jueves, 29 de agosto de 2013

Las series de televisión

   Hay un fenómeno que tiene entretenidos a algunos sociólogos y a otros investigadores de la conducta humana. Las series en internet se han convertido en un reclamo para gente de toda edad, pero fundamentalmente jóvenes: las productoras comienzan a invertir más dinero en estas pequeñas películas que en los filmes tradicionales. Lo cierto es que hay series buenísimas: todas a disposición del vidente con un solo clic.

   Los modelos que allí se presentan son, en muchas ocasiones, muy ajenos a lo que podríamos llamar el estilo evangélico. Se admite con bastante normalidad la infidelidad, el divorcio, la superficialidad y unos patrones de conducta que no nos ayudan nada en nuestra vida cotidiana. 

   Son, las más de las veces, modelos ficticios, hombres y mujeres vacíos. Poco a poco nos ayudan a ver como normal... cosas que no lo son ni lo deben ser.


Jesús condena en el evangelio a los fariseos: «¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!». Quizá hoy podría decir lo mismo de quien se deja formar por algunas series donde lo habitual es ser un perfecto superficial.

Es necesario, hoy como siempre, encontrar buenos pastores que nos ayuden a estar limpios por dentro, que nos enseñen a ser personas de criterio capaces de dominar nuestras emociones, tener sosiego interior y comunicar paz a los demás.

El amigo fiel, dice la Escritura, es una fuerte protección, quien lo encuentra, encuentra un tesoro. Y comenta san Francisco de Sales: el amigo fiel es bálsamo de vida y de inmortalidad; aquellos que temen al Señor lo encuentran. Encontrar una persona fiel que dirija nuestras acciones con sus exhortaciones y consejos nos evitará caer en los engaños del enemigo y será un tesoro en nuestras aflicciones y caídas; será el bálsamo para aliviar y consolar nuestro corazón en la dificultad espiritual, nos protegerá del mal y nos ayudará a alcanzar el bien, y, si cualquier enfermedad nos golpea, impedirá que llegue a ser mortal: él nos curará[1].
¿Pero se puede encontrar un amigo así? Los humildes que desean avanzar lo encontrarán y se llama dirección espiritual.

«La dirección espiritual tiene una función hermosísima y, podría decirse, indispensable para la educación moral y espiritual de la juventud, que quiera interpretar y seguir con absoluta lealtad la vocación, sea cual fuese, de la propia vida; esta conserva siempre una importancia beneficiosa en todas las edades de la vida, cuando, junto a la luz y a la caridad de un consejo piadoso y prudente, se busca la revisión de la propia rectitud y el aliento para el cumplimiento generoso de los propios deberes»[2].

Busca un director espiritual, que puede ser un sacerdote o una persona de vida interior. Busca alguien que no sea condescendiente con tus errores, que te escuche y te exija, que sea capaz de fijar un objetivo en tu lucha y ayudarte a mantenerla.

Dos características fundamentales deben iluminar la figura del buen director: la inteligencia y la prudencia. Inteligencia (o experiencia) para poder conocer en lo profundo, dar con las causas de lo que te ocurre y saber por dónde debe llevarte. Prudencia para darte los consejos oportunos y guardar la necesaria discreción que requiere conocer tu propia vida interior.


¡Ojalá te decidas pronto y comiences a practicar la dirección espiritual! Sé constante. Procura ir cada quince días, no más de tres semanas... fija la fecha siempre en la última entrevista con el sacerdote, y procura que nunca pase más de un mes. Menos que eso... es nada.


[1] San Francisco de Sales, Filotea. Introduzione alla vita devota (Milano 201015) 29-30.
[2] Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, n. 81.

Fulgencio Espá, Con Él, Agosto 2013

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