jueves, 16 de enero de 2014

¿Sepulcros blanqueados?

 
    “En el Credo nosotros decimos ‘Creo en la Iglesia, una’, o sea, profesamos que la Iglesia es única y esta Iglesia es en sí misma unidad”. Con estas palabras el Papa Francisco comenzó, en la audiencia del pasado 25 de septiembre, la catequesis sobre la Iglesia.
   Y como buen hijo de la Iglesia, de la única Iglesia de Cristo, como se ha declarado él mismo  en diversas ocasiones, es buen conocedor de estas palabras del Concilio Vaticano II: “Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica, y que Nuestro Salvador, después de su resurrección, encomendó a Pedro para que la apacentara (cfr Juan 21, 17), confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y gobierno (cfr Mt 28, 18 ss), y la erigió perpetuamente como columna y fundamento de la verdad (cfr 1 Tim 3, 15). Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad,  subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él” (Lumen Gentium, n. 8).


  Y lo mismo que cree el Papa Francisco, es lo que han creído, anunciado, enseñando todos los Papas anteriores, desde san Pedro hasta Benedicto XVI.
 Antonio Garrigues Walker en un reciente artículo de periódico, pretende presentar al Papa Francisco como la persona que “ponga en marcha un ecumenismo auténtico en su raíz, capaz de superar los encerramientos dogmáticos tradicionales que reforzó el Papa Ratzinger afirmando que la Iglesia católica es la única verdadera, y que había que oponerse a “una mentalidad relativista que termina por pensar que una religión en tan buena como las otras”.
¿En qué consistiría ese nuevo “ecumenismo auténtico” que quiere proclamar Garrigues? Así lo dice él: “El nuevo ecumenismo requiere –como base esencial- que ninguna religión se proclame como la única verdadera”.
 ¿Sabe Garrigues de qué está hablando? Tengo fundadas dudas de que la respuesta a la pregunta es: No. No sé si se debe a una ignorancia de lo que es verdaderamente la Iglesia fundada y establecida por Nuestro Señor Jesucristo;  o a un desconocimiento de lo que es el ecumenismo. O bien, si más allá de la ignorancia y desconocimiento, hay un anhelo de enmendar la plana al mismo Jesucristo.
Y toda esta pretensión viene después de una retahila de frases sueltas del Papa Francisco que, interpretadas y manipuladas según la inteligencia de cada uno pueden decir cualquier cosa y su contraria.
Garrigues no es el único que pretende hacer decir al Papa lo que sus oídos quisieran oír y no oyen. Y como el Papa no “les calienta los oídos”, aprovechan cualquier frase del Papa para seguir con la polémica, y tratan de “enseñar” al Papa el “verdadero camino” que debe seguir si quiere reformar todo.
En medio de todo este tipo de “pretensiones”, las declaraciones del Arzobispo Gaenswein, secretario de Benedicto XVI y actual Prefecto de la Casa Pontificia, a la televisión bávara son un modelo de serenidad, objetividad y cordura, y una preciosa lección para los nuevos “sepulcros blanqueados” que, sin preocuparse demasiado de la vida profunda de la Iglesia, aspiran a ser unos nuevos “reformadores”
   “Una de las cosas que él siempre repite es que necesitamos salir de nosotros mismos, que la Iglesia no existe para ella misma, un mensaje que el Papa Benedicto ha repetido constantemente, y está bastante claro El Papa Francisco no quiere reformar la fe, pero si a los creyentes, esa es la gran diferencia. La substancia de la fe es la misma substancia para él, para su predecesor y para su sucesor. Es sobre cómo viven los creyentes realmente su fe y aquí, hay diferentes maneras de ayudar a vivir esa fe, y donde haya caminos incorrectos se deben corregir”.
Y a propósito de la llamada “revolución” que algunos pretenden que está provocando el Papa Francisco, Gaenswein comenta: “Hay una expresión “ecclesia semper reformanda”, quiere decir que la Iglesia siempre necesita reformas. Esto no es nuevo y no se inventó ayer. Esta es una experiencia que la Iglesia ha hecho y ha puesto en práctica desde sus comienzos”. La substancia de la Fe es siempre la misma.
Al final del artículo Garrigues hace referencia a “ideas y realidades nuevas” a las que dice ser la Iglesia ajena, que merecen otro comentario.
Ernesto Juliá Díaz

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