que dice “Te acercamos lo que te importa”. Muchos ya lo han visto y saben de qué va. En el caso de no haberse encontrado con estas vallas publicitarias en la calle, habrá quien no sepa qué es lo que nos importa.
Si descubriéramos esas palabras en un anuncio medianamente grande, sin las imágenes y las fotos que ahora se pueden ver, es indudable que serviría para que más de uno hiciera una reflexión sobre su propia vida. ¿Qué es lo que me importa?
Ya sabemos que el día siguiente al sorteo de la lotería de Navidad es llamado “El día de la salud”, porque, como no suele tocar, lo que todos dicen es “lo importante es la salud”. Con la que está cayendo y con las preocupaciones tremendas que ciertas personas tienen a contagiarse, sin duda una frase así “Te acercamos a lo que te importa” podría hacer pensar en cómo distanciarse del coronavirus.
El hecho de que para muchas personas lo que cuente, antes que cualquier cosa, sea la salud, o el dinero, manifiesta una pobreza interior importante. Pero es bastante corriente. Hay que ser personas con un cierto sentido de trascendencia, con una visión de eternidad, para distanciarse de cosas en sí mismo buenas, como puede ser el dinero o la salud, pero no fundamentales. Al fin y al cabo, lo que es la salud la vamos a perder tarde o temprano.
Pero como ya podríamos sospechar, el cartelón pegado en todas las paradas del bus, no habla de salud. Lo que nos ofrecen es la posibilidad de ver todos los partidos del futbol de la temporada entrante, con unas condiciones económicas interesantes −supongo, pues no me he interesado mucho por el tema−. Esto es lo que nos importa. Y por si alguien tuviera alguna duda sobre lo que verdaderamente nos importa, no tiene más que echar un vistazo al tiempo que se le dedica a Messi estos días en el telediario.
“El hombre está hecho a imagen de Dios, con cuerpo y espíritu, libre, y llamado a ser hijo de Dios por la Gracia. Semejante a Dios. Ser espiritual, inmortal, llamado a la eternidad. Llamado al amor. Es el sentido del hombre, encontrarse con el amor de Dios. Nos encontramos allí al final de esta vida, pero también nos encontramos con Él en esta vida” (Trascendencia, p. 21). De una forma o de otra, nos damos cuenta, si lo pensamos un poco, que la mayoría de las personas que nos rodean viven para lo material, la salud, el futbol o el dinero, lo mismo da. La mayoría olvida el sentido último y eterno de su existencia.
Pero no se queda la cosa aquí porque la publicidad de Coca-Cola en estos días se resume en una frase: “Benditos bares”. Haciendo referencia al tiempo de confinamiento, con la satisfacción de poder hacer una vida un poco normal, en este país los bares constituyen la esencia misma de nuestra vida de cada día. Se entiende y se comprende que tengamos la alegría de poder estar con un amigo en la terraza de siempre tomando una cerveza. Incluso, quienes han pensado en esa publicidad, están apoyando, de alguna manera, a la hostelería, que está al borde de la quiebra. Pero en todo caso no deja ser preocupante que lo que nos importe sea todo tan material.
El sentido de la vida es algo tan difuso que nos resulta difícil estar en lo esencial en medio de tantas preocupaciones.
Ángel Cabrero Ugarte, en religion.elconfidencialdigital.com.
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