El Santo Padre alentará a fieles y pastores a la dedicación de tiempo y esfuerzos a la atención de los matrimonios y familias, que procuran vivir su fe
Estados Unidos comienza a agitarse con los prolegómenos de la campaña electoral, que gira, en buena medida, sobre inmigración, calentamiento global y desigualdad social. Temas sobre los que se ha pronunciado Francisco, y ante los que los americanos aparecen divididos.
Cuando el 22 de septiembre, el vuelo papal enfile la base de Andrews (Maryland) −pocas millas al sureste de Washington, sede de los Boeing 747 que sirven al presidente como Air Force One− Francisco se encontrará en tierra extraña. Nunca, ni de estudiante, ni de provincial jesuita, ni de arzobispo, ni de pontífice romano ha pisado tierra estadounidense. Sin embargo, las primeras caras que verá le serán muy familiares: un sonriente matrimonio Obama, que acudirá a pie de pista para saludarle.
Pero no nos engañemos, la cordialidad en el recibimiento no oculta la realidad: este viaje tiene más dificultades que el de Cuba. Baste un ejemplo. Los agentes de seguridad han marcado en sus agendas el 25 como el día de la "tormenta perfecta". Ese día, Francisco habla ante los líderes de casi 190 países, reunidos en la sede de Naciones Unidas. Luego, recorrerá Central Park, tendrá un encuentro interreligioso en el memorial de Ground Zero, y celebrará una misa en el Madison Square Garden. Todo ello en un jeep prácticamente descubierto y con la incertidumbre de la conducta de Francisco ante la multitud. “Un desafío sin precedentes”, según William Bratton, el jefe de policía de Nueva York.

Corrientes subterráneas

Pero la dificultad no proviene tanto de la amenaza física contra el Pontífice −algunas ya neutralizadas− cuanto de ciertas corrientes subterráneas que no miran con buenos ojos el viaje. Me refiero a los que han fruncido el ceño ante su encíclica medioambiental (“Estamos maltratando la creación, la tratamos a veces como el peor enemigo”); los que se han escandalizado de sus palabras en Bolivia, condenando “la ambición desenfrenada por el dinero, que es el “estiércol del diablo”; los reticentes ante sus críticas al “capitalismo salvaje”; o los inquietos ante sus posiciones altamente solidarias con el fenómeno migratorio. Newsweek, para azuzar el debate, se pregunta en su última portada: ¿“Francisco es católico”? Ya se entiende que es un interrogante provocador, que el propio semanario modera en el texto. En todo caso, demuestra una ignorancia teológica de fondo, que quiere alentar la fantasía de los progresistas y acelerar la ansiedad de los conservadores.
No olvidemos que Estados Unidos comienza a agitarse con los prolegómenos de la campaña electoral, que gira, en buena medida, sobre inmigración, calentamiento global y desigualdad social. Temas sobre los que se ha pronunciado Francisco, y ante los que los americanos aparecen divididos. Aunque más cercanos −me parece− a Francisco que a algunos líderes republicanos.
Lo cual nos conduce a los índices de popularidad de Francisco en EE.UU. Para Gallup, en 2014 el índice de aprobación de Francisco era 76%. En julio de 2015 había bajado al 57%. La caída corresponde al sector más conservador, por los temas antedichos. Sin embargo, entre los católicos −son un total de 71.796.000, el 22,7% de la población− el índice de aprobación es abrumador (entre 89% y 75%). En mi opinión, no obstante esas oscilaciones, el recibimiento al Papa en todos los foros será muy caluroso. Incluso entre los políticos no conviene olvidar que en la Cámara de Representantes hay 135 católicos. En el Senado 26. Y en el Tribunal Supremo, católicos son 6 de 9 magistrados.

Capitol Hill

Aunque una de esas corrientes subterráneas tiene su sede en el Congreso, pienso que la reacción será algo más que cordial. Es el primer Papa en hablar en Capitol Hill, donde se espera que haga un firme alegato sobre la responsabilidad de Washington para limitar la contaminación, y en favor de una transición de las energías fósiles a las energías renovables. Incluso The New York Times, sostiene que su discurso estará más cercano de las ideas de Bernie Sanders, candidato demócrata a la presidencia −a la izquierda de Hillary Clinton− que a las que sostuvo Ronald Reagan. En mi opinión no es acertada la comparación, pues parte del error de confundir la Doctrina Social de la Iglesia con los esquemas políticos. Coincido más bien con el economistaArgandoña, que sostiene que las críticas del Papa al capitalismo “no iban dirigidas al libre mercado, ni a la libre empresa, ni a la libertad de iniciativa, sino a las motivaciones de sus protagonistas, concretamente a lo que él llamaba la “lógica de las ganancias a cualquier costo”. Rectificar ese error no es cuestión de impuestos, ni de gasto social, ni de regulaciones, sino de cambio de valores. Lo que falla en el sistema “no es el mercado, sino la cultura y la ética”.
Bergoglio es también el primer papa que visita las Naciones Unidas durante los trabajos de su Asamblea general. Antes que él tres Papas hablaron en la ONU (Pablo VIJuan Pablo II, dos veces, y Benedicto XVI), pero no coincidiendo con un Plenario de su Asamblea General. Esta circunstancia hace que Francisco pueda dirigirse a los líderes de los 190 países. Desde luego, la crisis de los refugiados −que ocupa la cabeza y el corazón del mundo entero−, no dejará de ser abordada.

La familia como estrella polar

En fin, el auténtico motivo del viaje es la familia. Es curioso que las dos estrellas polares de su pontificado sean, precisamente, los pobres y la familia. A esta última ha dedicado un Año Internacional, dos Sínodos y multitud de referencias en su enseñanza. En Filadelfia −donde se celebra la Jornada Mundial de las Familias− unas 700.000 personas de todo el mundo participarán en la fiesta con el papa en el centro de la ciudad. Se elevará a un millón en la misa final con Francisco. Aunque la prensa se hará eco de algunas manifestaciones paralelas de LGTB y transgéneros, lo cierto es que el Pontífice alentará a fieles y pastores a la dedicación de tiempo y esfuerzos a la atención de los matrimonios y familias, que procuran vivir su fe. Con mayor motivo si ese empeño se desarrolla en medio de dificultades, en un ambiente cultural opuesto a los principios de la antropología cristiana.
Peter Berger definía Estados Unidos como “un país de indios gobernado por suecos”. Es decir, un pueblo religioso dominado por una inteligencia más bien laicista. Francisco en este viaje deberá cubrir un doble objetivo: llegar al corazón de un pueblo naturalmente religioso y convencer a unas minorías rectoras de que apartarse de las grandes fuerzas morales y religiosas de la historia puede ser un suicidio moral.
Rafael Navarro-Valls es catedrático, académico/secretario general de la Real Academia de Jurisprudencia, y autor del libro Entre dos orillas. De Obama a Francisco.
Fuente: zenit.org.