El 13 de octubre, la macrobeatificación, en Tarragona, de quinientos mártires españoles del siglo XX comenzará con una conexión en directo con el Papa Francisco
A medida que se acerca la fecha, cada vez se van conociendo más detalles de la macrobeatificación de mártires que tendrá lugar el próximo 13 de octubre en el denominado Complejo Educativo de Tarragona. La ceremonia, que comenzará al mediodía con una conexión en directo con el Papa Francisco, estará presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y representante del Papa para la beatificación. Las cadenas 2 de TVE y 13TV retransmitirán la ceremonia.
Cifra provisional
En estos momentos, los mártires españoles que figuran en la relación de beatificables son 480. Pertenecen a 29 causas presentadas ante la Santa Sede antes de 2002. Sin embargo, se espera que el Papa apruebe en breve los decretos de otras cuatro causas más, de manera que acabarán sumándose a la beatificación algunas decenas más de mártires españoles, hasta superar el medio millar.
Entre los 480 mártires cuya beatificación ya ha sido confirmada hay tres obispos, 79 sacerdotes diocesanos, 3 seminaristas, 391 religiosos y 4 laicos.
La causa más numerosa es la de Tarragona, con 147 mártires. De ahí que la beatificación se celebre allí. Entre los mártires tarraconenses figuran el que fuera obispo auxiliar de la diócesis, Manuel Borrás, y 66 sacerdotes diocesanos. La archidiócesis tarraconense cuenta con una gran tradición cristiana y martirial: uno de sus primeros obispos, Fructuoso, y sus dos diáconos,Augurio y Eulogio, se hallan entre los primeros mártires hispanos. Los tres fueron martirizados el año 259, en el anfiteatro romano de Tarragona.
Tras la beatificación, este medio millar de nuevos beatos vendrá a añadirse a los 1.001 mártires españoles del siglo XX ya beatificados. Once de ellos han sido también canonizados.
Para los días previos a la beatificación, la archidiócesis de Tarragona ha organizado una serie de actos, según señala laweb creada para el seguimiento del evento. El 11 y 12 de octubre tendrán lugar en el auditorio Tarraco Arena Plaza tres representaciones de la Pasión de san Fructuoso, a cargo de la Asociación Cultural de San Fructuoso. Y el 12 de octubre se celebrarán unas vísperas solemnes en la catedral.
Mons. Jaume Pujol Balcells, arzobispo de Tarragona, ha tenido la amabilidad de responder a las preguntas de Palabra en torno este acontecimiento eclesial.
En algunos ámbitos la beatificación de mártires de la guerra civil española suscita resquemores. ¿Qué diría a este respecto?
No hay el menor afán en reabrir viejas heridas, antes al contrario. Es evidente que el contexto mayoritario del martirio de los nuevos beatos fue la guerra de 1936, una guerra que nunca debió estallar. Todas las guerras son execrables.
Quiero decir con eso que una beatificación no se hace jamás en contra de nadie, de modo que proclamar la bienaventuranza de nuestros hermanos no es proclamar de ninguna de las maneras la maldición o la condena de los otros. Por desgracia, toda guerra tiene víctimas inocentes. Fueron muchas las lágrimas de madres que lloraron la muerte de sus hijos en uno y otro bando. Toda muerte inocente es respetable y digna de compasión.
¿Por qué esta denominación de “mártires del siglo XX” y no otra? Numerosos estudiosos del tema sostienen que cuando se denomina a las víctimas −en el caso que nos ocupa− “mártires de la guerra civil”, se están manipulando los términos. La guerra civil es el contexto sociopolítico en que se produjo la muerte de la mayoría, pero ellos no son víctimas de una guerra civil, sino de una persecución religiosa, dos conceptos totalmente diferentes.
Un argumento a favor de la tesis expuesta la constituye la beatificación de unos Hermanos de la Salle de Turón (Asturias), asesinados en Oviedo en 1934. En aquellos tiempos no había guerra civil, sino una situación en la que hubo persecución religiosa: quema de conventos y de iglesias, asesinatos de personas a causa de su fe, etcétera, con la anuencia y, por tanto, con una responsabilidad moral, de quienes toleraron aquellos hechos. El término “mártires de la guerra civil” se presta a manipulación, de manera que se ha preferido la expresión “mártires del siglo XX en España”.
Cuando la Iglesia proclama la bienaventuranza de quienes han muerto por causa de Jesucristo, no quiere de ninguna manera tomar partido ideológico. No honra a unos para condenar a otros. Ni tampoco hace ningún juicio histórico acerca de un acontecimiento tan doloroso como es una guerra que enfrentó a hermanos contra hermanos. No sería correcto que alguien pensara eso.
Tarragona cuenta con una tradición martirial muy primitiva. ¿Qué similitudes y diferencias hay entre aquellos primeros mártires de la península, como san Fructuoso, san Eulogio o san Augurio, y éstos que murieron en el siglo XX?
En la tradición cristiana se ha considerado que un mártir es una persona que muere por la fe religiosa, en muchos casos torturada hasta la muerte. En múltiples ocasiones al hablar de “mártires” pensamos sólo en los mártires cristianos de los tres primeros siglos, que fueron asesinados por sus convicciones religiosas; y, sin embargo, ha habido más mártires cristianos en el siglo XX que en el conjunto de los diecinueve siglos anteriores. Cabe señalar también que en nuestro siglo XXI continúan las persecuciones religiosas, y que la mayoría de ellas tienen a los cristianos como víctimas.
San Fructuoso, antes de entrar en el suplicio, quiso rezar por la Iglesia “extendida desde oriente hasta occidente”, cosa que a su manera también hicieron los mártires del siglo XX. De ese modo, manifestaba que la Iglesia particular −que él presidía− era abierta, acogedora y solidaria con toda la Iglesia universal. Por otra parte, tanto el obispo Fructuoso y sus diáconos Augurio y Eulogio, al igual que nuestros mártires más cercanos en el tiempo, hubieran podido abdicar de la fe, de su condición sacerdotal, pero no lo hicieron: realmente amaron a Dios.
Reavivando su recuerdo, podemos evocar las palabras de la primera carta de san Juan: “Amar a Dios significa guardar sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es aquel que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”. Ellos, verdaderamente, amaron a Dios y con su fe vencieron al mundo.
¿Qué aspectos biográficos destacaría de los 147 mártires de Tarragona que serán beatificados el 13 de octubre? De sus biografías, ¿cuáles le han llamado más la atención?
Si tuviera que dar un nombre me inclinaría por Manuel Borràs Ferré, obispo auxiliar de Tarragona. Su martirio supone la más plena identificación con la ofrenda de Cristo al Padre en el Espíritu para la redención del mundo. Lo que rememoraba incruentamente en el altar, lo rememoró de manera cruenta en su martirio. El testimonio de Manuel Borràs se circunscribe en la ministerialidad sacramental de la Iglesia. El obispo mártir, con su muerte −asumida, ofrecida y consumada−, se sitúa en el centro de la oblación de Cristo al Padre en el amor del Espíritu Santo.
Ciertamente, el obispo Borràs y sus compañeros presbíteros, en el momento de morir, hacían un acto de amor a Cristo y a la Iglesia: era el último acto de amor hacia las comunidades que les habían sido confiadas ¿Quién puede afirmar que quisieran mal a nadie? ¿De quién eran enemigos?
Eran hombres valientes: la oración y la Eucaristía les había hecho fuertes. Y con esa fortaleza −la fortaleza es un don del Espíritu Santo− afrontaron la muerte con palabras de perdón en los labios, encomendando su vida a la Virgen y rogando por aquellos que les mataban. Del mismo modo que Jesús, que −pese a pender de la cruz− no se sintió víctima de ninguna injusticia, sino de la ignorancia de los hombres, también ellos asumieron la situación e hicieron suyas las palabras que el Señor había pronunciado mientras le clavaban al instrumento del suplicio: “Padre, ¡perdónalos, porque no saben lo que hacen!”.
La lectura de los nombres y de los lugares donde ejercieron su ministerio pastoral nuestros mártires del siglo XX provoca en nuestro corazón ternura y escalofrío. Son sacerdotes de nuestros pueblos y de nuestras parroquias, de nombres tan entrañables. No los percibimos lejanos. Sus fotografías se conservan y ponen de manifiesto que eran de toda condición y edad, desde los más jóvenes, que aún llevaban el santo crisma fresco en sus manos, hasta los más ancianos. En nuestros pueblos viven todavía personas que recuerdan el ministerio de alguno de ellos. Con sus virtudes y defectos, eran hombres íntegros y dedicados a servir a sus feligreses, dentro del estilo pastoral de la época.
¿Qué frutos espera la archidiócesis de esta celebración?
Confiamos en que la glorificación de tantos siervos de Dios sea para todos nosotros un acicate para renovar la fe y llene de nueva vitalidad nuestras diócesis. Pensamos que es bueno que la celebración de esta beatificación tan numerosa se realice en nuestra ciudad de Tarragona, como reconocimiento a su larga tradición eclesial y martirial.
Esto debería hacernos pensar que formamos parte de una Iglesia que lleva savia antigua y santa. Somos hijos de una tierra eclesial regada con sangre de mártires. Nunca debemos olvidar esta verdad teológica: el misterio de la Iglesia siempre precede a los mártires.
Antes que la Iglesia de los mártires, está la Iglesia mártir toda ella. Y toda forma de martirio expresa la vocación de toda la Iglesia a ser testigo de la Verdad de Cristo. En cuanto al ambiente que reina en la archidiócesis, puedo manifestar que, desde el primer momento, es decir, desde que se supo que Tarragona había sido escogida para acoger este acto, todo el mundo ha vibrado y espera con ilusión ese 13 de octubre.
La beatificación se sitúa en el marco del Año de la Fe. ¿Qué se quiere subrayar con esto?
La beatificación del día 13 de octubre tiene que ser una fiesta compartida por las Iglesias de la vieja piel de toro, en comunión con el Santo Padre. Ese día nos uniremos también a las diócesis hermanas y a las familias religiosas, que peregrinarán a Tarragona para participar en tan magna jornada. El martirio cristiano hace que la Iglesia halle de nuevo la unidad en la fe por la que murieron los mártires, una unidad basada en el Espíritu de Dios mismo, que estrecha siempre los lazos de la caridad.
Impresiona pensar que muchas personas dieron su vida por esa fe que nosotros proclamamos. Son para nosotros ejemplo de fidelidad y fortaleza.
Revista Palabra (Entrevista de Enrique Carlier)
Almudí
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