No me las he inventado yo; las encontré hace unos días en un blog de “pensadores críticos” (aquí). Pero me parecieron útiles para nuestros políticos, o mejor, para nuestra sociedad, demasiado polarizada, metida en un diálogo de sordos. Y no me diga el lector que en la política vale todo, porque las personas aprendemos de nuestras propias acciones (y de las de los demás). Si digo una mentira, quizás gane a mi contrario, pero estoy aprendiendo a mentir; la próxima vez será más fácil hacerlo y, al final, acabaremos destruyendo las bases de una sociedad civilizada.

Ahí van los diez principios

1. No ataques a la persona, sino al argumento (ad hominem).
2. No deformes ni exageres los argumentos del otro, para atacarlos con más facilidad (falacia del hombre de paja).
3. No utilices la parte para representar al todo (generalización apresurada).
4. No des por sentado que todos los supuestos de tu argumentación son correctos; debes estar dispuesto a justificarlos, uno por uno (petición de principio).
5. No defiendas que lo que ocurrió antes es la causa de lo que ocurrió después; puede ser al revés (ayer compré la pistola porque quería matar hoy a alguien) (falacia de post hoc ergo propter hoc).
6. No reduzcas las alternativas a dos opuestas, blanco o negro; casi siempre, los grises dominan (falsa dicotomía).
7. No reduzcas las alternativas a falso o verdadero: la vida es mucho más compleja que eso (ad ignorantiam).
8. Cuando alguien ponga en duda un argumento tuyo, no le exijas que aporte las pruebas; pueden ser responsabilidad tuya (inversión de la carga de la prueba).
9. No des por supuesto que una cosa se deriva de otra, si no hay una relación lógicaentre ellas (non sequitur).
10. No des por supuesto que porque una premisa sea aceptada por la gente, debe ser correcta (falacia de subirse al tren).
Antonio Argandoña, en blog.iese.edu.