La globalización de la cultura, con sus ventajas e inconvenientes, demanda una atención especial a la educación. La convocatoria de un sínodo sobre la nueva evangelización nos lleva a preguntarnos cómo renovar el anuncio del mensaje cristiano y la educación en la fe, para responder a esas demandas.
Dice el Concilio Vaticano II: "Es propio de todo el Pueblo de Dios
(...) auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu
Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la
palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor
percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada" (GS, 44).
Podríamos decir que esto tiene como dos vertientes. Una que apunta al
"primer anuncio" dirigido a los que no han descubierto la fe. Otra se
dirige hacia los cristianos que no la viven plenamente.
A los primeros, los cristianos podemos mostrarles cómo la fe
cristiana respeta y eleva la razón, y cuando se vive de verdad, conduce a
una existencia llena de sentido.
En la segunda vertiente, la de los creyentes que no viven su fe
plenamente, nos encontramos de alguna manera todos los cristianos, unos
más y otros menos, según los aspectos de la fe que se consideren. Todos
hemos de disponernos a una "educación permanente" en la fe, que continúe
el proceso de la iniciación cristiana que comenzamos de niños o más
adelante, si se trata de una conversión de adultos o adolescentes.
Concretamente Benedicto XVI ha mostrado mucho interés, desde el
principio de su pontificado, en señalarnos que la fe "de verdad" es la
fe con obras. Y, por tanto, la evangelización, el anuncio de la fe,
requiere de las obras. Más aún, las obras de caridad y justicia son ya
anuncio de la fe. El motivo más importante es que la caridad y la
justicia son consecuencia de la fe recibida; y, por ello, manifiestan el
compromiso que los cristianos, por vivir con Cristo, hemos adquirido en
favor del bien de las personas y de la sociedad.
Así lo dice el Papa en su tercera encíclica: "El testimonio de la
caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma
parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le
interesa todo el hombre. Sobre estas importantes enseñanzas se funda el
aspecto misionero de la doctrina social de la Iglesia como un elemento
esencial de evangelización. Es anuncio y testimonio de la fe. Es
instrumento y fuente imprescindible para educarse en ella" (Caritas in
veritate, n. 15).
Estas dos vertientes, primer anuncio de la fe y educación en la fe,
no deben entenderse separadas; pues de hecho se necesita una actitud
verdaderamente misionera, de primer anuncio, para ayudar a muchos
cristianos que no viven la fe porque casi no les ha sido anunciada, o
apenas conocen sus elementos esenciales.
Por todas partes se ve esta necesidad de una actitud más
evangelizadora, misionera o apostólica., Se percibe, en general –aunque
con indudables excepciones–entre todos los cristianos y también en las
comunidades cristianas. Podríamos decir: se echa en falta una
disposición más solidaria en la fe.
El Documento de trabajo para el sínodo apunta diversas formas en que
esto puede realizarse: una propuesta de sentido a los anhelos de las
personas y su sed de felicidad; una adecuada apologética (defensa de la
fe); una afirmación de la fe también en el esfera pública, de diversos
modos que reclaman la iniciativa de muchos; a este nivel lo hacen de
modo emblemático las Jornadas Mundiales de la juventud, los viajes
apostólicos del Papa o las beatificaciones y canonizaciones.
Al mismo tiempo se observa con preocupación "la escasez del primer
anuncio (de la fe) en la vida cotidiana, que se desarrolla en el barrio,
dentro del mundo del trabajo" (n. 141).
En la misma línea apunta el Documento que se puede llegar a muchas
personas con la predicación, con el sacramento de la reconciliación (la
"confesión") y las devociones populares (sobre todo las relacionadas
con la Virgen María); así como con la preparación al matrimonio y la
atención a los enfermos (mucho de esto corresponde a los pastores de la
Iglesia).
Pero, ciertamente, se echa de menos el anuncio del Evangelio "en
medio de la calle": en el trabajo, en la vida familiar. Por eso el
sínodo sobre la nueva evangelización tendrá que dar orientaciones para
el apostolado de los laicos, que llevan a cabo tanto individual como
asociadamente, por medio de las relaciones de amistad y parentesco, de
trabajo, deporte, etc.
Uno de los ámbitos de más repercusión en este apostolado es la tarea
de las escuelas de inspiración cristiana: una tarea llamada a fortalecer
el vínculo entre la iniciación y la educación en la fe.
Para realizar eficazmente esta tarea, cabe subrayar la necesidad de
la enseñanza interdisciplinar de la Religión. La Religión ha de
enseñarse en la escuela con la misma competencia profesional (junto con
la necesaria idoneidad del educador), exigencia de sistematicidad y
rigor que las demás materias del curriculum y en diálogo
interdisciplinar con ellas.
De esta manera el mensaje cristiano puede iluminar la comprensión del
origen del mundo y de la vida humana, el sentido de la historia, los
fundamentos de la ética, el valor de la belleza, el necesario y
fructuoso diálogo entre las religiones y la razón, el deber de
contribuir con el trabajo a la mejora de la sociedad y a las relaciones
de paz y justicia entre las personas y las naciones, el significado de
la sexualidad y del amor y el papel de la familia...
Mediante este diálogo interdisciplinar (coordinado por educadores
especializados y realizado a través de proyectos concretos) la Religión
puede proporcionar elementos, que potencien, desarrollen y completen la
acción educadora de la escuela.
Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra
iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com
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