No es la primera vez que manifiesto públicamente mi disgusto ante el fenómeno de la deconstrucción jurídica del matrimonio y de la familia, que el anterior presidente del gobierno español llevó a consecuencias impensables. Cada día dudo más de que se pueda considerar contrato al matrimonio tal como está hoy regulado en el Código civil. En el fondo, todas las uniones personales basadas en la afectividad, no en el interés o cosas semejantes, son hoy "parejas de hecho", a falta de protección jurídica efectiva.
En otras ocasiones consideré y escribi sobre la orientación de los partidos socialdemócratas en diversos países de Europa, respecto de este tipo de cuestiones. Por razones distintas, el SPD o el PSF fueron tan valedores de la familia como los partidos del centro o de la derecha. Por ejemplo, Lionel Jospin se negó a reformar el Código de Napoleón, y dio una salida a las parejas homosexuales a través del "pacs", el pacto civil de solidaridad. Paradójicamente, una década después varones y mujeres heterosexuales se "pacsan" en Francia, en vez de celebrar la clásica boda. Porque la figura tiene casi todas las ventajas administrativas y fiscales, sin apenas compromisos de futuro.
Quizá ha resultado un paso intermedio hacia la desaparición del matrimonio, salvo que haya una revolución social que dé importancia a las normas y a las instituciones jurídicas. El socialismo liberal y el neoliberalismo se han dado la mano en este punto, junto con tantas manifestaciones contraculturales, cuando no ácratas, del siglo XX. Prevalece el deseo individual sobre cualquier otra consideración.
De momento, sin embargo, el gobierno francés quiere revalorizar las formas matrimoniales, frente a François Hollande, que apuesta por el socialismo liberal. Según leía en Le Monde el 5 de febrero, la secretaria de Estado para la familia, Claude Greff, manifestaba su deseo de reforzar el ceremonial de las uniones, a la vez que lamentaba el costo social del divorcio. Para esto, quiere dar un lugar relevante a la preparación para el matrimonio, en la línea casi de los cursillos prematrimoniales que se han impuesto en la esfera eclesiástica. Se trataría de ayudar a hacer realidad algo que siguen manifestando los sondeos de opinión, en contra de apariencias y hábitos reales. Uno de los últimos, de Ipsos para La Croix, del pasado septiembre, reflejaba que más del 85% de jóvenes entre 18 y 34 años quieren construir una sola familia en toda su vida, y con el mismo cónyuge. Algo semejante relata Juan Meseguer respecto de EEUU en http://www.aceprensa.com/articles/queremos-casarnos-pero-no-naufragar/
Una decisión tan comprometida merecería algo más que la breve ceremonia civil en un ayuntamiento. Más bien lo contrario de lo que plantea en España el ministro de justicia, que parece preferir dar trabajo a los notarios y, siempre que sea posible, quitárselo a los jueces.
Pero no haría falta. Hay gente que vive "en república", como los oficiales del ejército en ciertas situaciones ("imperio" se llamaba en los años cincuenta, por exigencias de los tiempos), sin necesidad de formalizar nada jurídicamente. Son relaciones próximas a la amistad, basadas en la mera confianza. Cuando ésta se pierde, todo se acaba.
En Francia se contraen "pacs" ficticios antes de los concursos de traslados de funcionarios: dan más puntos. Aquí puede traer cuenta un falso divorcio ante el proceso de admisión de alumnos en la enseñanza obligatoria. Reflejan la incoherencia del sistema: si se da prioridad a la voluntad –al deseo‑, sobran límites, constricciones... y también subvenciones y asistencia social. Si todo vale, nada merece financiación pública. Ni siquiera por razones demográficas: fomentar la natalidad en sociedades envejecidas.
Cada persona podría organizarse como quisiera, con un comportamiento libre y privado, sin necesidad de que las leyes civiles impongan modelos: tampoco beneficios administrativos o fiscales. El Código regularía sólo cuestiones relativas a la paternidad, y poco más, para proteger al menor hasta que llegue a la mayoría de edad.
A veces, es útil llevar las cosas hasta su radicalidad, para hacerse cargo de la contradicción y revisar los planteamientos. Si no, la familia se deconstruirá definitivamente en lo jurídico hasta convertirse en "república" y, tal vez, "comuna", para no excluir la promiscuidad ni la convivencia polígama.
Salvador Bernal
Religión confidencial
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