lunes, 18 de enero de 2010

Amar apasionadamente la libertad


¡Grita libertad! es el título de una película vibrante sobre el apartheid en Sudáfrica. He recordado estas dos palabras pensando en el fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá, cuya fiesta se celebra el 26 de junio. ¿Por qué? Si se busca la palabra libertad en sus obras publicadas, aparece decenas de veces. Pienso que por muchos motivos.

He aquí uno citado por el propio santo: "como consecuencia del fin exclusivamente divino de la Obra, su espíritu es un espíritu de libertad, de amor a la libertad personal de todos los hombres. Y como ese amor a la libertad es sincero y no un mero enunciado teórico, nosotros amamos la necesaria consecuencia de la libertad: es decir, el pluralismo. En el Opus Dei el pluralismo es querido y amado, no sencillamente tolerado y en modo alguno dificultado".

Es densísimo el párrafo transcrito, pero vamos a quedarnos con el real amor a la libertad que late en esas frases y en la vida de su autor. Para amar a Dios hay que ser libres, es necesario servirle con voluntariedad actual -como escribió en Camino-. Ese espíritu de libertad no es una tapadera para estar en todas las partes, sino que es verdad, porque lo que busca San Josemaría con los miembros del Opus Dei es poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas. Y éstas pueden ser realizadas santamente, pero desde muchas ópticas, por variados caminos, con ideologías humanas diversas, con un pluralismo deseado y no meramente tolerado o consentido.

Esta libertad ancla sus raíces en la verdad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, con intelecto, voluntad y afectos, capaz de libre albedrío por decisión divina. Por ello, cuando la recta libertad se coarta, se hiere profundamente la dignidad humana. Pero no es menos dañada cuando se la lleva por derroteros irresponsables que desdicen de esa dignidad. Por uno u otro motivo, la verdadera libertad agoniza hoy en muchas partes: muere por totalitarismos más o menos encubiertos, como son el estatismo o el laicismo; muere de bienestar por el consumismo y el hedonismo que amodorran; muere por el relativismo que, hueco de verdad, vacía la misma noción de libertad, empequeñecida en objetivos débiles y descomprometidos; muere presa del poder que busca el control de los hombres; muere por el espíritu de secta que impone el pensamiento único y tolerancia cero con las ideas ajenas.

Pablo Cabellos

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