lunes, 26 de marzo de 2012

Coordenadas de la visita del Papa a México

Coordenadas de la visita del Papa a México
   Tras la consolidación de la democracia y la inserción en la economía mundial, México ha descubierto que no bastan por sí solas para el desarrollo humano

      José Alfredo Jiménez, autor de la canción ‘El Rey’ (“No tengo trono ni reina […] pero sigo siendo el Rey”), tras la muerte de su hermano compuso ‘Camino de Guanajuato’ —su tierra natal—, en la que se lamenta: “No vale nada la vida / la vida no vale nada / comienza siempre llorando / y así llorando se acaba”. 

      Benedicto XVI visitará Guanajuato y el lema del viaje sintetiza el mensaje de optimismo que piensa llevar: “Nuestra esperanza suena en todo México”. El Papa vivirá en León (Guanajuato), muy cerca del Cerro del Cubilete, centro geográfico del país. Ahí se levanta El Cristo de la Montaña, una estatua de Cristo Rey cuya historia está unida al recuerdo de la persecución religiosa sufrida en México entre 1926 y 1929. Por entonces, los cristeros defendían su fe con el mote “¡Viva Cristo Rey!”; y los mártires de aquella época sellaban su muerte con esas palabras. En 1926, el presidente Plutarco Elías Calles mandó dinamitar y bombardear el monumento. Tiempo después se hizo una estatua de más de veinte metros de alto, y desde entonces la memoria de los cristeros está vinculada al Cristo de la Montaña.
      Benedicto XVI visita México y Cuba en el marco de la celebración de los doscientos años del nacimiento de las naciones latinoamericanas y sus procesos de independencia. Su viaje a México, por tanto, no sólo es para México, sino que también servirá para alentar la Misión Continental que puso en marcha el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En México se espera al Papa con entusiasmo y con el anhelo de recibir el aliento de un pontífice en unos años que han sido difíciles. Se sabe que pronunciará siete discursos y no extrañaría que abordara cuatro temas.
      En México ha existido una separación marcada entre el mundo de la cultura y la vida popular, y el catolicismo mexicano suele mostrar también esa dicotomía.
Violencia y desigualdad
      a) La construcción de la paz. A partir de la década de los ochenta, el país abrió vías para el desarrollo democrático y económico. Los noventa fueron los años de la inserción de México en la economía global y el 2000 marca la transición a la democracia como alternancia en el poder. Esas transformaciones se han visto amenazadas por la crisis económica de 2008 y la guerra contra el narcotráfico. México ha descubierto, en un despertar muy violento, que la democracia y la globalización por sí mismas no son suficientes para el desarrollo humano.
      Es verdad, el freno a la espiral de violencia pasa por el fortalecimiento de las estructuras de justicia y los cuerpos policiacos. Pero cuando Benedicto XVI predica como pontífice, se dirige principalmente a personas, y secundariamente a estructuras o instituciones. El Vaticano reconoce que «en medio de las dificultades por las que atraviesa la nación, su palabra será sin duda un ungüento que sana las heridas causadas por el pecado del hombre y que fortalece el testimonio cristiano confirmando a sus hermanos en la fe».
      b) Desarrollo humano y justicia social. A pesar de los avances en desarrollo que ha tenido el país, todavía 52 millones de personas (46% de la población) padecen pobreza. El país se sitúa en el lugar 59º (0,770) del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 2011 (España es 28ª, con 0,878; Brasil es 84º, con 0,718). Además, los contrastes territoriales y étnicos de la pobreza son comparables a los extremos que se dan en el mundo. En zonas de la Ciudad de México el IDH es similar al de Alemania (9º, 0,905), y en Guerrero, el municipio más pobre (Cochoapa el Grande) es equiparable al IDH de Togo (162º, 0,435). «El otro nombre de la paz es el desarrollo», escribió Juan Pablo II (Centesimus annus, 52).
      Sin duda, la presencia de la Iglesia en México debe notarse también en la preocupación por el desarrollo humano. Pero la Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer. Ella ofrece a Dios. Como lo recordó Benedicto XVI, la construcción de una sociedad más justa también debe estar abierta a la presencia de un Redentor: «Pero tampoco cabe duda de que Dios entra realmente en las cosas humanas a condición de que no sólo lo pensemos nosotros, sino que Él mismo salga a nuestro encuentro y nos hable» (Spe salvi, 23).
Fe más cultura
      c) La participación de los católicos en la vida pública. Los primeros dos viajes de Juan Pablo II —en 1979 y 1990— se enmarcaban en un aspecto de la defensa de la libertad religiosa: garantizar los derechos de la Iglesia para que esta pudiera cumplir con su misión. Benedicto XVI se encontrará en un país donde el problema es que se permita y aliente la participación de los creyentes en la construcción del bien común.
      En ocasiones se suele confundir, por una parte el derecho humano a la libertad religiosa y la construcción honesta del bien común por parte de los creyentes; y por la otra, la legítima separación de Iglesia y Estado. Este segundo problema compete a dos “instituciones”, mientras que el primero es manifestación de un derecho humano y de una responsabilidad civil. Desafortunadamente, en ocasiones tanto las corrientes laicistas como las clericales han sido incapaces de distinguir estos ámbitos. Benedicto XVI suele recordar que el católico no renuncia a su razón y a su responsabilidad para empeñarse en el desarrollo de su comunidad.
      d) La nueva evangelización en América Latina. Mario Vargas Llosa, tras la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, escribió un artículo donde explicaba el renacer de la religión. Entre otros motivos, apuntaba la crisis en el mundo de la cultura: «En nuestro tiempo, la cultura ha dejado de ser esa respuesta seria y profunda a las grandes preguntas del ser humano sobre la vida, la muerte, el destino, la historia, que intentó ser en el pasado, y se ha transformado, de un lado, en un divertimento ligero y sin consecuencias, y, en otro, en una cábala de especialistas incomprensibles y arrogantes, confinados en fortines de jerga y jerigonza y a años luz del común de los mortales» (La fiesta y la Cruzada, El País, 28-08-2011).
      En México ha existido una separación marcada entre el mundo de la cultura y la vida popular. El catolicismo mexicano suele mostrar también esa dicotomía. Como siempre, la religiosidad popular necesita un anclaje teológico; y el mundo de la cultura requiere una orientación y nuevos bríos para no agostarse. Sin duda, el profesor y teólogo Ratzinger, el papa Benedicto XVI, ha mostrado soltura para dirigirse a esos dos “mundos”, acercarlos entre sí y ponerlos en movimiento.
“Consuelo de los que sufren”
      En Camino de Guanajuato, el compositor encuentra consuelo cerca de León. “El Cristo de tu Montaña / el Cerro del Cubilete / consuelo de los que sufren / adoración de la gente”. Y ahí, el Papa probablemente recordará aquello que escribió en Jesús de Nazareth: el cristianismo no sólo contiene un discurso informativo, sino sobre todo realiza un encuentro performativo. Es decir, el cristianismo no sólo es una guía de navegación, un GPS actualizado y preciso de valores humanos.
      Es sobre todo un encuentro con una persona que transforma y da Vida. Benedicto XVI visita México para recordar que la irrupción de Dios en la historia de este país es real y por tanto, el mal no tiene la última palabra. Si bien es cierto que Dios se reservó para sí el poder de redimir, la misión del cristiano es llevar la historia de su país al encuentro con Cristo a partir de su encuentro personal con Él.
Pedro Pallares Yabur AragonLiberal.es / Almudí

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