Esto es el fundamento de toda la vida espiritual, y los grandes teólogos y maestros espirituales han utilizado diferentes enfoques en esta cuestión a través de los siglos. Uno de mis favoritos es el enfoque que comienza con el deseo.
Nosotros los seres humanos deseamos la verdad. Nuestra mente busca la verdad, y la conseguimos de cierta manera. Pero no importa cuanta verdad saquemos de este mundo, nunca es suficiente. La mente permanece insatisfecha.
Nuestras voluntades buscan el bien y lo encuentran, en muchos sentidos, en este mundo. Pero no importa cuanto bien logremos, nunca estamos realmente satisfechos. Buscamos la justicia, en todo tipo de formas, y la obtenemos a veces a un grado increíble. Piensen en el movimiento de los derechos civiles, el fin del apartheid, la disolución de la Unión Soviética. Todas cosas maravillosas que fueron logros de la justicia. Pero, no importa lo mucho que logremos justicia, nunca tenemos suficiente.
Hay algo en nosotros, este deseo de lo bueno, lo verdadero, y lo justo, que nos empuja más allá de este mundo. Este enfoque se denomina el argumento del deseo. No se puede desear lo que uno no conoce; por lo tanto si deseamos algo que trasciende cualquier cosa en este mundo, de alguna manera ya la conocemos.Por lo tanto, ya conocemos a la verdad misma, ya conocemos al bien mismo, ya conocemos a la justicia misma, y esto es lo que Dios es. Dios no es una de las cosas verdaderas en el mundo; Dios es la verdad misma que se ha apoderado de la mente de un científico, de un filósofo, y de cualquier buscador de la verdad.
Fr. Robert Barron
serpersona.info
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