Un gesto que espero haga pensar un poco, y reflexionar, a esa parte de Europa que quiere renegar de sus riquezas espirituales, humanas, culturales…
¿Desde cuándo defender la vida del concebido; garantizar la libertad de prensa; subrayar que el matrimonio es unión entre un hombre y una mujer; son patrimonio de los regímenes "fascistas"?
La nueva Constitución que los húngaros se han dado por una aplastante mayoría parlamentaria —263 sobre 386 escaños— , ha provocado reacciones contrarias en algunos personajes de la burocracia europea de Bruselas. Y no digamos en algunos medios de comunicación de España.
"Fascistas", "sociatas", "retrógrados"; "izquierdas", "derechas"; son, entre otros, una serie de adjetivos que a lo más, se utilizan para no entrar en el fondo de la cuestión; y lanzarlos a los adversarios en la esperanza de desorientarlos, y de que reaccionen como se desea y atraerlo así al propio campo de batalla.
Los húngaros han hecho un gran favor a Europa. ¿Cuál? No han vuelto a atrás; han marcado un camino hacia adelante, a la vez que han puesto claramente sobre la mesa el sentido de su historia como pueblo y nación.
«Estamos orgullosos de que nuestro rey Esteban, santo patrón de Hungría durante mil años, haya fundado sobre buenos cimientos nuestra patria, incorporándola a la Europa cristiana»
«Estamos orgullosos de nuestros antepasados, que perseveraron en ella y lucharon por la libertad y la independencia de nuestra patria».
«Estamos orgullosos de que nuestro pueblo haya defendido Europa durante mil años y que sus valores comunes se hayan enriquecido con sus talentos y sus esfuerzos».
Hungría fue el primer país del llamado bloque soviético que se rebeló —octubre 1956— contra Rusia comunista y sus ejércitos, que no llevaban precisamente en sus bayonetas ni la libertad ni el respeto a nadie. En aquellos momentos en los que Kruschev desvelaba ante todo el mundo algo ya bien sabido: los crímenes de Stalin; no dudó en añadir uno más, y tan grave, invadiendo Hungría y sometiéndola con un baño de sangre. Entonces, Europa, cometió la traición de no apoyar un alzamiento popular que quería a Nagy en el gobierno, y solicitaba, entre otras cosas, el sufragio universal.
El mismo "orgullo" del pueblo húngaro que echó a la calle a obreros, estudiantes, hombres y mujeres, en 1956, es el que se alza ahora en defensa de su identidad, de sus tradiciones, de sus orígenes.
Un gesto que espero haga pensar un poco, y reflexionar, a esa parte de Europa que quiere renegar de sus riquezas espirituales, humanas, culturales, que han forjado generaciones capaces de oponerse a cualquier invasión que quisiera dominarla y sojuzgarla, haciéndola renegar de sus principios.
Hungría les recuerda algo que rechazaron cuando se escribió ese texto constitucional, en el que Europa pretende olvidarse de su historia —¿qué es un pueblo sin historia?
«Reconocemos el papel del cristianismo en la pervivencia de la nación».
Una pervivencia que ha vuelto a renacer con el derecho a la vida del ciudadano húngaro concebido en el seno materno, con la libertad de expresión que está detrás de su Primer Ministro, con la defensa de la familia formada por un hombre, una mujer y su descendencia..
Un gesto para pensar, y un gesto para dar esperanza. En octubre de 1956, el comunismo parecía invencible; la punta de lanza de la nueva historia. Hoy apenas es ruina, que algunos se obstinan en no enterrar definitivamente. ¿Sucederá lo mismo con la moribunda "ideología", falsamente liberal, sin horizontes, que sigue dejando vacías las inteligencias de tantos europeos?
Con su gesto, Hungría pone a toda Europa ante un camino marcado por tres señales: derecho a la vida; defensa de la familia; libertad.
Larga vida a Hungría.
Ernesto Juliá Díaz
Religión Confidencial / Almudí
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