El amor no es sólo un sentimiento romántico y pasajero. Distinguir entre los dos amores (amor romántico y amor donación) y englobar el primero en el segundo resulta indispensable para cimentar con solidez un matrimonio, descubrir la dinámica que lo rige y llevarlo a su plenitud y felicidad.
El amor de donación es otro género de amor. Nace ya con vocación de eternidad -para siempre-, y no sólo pone en juego las dimensiones perecederas del varón o de la mujer, ligadas a la materia, sino la entera persona de cada uno de ellos, con todo el vigor de su entendimiento, la fuerza inigualable de su voluntad, la libre capacidad de construirse a sí mismo y de hacer el bien a los otros... y la inclinación a la entrega que, como resumen de todo lo anterior, es lo reclamado por su propia índole personal.
Semejante grado de amor, que quienes se mueven sólo en la superficie, en el amor romántico, jamás llegan a experimentar, únicamente puede obtenerse, según sugeríamos, a través de la mutua y voluntaria donación de las personas -de toda la irrepetible persona: su quien-, que nunca habría que confundir ni con los estremecimientos sentimentales o sensibleros ni, menos aún, con el mero comercio de los cuerpos.
El amor donación supone poder decir: “Te quiero, y desearía demostrártelo regalándote lo mejor que tengo: te doy mi vida, te doy todo lo que soy, para siempre”.
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