viernes, 21 de noviembre de 2014

Nada nuevo bajo el sol. ¿O sí?

   El encargado de presentar a Alberto Ruiz Gallardón en el Congreso Católicos y vida pública fue el Presidente del Foro Español de la Familia, don Benigno Blanco. Ambos han mantenido en los últimos años una estrecha relación de cooperación, y la complicidad se notó en el estrado. 

Pero Benigno Blanco, además de ejercer de presentador, dejó caer algunas reflexiones que, después, fueron objeto de debate a lo largo de los tres días de Congreso. «La familia hoy día -dijo- está tan de moda como siempre. Vivimos en familia la mayor parte de las personas. Fracasan al intentar hacer familia muchos, como siempre ha pasado. En materia de sexualidad, no hay nada nuevo bajo el sol desde la época de las cavernas. 

   Todo está como siempre. Lo que pasa es que tenemos que afrontar el problema singular de nuestra época para hacer familia, que es el no reconocimiento de la realidad de la familia por muchos de nuestros contemporáneos, que ya no saben ver qué significa un chico con una chica y la posibilidad de ser papá y mamá, que confunden el amor con la sexualidad, la sexualidad con la genitalidad, que le tienen miedo a la vida, que no logran entender que no se puede resolver un problema social matando a un niño... Son cosas que pasan hoy día», e introducen una fuerte carga de confusión en «aquellos que intentan formar una familia con la misma ilusión de siempre, pero, a veces, por no tener claras las ideas, no logran aclararse sobre cómo hacerlo».


   En ese sentido, la responsabilidad de los medios de comunicación por lanzar mensajes y promover valores contrarios a la familia fue puesta, repetidas veces, sobre la mesa durante el Congreso. El ex ministro chileno Bruno Baranda fue, sin embargo, un paso más allá, y situó la crisis de la familia en el contexto de una crisis global que afecta hoy a todas las instituciones humanas (políticas, sociales, culturales, económicas...), en un contexto de cambio de época comparable al fin del Medievo, cuando «todas las instituciones» anteriores, «las creencias, las convicciones, los modos de vida, las ciencias, las artes...» fueron puestas en cuestión. «Todo cambió y fue para siempre. Pero quedaron en pie los ideales, los principios y las convicciones que debían permanecer. Murió lo que debía morir y sobrevivió lo que tenía que sobrevivir por su intrínseca calidad».
   Algo similar sucederá hoy con la revolución tecnológica. «Morirán muchas cosas, o costumbres, que tal vez deban morir. Y sobrevivirá lo más esencial, lo que tenga real y profunda valía y trascendencia». Ése es un gran reto para las familias cristianas. Y un gran privilegio. «Hubo tiempos larguísimos en que cientos de generaciones no hicieron más que repetir, con rutinas insoportables, en ocasiones, formas de vida estancadas, en las cuales ningún desafío les llamaba a protagonizar exigencias superiores». Hoy, «constituye una oportunidad preciosa el hecho de tomar consciencia de que nos ha correspondido nacer y vivir en un tiempo de decisivas inflexiones históricas, que obligan a tareas excepcionales, que, por su propia naturaleza, se alzan como misiones de grandes exigencias. Es un auténtico privilegio ser llamados al protagonismo en una etapa extraordinaria en el camino de la Humanidad».
   No va a ser fácil. Serán tiempos de «inestabilidad e incertidumbre... Ninguno de nosotros ha sido educado para este reto. Por eso, de entrada, se hace más necesario que nunca fortalecer hoy la preparación para la vida matrimonial y familiar», algo que, sin duda, es hoy para la Iglesia «una asignatura pendiente».
   Además, los matrimonios cristianos deben tomar mayor conciencia de su responsabilidad. No se necesitan familias con «la equivocada necesidad de aspirar a lo magnífico y extraordinario». Se trata simplemente, con nuestros límites e imperfecciones, de «llevar una vida de familia coherente con las enseñanzas de nuestra Iglesia». Y dejar que «la luz del Evangelio, a través de los años, vaya esculpiendo, dando forma, cual carpintero de Nazaret, a un proceso en el que los esposos vamos madurando y fortaleciendo nuestros propios vínculos».
alfa y omega

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