sábado, 23 de enero de 2010

La libertad, en peligro


A la Ley del aborto y a la anunciada Ley de libertad religiosa se les une, en el programa laicista del Gobierno para esta legislatura, una Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación, cuyo fin es proteger los derechos de las minorías e impedir que cualquier persona pueda ser discriminada por razones de raza, sexo, edad u orientación sexual. Sobre el horizonte, sin embargo, se cierne la amenaza de la imposición de una totalitaria moral de Estado

La novela Un mundo feliz, del visionario Aldous Huxley, presenta una sociedad perfecta, basada en el sexo y el placer, y en la que el sufrimiento no tiene cabida. Quien no vive de acuerdo a sus postulados es expulsado a diferentes reservas distribuidas por todo el mundo.

En España, además del proyecto de reforma de la Ley de libertad religiosa, previsto para antes del verano, está pendiente, en los planes del Gobierno, la Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación, una iniciativa nacida para evitar la discriminación y que, paradójicamente, puede acabar discriminando a aquellos que se oponen a la corriente ideológica general. Sin llegar al destierro, los cristianos podrían acabar siendo objeto de discriminación y siendo enviados a una suerte de reserva moral, como parias ideológicos del paraíso laicista que el Gobierno socialista quiere imponer.

La dictadura del relativismo está dejando paso, en una secuencia lógica, a la tiranía de lo políticamente correcto: primero se igualan las religiones y los modos de vida y de pensamiento, para al final acabar dando la vuelta a todo y hacer de lo minoritario, la norma, y de lo mayoritario, la excepción. Se empieza defendiendo los derechos de las minorías, con la intención de acabar después condenando a los que no se unen a la corriente de lo socialmente aceptado, a los que no tragan con todo, a los que llaman a las cosas por su nombre.

El último ejemplo de esta secuencia: las medidas de discriminación positiva impulsadas, la semana pasada, por el Ministerio de Justicia, al subvencionar a la Federación estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales, con el objetivo de (¡¿?!) «promocionar la libertad religiosa». Si se trata de combatir al cristianismo, mejor, diluirlo antes en un batiburrillo en el que todo es lo mismo: lo mismo una religión que una asociación de personas unidas por su orientación sexual.

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Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Alfa y Omega

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