martes, 20 de agosto de 2013

Voces de mujer


   La importancia de las mujeres radica en las lecciones de humanidad que con su vida y su palabra pueden darnos. Preciosas reflexiones del Dr. Nubiola

      «La mujer en la Iglesia es más importante que los obispos y que los curas», dijo el papaFrancisco en la cautivadora rueda de prensa en el avión que le traía a Europa desde Río de Janeiro. Me impresionaron la cercanía y sencillez del Papa, su humildad y su humanidad, y se me grabó en la memoria esta respuesta, quizá porque hacía eco dentro de mí de una experiencia reciente.


      El pasado 23 de junio asistía a un recital de poesía en el jardín de la memorable Longfellow House de Cambridge, MA. El experto traductor de poesía rusa contemporánea Jim Kates iba desgranando hermosos poemas de Mikhail Aizenberg, traducidos por él al inglés. Casi al final de su intervención, Kates contó que en su último encuentro con Aizenberg en Moscú −pocos meses antes− este le había dicho refiriéndose a la poesía rusa: «Hoy en día las voces interesantes son voces de mujeres». Tomé nota de aquel comentario, pues pienso yo lo mismo, no solo referido a la literatura, sino también a la cultura y la sociedad en general.

      Me ha gustado el libro de la actual número dos de Facebook Sheryl Sandberg Lean In en el que defiende de manera inteligente el acceso de las mujeres a los puestos claves de decisión, no solo como una reivindicación feminista, sino como una medida para la mejora ética del entorno empresarial y para el aprovechamiento de la creatividad de tantas mujeres que hoy en día quedan postergadas por el simple hecho de no ser varones. Me parece excelente este empeño por abrir paso a las mujeres.«Si las mujeres mandasen / en vez de mandar los hombres / serían balsas de aceite los pueblos y las naciones», se canta en una de las jotas de la zarzuela Gigantes y cabezudos. No dice esto Sheryl Sandberg, sino que defiende la accesibilidad de los centros de poder para la otra mitad del género humano.

      Mi experiencia −y la de muchos− es que los hombres nos comportamos mejor cuando hay mujeres delante y que también las mujeres cuando forman equipos con varones trabajan mejor que cuando lo hacen solo mujeres. ¡Cuántas mujeres tienen experiencia de la crueldad de otras mujeres para con ellas! En contraste, viene a mi memoria lo que escribía Hannah Arendt a su amiga Hilde Fränkel en febrero 1950: «Los hombres son un equipaje bastante pesado, pero a pesar de ello una no marcha bien sin ellos». La gozosa realidad de muchas familias muestra bien la fecunda colaboración de varones y mujeres para lograr objetivos comunes.

      En un reciente artículo en el New York Times Adam Grant, profesor de la Wharton School, defendía con abundantes datos la tesis de que los hombres necesitamos a las mujeres. No solo las hijas −y no los hijos varones− hacen que sus padres sean mejores, más generosos y afectuosos, sino que las compañías que cuentan con mujeres en puestos claves obtienen mejores resultados que las que están llevadas solo por varones. Grant pone entre otros el ejemplo de Bill Gates a quien −al parecer− su madre Mary y su esposa Melinda transformaron en un generoso filántropo. «En el mundo del trabajo −concluía Adam Grant−estamos muy necesitados de mujeres en posiciones de liderazgo».

      Estoy de acuerdo con la tesis de favorecer a las mujeres en el ámbito laboral para que cada una pueda llegar a la cumbre de su desarrollo profesional y personal: el problema no estriba en que las mujeres manden, sino en transformar el mundo del trabajo −pensado casi siempre por hombres y solo para hombres− para que en él sea posible ser mujer. Esto afecta a muchos campos y el más obvio es la maternidad y todo lo que ella comporta.

      Otro campo es, por ejemplo, el de las conversaciones: los hombres solemos hablar por turnos mientras que las mujeres en sus conversaciones se solapan entre ellas. Se trata de diferentes estilos conversacionales y el de las mujeres es considerado por los lingüistas más cooperativo.

      En cualquier caso los hombres hemos de aprender a escuchar con más atención a las mujeres. No solo las mujeres necesitan −quizá más que los varones− ser y sentirse escuchadas, sino que la humanidad necesita escuchar más a las mujeres para así aprender de ellas que son más expertas en humanidad.

      Este era para mí el sentido último de aquellas luminosas palabras del papa Francisco en el avión: la importancia de las mujeres radica en las lecciones de humanidad que con su vida y su palabra pueden darnos. Por eso se trata no solo de admirarlas, sino de escucharlas, de escuchar las diferentes voces de mujer.

Jaime Nubiola

filosofiaparaelsigloxxi.wordpress.com / almudi

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