Sólo se encontrarán soluciones razonables si están guiadas por el deseo de proporcionar al enfermo el entorno más humano para que pueda afrontar y asumir su muerte
Una de las supersticiones modernas es creer que basta hacer una ley para zanjar un problema. La legalización de la eutanasia se presenta como si fuera la receta mágica para solucionar el fin de la vida en una sociedad moderna y envejecida. Tal vez la costumbre de echar mano de las pastillas para problemas que requerirían la forja del carácter lleven a pensar que la “muerte digna” se soluciona con inyecciones y sustancias letales.
Afrontar el cuidado de los enfermos terminales de acuerdo con la dignidad humana es complejo ya que intervienen muchos factores: médico que exige técnica y capacidad de comunicación con el enfermo; familiar que exige cariño y espíritu de sacrificio; y por parte del enfermo exige aceptar y encontrar sentido a la propia muerte. Nada de esto es fácil y nada de esto se arregla con una ley.
Ante los interrogantes que surgen ante un enfermo terminal: ¿Se han puesto todos los medios razonables? ¿Se podría aliviar más su dolor, aunque los analgésicos abrevien su vida? ¿Se siente acompañado?, etc. El legalismo de la eutanasia no dará nunca respuesta a las dudas de conciencia de los médicos, de los parientes, del enfermo. Sólo se encontrarán soluciones razonables si están guiadas por el deseo de proporcionar al enfermo el entorno más humano para que pueda afrontar y asumir su muerte.

Un mayor conocimiento de los cuidados paliativos en la atención de los enfermos terminales ha hecho que disminuyan sensiblemente el apoyo a la eutanasia y al suicidio asistido entre los oncólogos de Estados Unidos. En Francia el Dr. Bernard Debré, exministro y exmiembro del Comité Nacional de Ética señaló que los partidarios de la eutanasia emplean argumentos emotivos. Reconocía que las respuestas a las cuestiones que plantea el sufrimiento de esas personas son difíciles. Pero dar muerte no es la buena respuesta. Si el problema es el dolor, la medicina cuenta hoy con medios para controlarlo.
Los especialistas en Medicina Paliativa, los creadores del Hospice Movement, las congregaciones religiosas que atienden ancianos no se encuentran entre los partidarios de la eutanasia. Si los pacientes están bien atendidos, con competencia y humanidad la eutanasia no se plantea.
Una sociedad avanzada es la que logra evitar la soledad de los ancianos, la que cuenta con médicos que saben cuidar cuando ya no pueden curar, la que ofrece los cuidados paliativos para dominar el dolor, la que dedica medios a la atención de los enfermos terminales sin ocultar la muerte.
Legalizar la eutanasia es una declaración de derrota social.
María Elena Vizcarro, en aragonliberal.es.