“La autoridad emancipadora también proporciona el entramado teórico necesario para que los educadores puedan definirse a si mismos, no sólo como simples intelectuales, sino también de un modo más comprometido y como intelectuales transformadores. Esto significa que tales educadores no sólo están interesados en las formas de capacitación que fomentan la consecución de logros personales y en las formas tradicionales del éxito académico, sino que a la hora de enseñar también están interesados en vincular la capacitación ‑la habilidad para pensar y actuar críticamente‑ con el concepto de compromiso y de transformación social” (Giroux, 1992).
La auténtica educación genera un compromiso con la acción. No se limita a la esfera del conocimiento y de la comprensión. En un sentido amplio, la verdadera educación no es simple acumulación de conocimientos, lo principal es estar en condiciones de tener un proyecto capaz de convertir las posibilidades en realidades.
El error de los profesores pretendidamente radicales puede ser haberse quedado cortos a la hora de formar personas capaces de mejorar el mundo en el que viven. La labor de los profesores es iniciar juntamente con otro su proyecto en el que se consideren y transformen las instituciones sociales, de convivencia y de trabajo, de modo que el concepto de cultura empiece a incluir el desarrollo de las estructuras sociales. Preparar para actuar y cooperar poniendo en práctica ideales constructivos de mejora social.
Vidente Huerta
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