Tras
la consolidación de la democracia y la inserción en la economía
mundial, México ha descubierto que no bastan por sí solas para el
desarrollo humano
José Alfredo Jiménez,
autor de la canción ‘El Rey’ (“No tengo trono ni reina […] pero sigo
siendo el Rey”), tras la muerte de su hermano compuso ‘Camino de
Guanajuato’ —su tierra natal—, en la que se lamenta: “No vale nada la
vida / la vida no vale nada / comienza siempre llorando / y así llorando
se acaba”.
Benedicto XVI visitará Guanajuato y el lema del viaje sintetiza el mensaje de optimismo que piensa llevar: “Nuestra esperanza suena en todo México”. El Papa vivirá en León (Guanajuato), muy cerca del Cerro del Cubilete, centro geográfico del país. Ahí se levanta El Cristo de la Montaña,
una estatua de Cristo Rey cuya historia está unida al recuerdo de la
persecución religiosa sufrida en México entre 1926 y 1929. Por entonces,
los cristeros defendían su fe con el mote “¡Viva Cristo Rey!”; y los mártires de aquella época sellaban su muerte con esas palabras. En 1926, el presidente Plutarco Elías Calles
mandó dinamitar y bombardear el monumento. Tiempo después se hizo una
estatua de más de veinte metros de alto, y desde entonces la memoria de
los cristeros está vinculada al Cristo de la Montaña.
Benedicto
XVI visita México y Cuba en el marco de la celebración de los
doscientos años del nacimiento de las naciones latinoamericanas y sus
procesos de independencia. Su viaje a México, por tanto, no sólo es para
México, sino que también servirá para alentar la Misión Continental que puso en marcha el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
En México se espera al Papa con entusiasmo y con el anhelo de recibir
el aliento de un pontífice en unos años que han sido difíciles. Se sabe
que pronunciará siete discursos y no extrañaría que abordara cuatro
temas.
En
México ha existido una separación marcada entre el mundo de la cultura y
la vida popular, y el catolicismo mexicano suele mostrar también esa
dicotomía.
Violencia y desigualdad
a) La construcción de la paz.
A partir de la década de los ochenta, el país abrió vías para el
desarrollo democrático y económico. Los noventa fueron los años de la
inserción de México en la economía global y el 2000 marca la transición a
la democracia como alternancia en el poder. Esas transformaciones se
han visto amenazadas por la crisis económica de 2008 y la guerra contra
el narcotráfico. México ha descubierto, en un despertar muy violento,
que la democracia y la globalización por sí mismas no son suficientes
para el desarrollo humano.
Es
verdad, el freno a la espiral de violencia pasa por el fortalecimiento
de las estructuras de justicia y los cuerpos policiacos. Pero cuando
Benedicto XVI predica como pontífice, se dirige principalmente a
personas, y secundariamente a estructuras o instituciones. El Vaticano
reconoce que «en medio de las dificultades por las que atraviesa la
nación, su palabra será sin duda un ungüento que sana las heridas
causadas por el pecado del hombre y que fortalece el testimonio
cristiano confirmando a sus hermanos en la fe».
b) Desarrollo humano y justicia social.
A pesar de los avances en desarrollo que ha tenido el país, todavía 52
millones de personas (46% de la población) padecen pobreza. El país se
sitúa en el lugar 59º (0,770) del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de
2011 (España es 28ª, con 0,878; Brasil es 84º, con 0,718). Además, los
contrastes territoriales y étnicos de la pobreza son comparables a los
extremos que se dan en el mundo. En zonas de la Ciudad de México el IDH
es similar al de Alemania (9º, 0,905), y en Guerrero, el municipio más
pobre (Cochoapa el Grande) es equiparable al IDH de Togo (162º, 0,435). «El otro nombre de la paz es el desarrollo», escribió Juan Pablo II (Centesimus annus, 52).
Sin
duda, la presencia de la Iglesia en México debe notarse también en la
preocupación por el desarrollo humano. Pero la Iglesia no tiene
soluciones técnicas que ofrecer. Ella ofrece a Dios. Como lo recordó
Benedicto XVI, la construcción de una sociedad más justa también debe
estar abierta a la presencia de un Redentor: «Pero tampoco cabe duda
de que Dios entra realmente en las cosas humanas a condición de que no
sólo lo pensemos nosotros, sino que Él mismo salga a nuestro encuentro y
nos hable» (Spe salvi, 23).
Fe más cultura
c) La participación de los católicos en la vida pública.
Los primeros dos viajes de Juan Pablo II —en 1979 y 1990— se enmarcaban
en un aspecto de la defensa de la libertad religiosa: garantizar los
derechos de la Iglesia para que esta pudiera cumplir con su misión.
Benedicto XVI se encontrará en un país donde el problema es que se
permita y aliente la participación de los creyentes en la construcción
del bien común.
En
ocasiones se suele confundir, por una parte el derecho humano a la
libertad religiosa y la construcción honesta del bien común por parte de
los creyentes; y por la otra, la legítima separación de Iglesia y
Estado. Este segundo problema compete a dos “instituciones”,
mientras que el primero es manifestación de un derecho humano y de una
responsabilidad civil. Desafortunadamente, en ocasiones tanto las
corrientes laicistas como las clericales han sido incapaces de
distinguir estos ámbitos. Benedicto XVI suele recordar que el católico
no renuncia a su razón y a su responsabilidad para empeñarse en el
desarrollo de su comunidad.
d) La nueva evangelización en América Latina. Mario Vargas Llosa, tras la Jornada Mundial de la Juventud
en Madrid, escribió un artículo donde explicaba el renacer de la
religión. Entre otros motivos, apuntaba la crisis en el mundo de la
cultura: «En nuestro tiempo, la cultura ha dejado de ser esa
respuesta seria y profunda a las grandes preguntas del ser humano sobre
la vida, la muerte, el destino, la historia, que intentó ser en el
pasado, y se ha transformado, de un lado, en un divertimento ligero y
sin consecuencias, y, en otro, en una cábala de especialistas
incomprensibles y arrogantes, confinados en fortines de jerga y
jerigonza y a años luz del común de los mortales» (La fiesta y la Cruzada, El País, 28-08-2011).
En
México ha existido una separación marcada entre el mundo de la cultura y
la vida popular. El catolicismo mexicano suele mostrar también esa
dicotomía. Como siempre, la religiosidad popular necesita un anclaje
teológico; y el mundo de la cultura requiere una orientación y nuevos
bríos para no agostarse. Sin duda, el profesor y teólogo Ratzinger, el papa Benedicto XVI, ha mostrado soltura para dirigirse a esos dos “mundos”, acercarlos entre sí y ponerlos en movimiento.
“Consuelo de los que sufren”
En Camino de Guanajuato, el compositor encuentra consuelo cerca de León. “El Cristo de tu Montaña / el Cerro del Cubilete / consuelo de los que sufren / adoración de la gente”. Y ahí, el Papa probablemente recordará aquello que escribió en Jesús de Nazareth: el cristianismo no sólo contiene un discurso informativo, sino sobre todo realiza un encuentro performativo. Es decir, el cristianismo no sólo es una guía de navegación, un GPS actualizado y preciso de valores humanos.
Es
sobre todo un encuentro con una persona que transforma y da Vida.
Benedicto XVI visita México para recordar que la irrupción de Dios en la
historia de este país es real y por tanto, el mal no tiene la última
palabra. Si bien es cierto que Dios se reservó para sí el poder de
redimir, la misión del cristiano es llevar la historia de su país al
encuentro con Cristo a partir de su encuentro personal con Él.
Pedro Pallares Yabur AragonLiberal.es / Almudí
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