El
Papa ha completado su viaje haciendo una llamada audaz a la unión entre
musulmanes y cristianos para poner fin a la violencia y las guerras. Un
objetivo ambicioso para un viaje valiente
El viaje de Benedicto XVI
al Líbano se ha parecido a su viaje a Turquía. Entonces había una
tempestad en el mundo islámico, producida por una interpretación sesgada
del discurso del Papa en Ratisbona. La tensión llevó a los servicios de
seguridad turcos a proponer al Papa que llevara un chaleco antibalas.
Benedicto XVI se negó, sonriendo. Hoy el chaleco duerme el sueño de los
justos en una comisaría de Estambul.
También
ahora los sucesos de Bengasi, el Cairo, Túnez, Sudán o Yemen han sido
movidos por la intolerancia fanática, esgrimiendo una afrenta religiosa.
La situación —incluida una vecina Siria en llamas, y un atisbo de
violencia en Trípoli— llegó al extremo de que se pidiera una especial
protección para el Pontífice con el apoyo de los servicios secretos
internacionales a la policía libanesa. Se habló de la suspensión del
viaje. El Papa se negó, dando otra lección de serenidad.
Se entiende que los organizadores libaneses del evento hayan mostrado su admiración ante el courage de Benedicto XVI, que ha colocado su viaje "bajo el signo de la paz" y de la reconciliación. El patriarca grecocatólico Gregorio II Laham había preparado un discurso oficial de bienvenida en el que, entre otras cosas, solicitaba que el Papa pidiera "el reconocimiento oficial de un Estado Palestino". El pasaje fue eliminado: rompía con la finalidad pastoral de la visita, abriendo un frente diplomático delicado.
Frente a todas las tensiones, Benedicto XVI ha dado una lección de equilibrio, insistiendo en que "la razón debe prevalecer sobre la pasión". Ha condenado el fundamentalismo como una "enfermedad de la religión "
y ha colocado la libertad religiosa en el corazón mismo de los derechos
humanos. En mi opinión, porque ella es el test para valorar la llamada "primavera árabe". Si los nuevos regímenes no la aceptan, la "primavera" tiene el riesgo de convertirse en un invierno riguroso.
Benedicto XVI ha dado una lección al mundo, al poner como ejemplo un Líbano multiconfesional, un verdadero patchwork
de confesiones en paz, en el centro mismo de una convulsa región
enfrentada por factores religiosos enloquecidos. Tanto el viernes como
ayer sábado, su ritornelo fue: "no a la venganza, sí a la sociedad plural". Como un eco, los jóvenes reunidos en la gran explanada de Bkerké, en el momento "fuerte"
de la visita, han comprendido que la presencia del anciano Papa entre
ellos era un desafío lanzado a la lógica de la guerra y la
desesperación. Benedicto XVI ha cerrado el círculo con un "no tengáis miedo", que ha resonado como un salva de paz en la explanada.
En
medio de la tempestad, se olvida que el motivo oficial de este viaje ha
sido entregar un texto papal, elaborado con motivo de la reunión en
Roma de obispos de Oriente Próximo. En uno de sus puntos claves, se
alienta a los católicos de la región a considerarse ciudadanos nativos
de Oriente Medio, con el derecho y el deber de participar plenamente en
la vida cívica. El Papa lo ha completado haciendo en el Líbano una
llamada audaz a la unión entre musulmanes y cristianos para poner fin a
la violencia y las guerras. Un objetivo ambicioso para un viaje
valiente.
Rafael Navarro-Valls, es catedrático, académico y autor del libro Entre la Casa Blanca y el Vaticano
ZENIT.org
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